Desarrollar es expandir la libertad en un país

14 de agosto de 2008

En mi columna "Control social y desarrollo" cité una referencia al filósofo Amartya Sen que en su bitácora de Internet formuló Roberto Gargarella. Hoy, esa bitácora nos remite a este artículo que publicó Gargarella en diario El Clarín, que amplía y comenta las ideas de Amartya Sen sobre desarrollo y libertad, que tiene su enlace acá, pero que transcribo entero (y suscribo entero, por supuesto) a continuación:

"Desarrollar es expandir la libertad en un país
Empobrece limitarse a buscar el crecimiento económico. Una sociedad justa debe brindar libertades civiles, políticas, económicas y sociales.

Por: Roberto Gargarella

Fuente: Profesor de derecho Constitucional (UBA-Univ. di Tella)

El famoso economista y Premio Nobel indio, Amartya Sen, abre uno de sus trabajos más recientes -Desarrollo y libertad (en verdad, y según el texto original, "Desarrollo como libertad")- con una definición de desarrollo muy poco ortodoxa. Para él, desarrollar un país es expandir la libertad de ese país. La idea de libertad, nos aclara enseguida, incluye tanto a las tradicionales libertades civiles y políticas (libertad de criticar al gobierno, libertad de asociarse con otros, transparencia informativa), como a ciertas seguridades básicas en materia de salud y educación. El desarrollo queda así vinculado, íntima y necesariamente, con la protección de derechos humanos básicos, y con una particular concepción de la democracia (una concepción que garantiza la reflexión crítica y el diálogo público).


El planteo del economista y filósofo indio sugiere inmediatamente una cantidad de consecuencias de extraordinario peso.

En primer lugar, el enfoque propuesto por Sen desacopla, drásticamente, las ideas de desarrollo y crecimiento económico; o desarrollo y aumento del producto bruto interno; o desarrollo y mayor tecnología; o desarrollo e industrialización. Todos estos resultados son seguramente interesantes -objetivos que un Estado puede proponerse, legítimamente- pero no representan, para Sen, más que medios posibles para conseguir lo realmente importante: mayores libertades civiles, políticas, económicas, sociales.

Una segunda consecuencia de este enfoque (la contracara de lo dicho recién) es que, para Sen, el asegurar la vigencia de nuestras libertades básicas no aparece, simplemente, como un objetivo deseable del desarrollo, una consecuencia posible del mismo, un resultado previsible o seguro, sino el fin constitutivo que debiera caracterizar a cualquier proceso decente de desarrollo.

Para Sen, ningún proceso de desarrollo aceptable puede amparar la postergación de ciertos derechos o libertades básicas "hasta que, previamente, generemos un aumento sustancial de la producción," o "hasta que la torta haya crecido lo suficiente" -tal como el discurso oficial y el de muchos de sus críticos silenciosamente repiten.

Tercera consecuencia, ningún país merece nuestro aplauso y crédito por afianzar ciertas libertades (digamos, las libertades de expresión y asociación), si al mismo tiempo descuida las libertades restantes (pongamos, el derecho de todos sus habitantes a cuidados de salud básicos, o a una educación apropiada, con independencia de las circunstancias más o menos afortunadas dentro de las cuales hayan nacido).

Luego de lo expuesto, algunos podrían decir que, a través de su noción de desarrollo, Sen fija un ideal demasiado alto, imposible de alcanzar. Contra ellos, me interesaría sostener que, por medio de su propuesta, Sen sólo nos ayuda a ver hasta qué punto los ideales vigentes sobre el desarrollo resultan abominables. Un modelo de desarrollo que identifique desarrollo con crecimiento económico, y que considere a las garantías de salud y educación para todos (y sobre todo para los que están peor) como consecuencias posibles y no necesarias de ese proceso, debiera merecer nuestro absoluto repudio. Un modelo de desarrollo que en lugar de eliminar la pobreza sólo garantice la reproducción de la misma, asegurando una supervivencia dependiente para los más pobres, debiera ser considerado inaceptable. Un modelo de desarrollo que incorpore a la mentira como estrategia, que no nos provea cada día la información más precisa posible sobre lo que se está haciendo, que no garantice las mejores condiciones para que pensemos críticamente sobre él, debiera ser considerado -siempre- como incompatible con los ideales propios de cualquier sociedad justa, ya sea que hablemos de la India o de la Argentina".

O de Ecuador. En particular, sería interesante debatir sobre estas ideas de desarrollo y libertad a la luz de lo que propone el proyecto de nueva Constitución. Asignatura pendiente.

5 comentarios:

Pedro Esteban dijo...

Pana Xavier ¿y con todo lo que lees y escribes no pudiste en las cámaras echar al tarro de la basura ese mamotreto constitucional?

Compadre que contradictorio eres, hablas mucho de libertad y desarrollo pero en la práctica...

Xavier dijo...

Pana Pedro Esteban, tendrías que justificar el que yo deba echar a la basura "ese mamotreto constitucional". Si quieres le entramos un poco a esa discusión. De hecho, la parte de tu comentario que me toca, esto es, la supuesta contradicción entre no echar a la basura ese "mamotreto constitucional" y hablar de libertad y desarrollo, me obliga a entrarle un poquito al tema. Mi discurso sobre la libertad (la autonomía individual) y las garantías que la hagan efectiva, tiene correlato en el texto constitucional. Sobre desarrollo (como lo propone Sen, comenta Gargarella y suscribo yo) me parece que el proyecto de nueva Constitución, en todo caso, realiza de mejor manera esa propuesta de desarrollo que una Constitución o una política de estricto cuño liberal. El debate sobre la pertinencia de esta propuesta de desarrollo y su concreción en el texto constitucional merece ampliarse y profundizarse, por supuesto. Pero en todo caso, la supuesta contradicción que me atribuyes se diluye. Gracias por tu comentario. Salud.

