Me proponía, en esta columna, realizar un análisis del discurso de varios actores políticos. Quería criticar el discurso de este Gobierno, cuyo locuaz e intempestivo Presidente ostenta ciertos rasgos autoritarios (proposición de tribunales ad hoc, pretenso desconocimiento de resoluciones que no se acomodan a sus intereses), cuya retórica “altiva y soberana” peca de una grandilocuencia que no halla refrendo en los hechos (la comicidad involuntaria de “La Patria ya es de todos” o el manejo del conflicto con Colombia me relevan, en este sentido, de mayor comentario) y cuya improvisación es evidente, incluso en asuntos capitales como la Consulta Popular (el Decreto 002, que reflejó su principal propuesta de campaña, contenía una redacción primaria –esto es, de escuela primaria–) y no se diga en otros ámbitos, como es el caso por ejemplo del recién creado Ministerio de Cultura, que carece no solo de presupuesto sino siquiera de un discurso que le sirva de fundamento para una política seria en la materia que le corresponde.
Me proponía también criticar el discurso de la oposición a este Gobierno, que podría calificar sin pérdida de patético. Caduco, hacendatario o militar (dependiendo de si hablamos del PSC, Prian o PSP), conocedores de las mañas pero nunca del contenido de la democracia, no mucho puede esperarse de estos partidos cuyo principal argumento (adornado de falacias y pastiches) es la calificación de Correa de comunista y chavista, para lo cual casi las únicas pruebas que aportan son su propia ignorancia de los detalles de ambas afirmaciones y su desparpajo para expresarlas.Tales eran mis propósitos para este sábado. Pero el escenario que resultó de esta semana modificó mis planes y me lega, para la columna de hoy, una constatación, una reflexión y una propuesta.
Mi constatación: un señor de nombre Édison, como el apellido del célebre inventor norteamericano, que fungió de Presidente encargado el día que el Congreso Nacional expidió la Resolución que destituyó al Presidente del TSE, tiene mañas, como su nombre anuncia, de inventor. En efecto, Édison Chávez, de PSP, defendió con triste desparpajo la invención de la figura jurídica de “sustitución” mediante la absurda interpretación del artículo 209 de la Constitución y en violación del procedimiento establecido y del principio de legalidad. Este prospecto de inventor merece, por supuesto, una calificación de 0 en Derecho Constitucional y tampoco marcan muy distinto los otros 51 comparsas de ese absurdo, que motivó la ilegal reacción del TSE. Estos hechos fundamentan mi reflexión, misma que no extenderé demasiado porque ayer la expresó con cabales términos Orlando Alcívar: en este país “se ha hecho costumbre romper la Constitución descaradamente sin que nadie sea responsable de nada” porque “impera el poder y no el derecho”; Alcívar preguntaba si este país constituye un Estado de Derecho y la respuesta obvia es no. Mi propuesta, finalmente: la entidad más desprestigiada de este país, el Congreso Nacional, debe recular: ya probaron de su propia medicina y sus reclamos de respeto a la legalidad suenan a broma de pésimo gusto: sin posición dominante ni legitimidad alguna que defender, deberían dialogar para volver a fojas cero el problema con el TSE y darle paso a la Consulta Popular que, para bien o para mal, es un anhelo de la mayoría. Pero tanta sensatez les ha sido siempre esquiva: ustedes tranquilos, lectores: ya vendrán tiempos peores.
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