El primer disco de Joaquín Sabina data de 1978 y se
llamó Inventario. Tenía diez canciones: la cuarta del Lado A del LP de
añejo vinil se llamó 1968 y, como su título lo anuncia, nos habla de Sartre,
Dylan, sexo, Vietnam, México, Che Guevara, Praga, París, claveles, Massiel, San
Francisco, de Gaulle… Comienza tan certera la canción, “Aquel año Mayo / duró
doce meses” y su coro nos remite directo a la euforia de esa época, “la poesía
salió a la calle / reconocimos nuestros rostros /supimos que todo es posible /
en 1968”, para cerrar con esta línea desencantada, “ya se secaron las flores de
1968”. Yo disiento. Y afirmo a continuación que la herencia de Mayo de 1968
vive todavía.
Para fundamentar mi disensión y mi afirmación, acudo
a uno de los filósofos más lúcidos del siglo XX, Cornelius Castoriadis, quien
sobre Mayo de 1968 reflexionó que su cacareado fracaso “no reduce sin embargo
la inmensa importancia positiva de Mayo de 1968, que reveló e hizo visible para
todos algo fundamental: el lugar verdadero de la política no es aquel que se
creía. El lugar de la política está en todas partes. El lugar de la política es
la sociedad” y que la “inspiración profunda” de esas jornadas del Mayo francés
“era la aspiración a la autonomía tanto en su dimensión social como
individual”. O para reformularlo con las muy actuales y precisas palabras de
Roberto Gargarella: en política, debemos aspirar a fortalecer “nuestra
autonomía individual y nuestro autogobierno colectivo”. Y ya situados en este
punto vuelvo a Sabina (quien, por cierto, opina que su disco Inventario es
“nada memorable”) y coincido con él en que “lo primero que se me ocurre al
pensar en política es ‘caca’. Lo segundo, que es algo demasiado importante para
dejarlo en manos de los políticos”.
Me permito traducirles estas reflexiones en clave
ecuatoriana porque precisamente son ahora más necesarias que nunca, en
particular, para quienes habitamos en esta ciudad. Nuestras posibilidades de
acción política no se agotan para nada en la torpe falacia de falso dilema
(“quienes están con Nebot están contra Correa, quienes con Correa contra
Nebot”) que muchos proponen y que perpetúa las tradiciones de caudillismo,
miseria ideológica y débil sociedad civil, pesados lastres de nuestra cultura
política. Sépanlo ustedes: ni al Gobierno Municipal ni al Gobierno Nacional les
interesa deshacerse de estos lastres; sí les interesa, en todo caso, medrar de
ellos: lo prueban sus leyes, sus ordenanzas, sus actos. Nosotros (lo que habla
realmente pésimo de nosotros) durante décadas se lo hemos consentido. Nosotros,
hoy, debemos encaminar nuestra acción política (mediante el uso de los canales
alternativos de comunicación, de la autogestión, de la protesta pública) a la
creación de una creciente capacidad de auto-organización y de autogobierno. Y
cuando escribo “nosotros” pienso en “nosotros, los ciudadanos”: una condición
ésta (la ciudadanía) que las autoridades nunca han querido y rara vez permitido
que tengamos (así nos manipulan con mayor facilidad) y que muchos individuos
parece que no tienen el valor de asumir (¿miedo a asumir las responsabilidades
de la libertad política?). En definitiva: una ciudadanía activa, participativa,
lúdica (porque después de todo, la imaginación al poder, ¿o no?): tal es la
herencia viva de ese Mayo de 1968.
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