Anónimo dijo...

Entrémole a la discusión. Veamos abg. flores, quisiera mayor precisión, ¿utiliza la expresión cuño liberal para referirse a la política económica o a la política democrática? En la presente entrada, es a la economía liberal clásica (laizzes faire) y a su versión contemporánea, el neoliberalismo, aquello para lo cual todo nuestro repudio debe ser dirigido.
Quedarse allí nomás sería un error, si usted se dice afín con las ideas de Gargarella, le recomiendo que lea su libro "La Justicia frente al Gobierno" en donde se fundamenta una posición política muy particular, la democracia genuinamente radical.
¿Se ha preguntado alguna vez acerca de lo paradójica de la expresión democracia constitucional?
Es manifiesta la carencia de conocimientos de los agentes constituyentes, en cuanto a teoría constitucional se refiere.
¿Cómo compatibiliza usted el autogobierno de los iguales, con el diseño de un plan de desarrollo impuesto a los futuros representantes de la mayorías?
Su proyecto de constitución(nótese que le atribuyo la propiedad intelectual de algunas palabritas que aparecen en el proyecto oficial y que -no obstante- nunca fueron aprobadas por la única autoridad competente, la mayorá absoluta de la asamblea) atrinchera ciertos intereses (derechos) que normativamente son decididos por la política ordinaria, de las mayorías del momento. Hay cuestiones que corresponden al gobierno de los vivos, sin dudas.
En el 2030 los legisladores ecuatorianos se encontrarán con que ser progresistas en el 2008 suponía la elaboración de absurdos conceptos jurídicos, ridiculeces de tal envergadura que no resisten el menor análisis crítico, me refiero a los revolucionarios derechos de la naturaleza, como un ejemplo.
Saludos

Xavier dijo...

Bien, entrémosle. En principio, utilizo la expresión "de cuño liberal" en el sentido del párrafo quinto del artículo de Gargarella. Ahora, me interesó la pregunta relativa a compatibilizar el autogobierno de los iguales con el diseño de un plan de desarrollo impuesto a los futuros representantes de las mayorías. Para que exista ese autogobierno de los iguales tiene que existir, previamente, la aplicación de estrategias igualitarias que promuevan esa igualdad. Coincido con Sen y con Gargarella en que el desarrollo supone la expansión de las libertades básicas, la vinculación con condiciones de participación y discusión y la atención de derechos como la educación y la salud. No será difícil coincidir en que ese entramado de libertades, participación y derechos promueve la igualdad y es condición necesaria para el llamado "autogobierno de los iguales". Ahora, este entramado solo se puede realizar mediante la implementación de un plan de desarrollo que concrete esas libertades, esa participación y esos derechos. No será difícil coincidir en que en el proyecto de nueva Constitución va más allá de implementar lo que propone Sen; es excesivo. Pero es también la única ocasión (no sin excesos de lírica y con derechos payasos como los de la naturaleza, cuya crítica suscribo y yo mismo formulé al amparo de Tico Tico) que se toma en serio la concreción de políticas públicas que materialicen la carta de derechos, porque siempre ha existido esa esquizofrenia entre las promesas del Estado y los mecanismos de participación, exigibilidad y políticas públicas necesarias para cumplirlas. El tema da para mucho más, sigamos. Gracias por el comentario, y si me puedes prestar el libro de Gargarella (yo tengo algunos, podríamos hacer un intercambio) mucho te lo agradeceré. Salute.

Anónimo dijo...

Le agradezco su réplica. En realidad, por mi -temporal y relativa- poca capacidad adquisitiva, no acostumbro a comprar libros. Dicho libro lo estudié con profundidad, algunos de mis garabatos (apuntes) captan lo esencial de la obra.
Se supone que se valora a la democracia deliberativa por ser el sucedáneo del discurso moral que tiene capacidad epistémica (que los hechos morales pueden ser cognoscibles mediante el discurso colectivo).
¿Cómo queda ese nuevo Estado de la revolución ciudadana, garante de una bastísima cantidad de derechos, en donde la patria ya es de todos (especie de dictadura del proletariado pero sin lucha armada, patrañas)?
¿Para qué la deliberación si ya todo está decidido?
Los futuros representantes de la voluntad mayoritaria tendrán un límite grande y costoso, el ámbito de las decisiones quedará muy reducido.
Los derechos para garantizar la deliberación que han sido consagrados en el proyecto son autofrustrantes. ¿Si lo que es bueno y malo ya está decidido, entonces qué queda por decidir?
La teoría constitucional monista, elaborada por John Ely en su obra "Democracia y Desconfianza", sostiene que -en democracia- la única decisión que debe importar es la de la mayoría del momento. Por ello una constítución (norma con pretensión de ser fundamento) debería ser netamente procidemental, como si fuera el esqueleto y las decisiones democráticas (del día a día) la carne. No obstante surgen dudas, porque de hecho la misma forma debe tener algo de contenido, ¿cuáles son los derechos procedimentales y cuáles los materiales? ¿Esta interrogante debe ser decidida de una vez por todas (constitucionalmente), o debe quedar abierta a nuevas ideas (legislación ordinaria)?
¿Para qué la democracia si en Montecristi se tuvo la certeza de la corrección del contenido del buen vivir?
Otra interrogante, ¿será cierto que los marginados deban conocer que tienen derechos para saber que están marginados?
La historia enseña que la emancipación social se da con lucha violenta (política) no con derechos jurídicos (política con pretensión de perdurabilidad, luego de peleada la lucha).

Saludos.