Toda ciudad solía construirse antaño a partir de
necesidades colectivas o simbólicas; hoy, no es extraño que se la construya
desde la imposición de la rentabilidad y el lucro que las convierte en
acumulaciones de individuos cuyo casi único vínculo es el consumismo. Los
ideólogos de este tipo de ciudad tienen como aliado al arquitecto holandés Rem
Koolhaas, quien en su célebre obra S, M, X, XL acuñó el concepto de
“ciudad genérica”. Rubén Gallo perfila las ciudades genéricas como los
“espacios urbanos indistinguibles entre sí, sitios inertes en donde las fuerzas
de la modernización terminarán por suprimir toda diferencia cultural y
arquitectónica. El aeropuerto, nos dice Koolhaas, es el modelo de toda ciudad
genérica: todos los aeropuertos del mundo son idénticos –tienen las mismas
tiendas, la misma organización, los mismos espacios fríos e impersonales– y
poco o nada reflejan de la cultura local. Llegará el día en que todas las
ciudades del mundo serán como los aeropuertos: espacios genéricos”. El propio
Koolhaas declaró que la ciudad genérica es “igual de emocionante –o de
aburrida– que un estudio de Hollywood; se puede crear una nueva identidad cada
semana” y que “la tranquilidad de la ciudad genérica es el resultado de la
total evacuación del espacio público; es como si hubiera sonado una alarma de
incendio”. En efecto, en el tránsito de convertirse en ciudad genérica, la
ciudad en cuestión pierde su personalidad propia y su arquitectura se torna una
permanente forma de control.
El proceso de Regeneración Urbana presenta atributos
de ciudad genérica: la imposición continua de una disciplina sobre los usos
públicos (de sentarse, circular, besarse, vestirse, de “reservarse el derecho
de admisión”) y de regulaciones inconsultas (la estética que se impone, la
eliminación de bancas, la implementación de disfuncionales áreas verdes)
promueven un uso del espacio público sujeto a controles extremos (propicios a
la comisión de violaciones a los derechos civiles de los ciudadanos) y la
conversión de estos en turistas (entiéndase: consumidores) de su propia ciudad.
Que la rentabilidad y el lucro son el supuesto norte de los guayaquileños lo
explicita un archiconocido cofrade del partido político cuya relación con el
proceso de Regeneración Urbana es íntima, el señor Miguel "Cleclé"
Orellana, quien en su libro fotográfico Santiago de Guayaquil. Una Ciudad
Abierta, nos presenta dos fotos aéreas de La Puntilla y Samborondón con el
siguiente decidor pie de página: “Metas geográficas y personales de quienes
viven en una ciudad abierta”. Así de simple.
Pero Guayaquil y las ciudades de América Latina en
general, se resisten a estas imposiciones. Expongo este argumento mediante la
obra Citámbulos. Guía de Asombros de Ciudad de México. El Transcurrir de lo
Insólito, que se halla justo en las antípodas del libro de Orellana: esta
“guía para perderse en Ciudad de México” (Citámbulos: ambulantes de ciudad)
ofrece 121 retratos de la vida contemporánea de esa delirante metrópoli que
constituyen irónicas resistencias contra la homogeneización del espacio público
y una “invitación a abandonar el sillón de lectura, deambular por la ciudad y
convertirse en citámbulo, dejando que los viejos bostezos y muecas de
desesperación se transformen en refrescantes bocanadas de asombro” (háganme
ustedes el favor de favorecerse con unos ejemplos de su ciberpágina y transpórtelos en feliz uso de su
imaginación a Guayaquil: es posible y exquisito.) Ante las vastas imposiciones
(arbitrarias muchas) en los espacios públicos de Guayaquil y las burdas
simplificaciones que se hacen de sus ciudadanos, aprendamos nosotros a asombrarnos
de los detalles que singularizan (a despecho de las intenciones de convertirla
en “genérica”) a nuestra ciudad, que la tornan única y que le conceden, en real
definitiva, su entrañable y extraña belleza.
Entrada del 2007 y aun se antoja actual...
ResponderEliminarun día un amigo que hasta ese momento no había dicho nada trascendental en su vida dijo: -esta ciudad es como una tramoya- muy a lo "ciudad genérica" como mencionas.
Pero bueno, lo genérico y la tramoya de todos modos contienen una vida, es sólo la estructura, lo visual, las paredes las mismas, que aunque sí inciden, potencian ciertas cosas que hacen que mi Gye amada siga siendo mi Gye amada.
Nada más, saludos