Publicado en diario El universo el 24 de marzo de
2007.
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“El fin de Delfín” se titula el último post
que se publicó en el laudatorio
blog oficial del cantante Delfín Quishpe, que se dedicó por entero a
la adoración de su objeto de culto. Esta ciberpágina recogió los videos de sus
conciertos en Ecuador y en el extranjero, expuso los homenajes de sus
admiradores de varios países, divulgó sus entrevistas y ofreció sus ringtones.
Pero este blog cerró la semana pasada, y sus razones son elocuentes:
“Logramos lo que queríamos, darle a este chico pero gran país [Ecuador] un
espacio en el mundo globalizado y por sobre todo, divertirnos. Pero la
diversión se acabó, ya no creemos en Delfín, es una pena enorme pero así es la
vida, es creer y dejar de creer”.
Pero, ¿quién es Delfín? Este Diario le dedicó un
reportaje en su edición del domingo 4 de febrero; en su ciberpágina, él se
compara con “artistas de la talla de Ricky Martin, Shakira, Juanes” .
Originario del poblado San Antonio de Encalado, cantón Guamote, provincia de
Chimborazo, puede predicarse sin error que Delfín Quishpe era famoso entre los
miembros de los estratos populares de la Sierra central a la que él se
pertenece. El estrecho ámbito de su fama se multiplicó, sin embargo, gracias a YouTube:
su canción Torres Gemelas se publicó en este portal el 1 de diciembre del 2006
y se convirtió en un éxito instantáneo. Torres Gemelas tiene, según Delfín,
“una letra triste y un ritmo alegre”; su género es el “folclore tecnoandino” y
sus características, lo kitsch y la carencia de sintaxis. Hasta hoy,
este video ha recibido en YouTube cerca de 1’000.000 de vistas y 4.000
comentarios, que se dividen entre expresiones de desprecio e insultos racistas
y valoraciones de Delfín como feliz baluarte de la comicidad involuntaria e
ícono de la contracultura.
Delfín, por su parte, afirma que con Torres Gemelas
pretende rendirle “homenaje a todos los compatriotas que perdieron sus vidas el
11 de septiembre del 2001”. La mayoría de los miembros de los estratos
populares entienden, en efecto, que Torres Gemelas no es otra cosa que la
triste historia de un compatriota migrante; las clases medias y las élites, en
cambio, tienden a burlarse de este video y lo hacen, la mayoría de las veces,
con ostentación de una no disimulada carga de superioridad cultural. Así, el
éxito de Delfín nos pone de manifiesto un hecho capital, esto es, que somos un
país esencialmente fragmentado, en el que las clases medias y las élites
usualmente no entendemos ni queremos entender el imaginario y la estética de
los miembros de los estratos populares (y sino, díganme cómo entender estos dos
ejemplos: el fenómeno de los chanchitos en la pared que pintó Daniel Adum, que
histerizó a los residentes de las ciudadelas burbuja de Samborondón, o que en
Quito no se haya podido exhibir en el Museo de la Ciudad el trabajo Divas de la
Tecnocumbia). Y los ejemplos podrían multiplicarse, en ámbitos individuales o
sociales, por centenas. Delfín Quisphe, entonces, se revela como un claro
símbolo de las severas averías existenciales que supone la ecuatorianidad y del
hecho triste y cierto de que ser ecuatoriano constituye un mero acto de fe en
un país de no creyentes.
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