La profecía que se autocumple

17 de septiembre de 2008

Mi columna Constitución, Drogas y Autonomía que se publicó en diario El Universo y en esta bitácora el sábado 6 de setiembre produjo críticas que resumo sin pérdida en que los consumidores de drogas son delincuentes porque “asaltan y si [uno] se resiste lo pueden fácilmente matar” y que mi postura incentiva el tráfico de las drogas porque “se produce una cadena de delitos como producción, comercialización, enriquecimiento ilícito, asesinatos, corrupción”.

En principio, yo no discuto que personas consumidoras de drogas cometan delitos. Esta constatación, sin embargo, no puede desconocer dos realidades: 1) no todos los consumidores de drogas, sino una minoría, son los que cometen esos delitos. El que esa minoría los cometa no justifica, por supuesto, la criminalización del consumo en general; 2) los delitos que se cometen bajo la influencia del alcohol son mucho más numerosos que los que se cometen bajo la influencia de las drogas. Y sin embargo…

Pero a mayor y necesario abundamiento, la mejor respuesta para estas críticas que se formularon a mi columna la argumentó en su artículo “Drogas, derecho y democracia” el inmenso jurista colombiano Rodrigo Uprimny Yépez cuando describe lo que él denomina la “profecía que se autocumple”, en los siguientes cabales términos:

“… el discur­so prohibicionista tiene la diabó­lica virtud de operar como una suerte de profecía que se autocumple: su puesta en ejecu­ción crea socialmente las premi­sas de las cuales parte. Así por ejemplo, el prohibicionismo consi­dera que todo uso es abuso y lleva indefec­tiblemente al deterioro físico y síquico del consumi­dor; por eso recomienda prohibir todo consumo. Al hacerlo, margina a los usuarios, quienes obligados a vivir en la ilegalidad y en la exclu­sión, es posible que sufran deterioros síquicos y físicos importan­tes, lo cual refuerza la premisa de partida del prohibicio­nista, según la cual todo uso de esas sustancias prohibidas es abuso y deteriora invariablemente al consumidor. La opinión pública queda entonces convencida de esa premisa, a pesar de que ella es falsa, pues no todo uso es un abuso, como lo muestra la diferencia que existe entre un alcohólico y un consumidor social de licor”. Y continúa Uprimny con la afirmación de que una vez que se consolida esta macabra estrategia, “el adicto es representado como el elemento dinamizador de la actividad de las organizaciones criminales. La ‘guerra a las drogas’ adquiere entonces el sabor de una cruzada por la salvación de la humanidad, frente a la cual no pueden existir críticos sino tan sólo herejes y traidores”. De hecho, así lo creen los críticos de mi columna del 6 de este mes. Rodrigo Uprimny les prueba, con la solvencia que lo caracteriza, que están en un error.

A manera de bonus track les cuelgo esta entrevista a Luigi Ferrajoli en que el jurista italiano se explaya sobre éste y otros tópicos. Viene muy bien como complemento para pensar estas ideas con profundidad y detalle, y no desde los errados prejuicios de quienes creen conocer cómo son los otros y cómo controlarlos.