Una vez Argentina

22 de febrero de 2009

Se le atribuye a Octavio Paz aquella feliz humorada de que los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos. Sé (porque lo releí los otros días colgado en mi hamaca en el Inodoro Pereyra No 14) que Inodoro discute con su perro Mendieta acerca del ser argentino. El Negro Fontanarrosa, siempre genial, coloca el siguiente dialogo en sus bocas: “Inodoro: ‘… han forjáu un Ser Nacional, más buscáu que el Eslabón Perdido’. Mendieta: ‘Es que no somos el Ser Nacional. Somos el Ser Internacional’”.

Eso es cierto. El libro de Andrés Neuman, Una Vez Argentina, puede fungir de competente prueba de ese “Ser Internacional”. Neuman, descendiente de lituanos, polacos, españoles e italianos (pero, ¡cómo no?) advierte en el prefacio que “todos los personajes reales de esta novela aparecen como ficciones. Todas las invenciones que hay en ella quisieran parecer probables”. De esos personajes y sus probabilidades nos habla Neuman en su novela, y lo hace con maestría.

Me interesa, en todo caso, destacar el escenario que influyó para que Neuman y su narrativa sean posibles. En la Argentina de mediados del siglo XIX se dictó una Constitución que, en palabras de Courtis y Abramovich, otorgó una importancia no menor “al aseguramiento de la educación primaria por parte de las provincias –dato que prefigura la importancia de las élites liberales locales otorgarán a la educación como factor de unidad nacional”; fue presidente Sarmiento, quien declaró "gobernar es poblar" y tradujo en hechos la importancia constitucional de la educación. La consecuencia, según el escritor Marcos Aguinis, fue que el sistema educativo “logró una disminución sostenida del monstruoso analfabetismo, aceleró la integración de la avalancha inmigratoria, estimuló el arraigo nacional y el sentimiento de patria. Expandió una base cultural común sobre la que era posible la creación, el respeto y saludables diferencias”.

Para esa misma época en Ecuador gobernó una de las pocas personas que en el siglo XIX se tomó en serio la Presidencia de la República: Gabriel García Moreno. También le concedió importancia a la educación, pero lejos de amalgamar una identidad de país (todavía hoy a retazos) la tiñó de ese fanatismo que tanto lo caracterizó. En materia educativa, en el país se aplicó el artículo 3 del Concordato: “La instrucción de la juventud en las universidades, facultades, escuelas públicas y privadas, será en todo conforme a la doctrina de la Religión Católica”. La consecuencia, según Osvaldo Hurtado, es que el pueblo “cae en el fatalismo, se considera impotente para transformar el mundo, se enajena de la realidad que le rodea y adopta actitudes contemplativas que mantienen estática a la sociedad y facilitan la explotación general”. Esa aciaga realidad no se disipa (digamos, Padre Arregui mediante, por ejemplo) todavía.

Quiero no omitir que la trascendencia cultural de Argentina no está en duda. Acaso este libro de Neuman lo pruebe, acaso sea obra de los constituyentes liberales del siglo XIX y de la férrea voluntad de un hombre. Nosotros, todavía, en otro borde.

12 comentarios:

Andrés Chiriboga T. dijo...

Xavier, tu reflexión sobre García Moreno y su impulso a la educación desde el fanatismo religioso me lleva a desarrollar otras ideas. Estoy de acuerdo en la lógica fatalista y poco transformadora que se desprende de dicho tipo de educación.

Pero creo que hay que hacer una acotación adicional. La educación impulsada por García Moreno lleva la impronta de sus colaboradores más cercanos: los jesuitas. Te cuento esto porque me eduqué en un colegio jesuita, el San Gabriel de Quito. Me considero crítico de la misma, aunque guardo los mejores recuerdos de la época colegial, más ligados a los amigos que conservo. Pero en fin... Los jesuitas impulsan una educación de tipo elitista. El lema ignaciano de "ser más, para servir mejor" que en la superficie suena a misionero (por el lado de servir), denota también un "ser mejor que los demás." Y mediante mecanismos sutiles, yo sentí que la educación jesuita te jalaba en esa dirección.

Con esto quiero decir que aquella educación que impulsó García Moreno, a más de construir sujetos fatalistas (desde la lógica del sacrificio cristiano)desplegó un componente clasista importante, cuyos rezagos se ven todavía; y que además le da una connotación adicional a lo que tú llamas, al citar a Hurtado, "facilitar la explotación general." Y eso hablando de los jesuitas y sin entrar en el oscuro terreno del Opus Dei (padre Arregui y co.)

Un abrazo!

Micaela Delgado dijo...

Buena teoría la de Hurtado. No lo había visto de ese modo, pero es cierto. Esa es una de las razones de nuestra inercia.
Yo también me he dado cuenta de que entre los latinoamericanos el ecuatoriano es uno de los menos identificados con su origen. O no es cierto acaso que en promedio no estamos orgullosos de ser ecuatorianos? Tenemos una muy baja autoestima. Y es por eso que van los ecuatorianos a trabajar a España y facilito se dejan tratar mal de los españoles.

Xavier dijo...

Andrés, concuerdo en líneas generales con tu crítica a los jesuitas. Y sobre el Opus Dei, pues mucho, mucho que decir.
MicaelaDA, lo que dices de los ecuatorianos es cierto. Es un país con una fractura social enorme y su consecuencia evidente es una identidad deteriorada. Mucho que decir al respecto, espero en alguna entrada próxima abundar al respecto. Saludes.

azul dijo...

Xavier, Micaela,

a mí eso de "amalgamar una identidad ecuatoriana" me asusta más que atrae. me suena a homogeneización, asimilación. identificarse, definirse, constriñe más que libera. y la educación debe ser liberación, creo.

soy ecuatoriana porque nací en el territorio de esta cosa que se llama ecuador. un accidente del destino. no reniego de él pero no veo razón de orgullo.

la autoestima es una cosa personal y no creo que dependa de de dónde venimos. hay ecuatorianos muy arrogantes dentro y fuera del país.

entiendo que a veces toque asumir alguna identidad, digamos que por razones de estrategia de lucha política. lo que no puedo apoyar, eso sí, es que de identidad oprimida se pase a opresora, ni que a cuenta de que hemos sido marginales luego nos sentimos autorizados a marginar o a proclamarnos superiores. pero bueno, creo que esto se sale un poco del tema. lo dejo ahí.

Juan Sebastián Utreras-Carrera dijo...

Entrando un poco mas en la polémica de la educación elitista de los jesuitas, debo confesar que yo también me gradué en el San Gabriel de Quito.

Sin embargo debo hacer un par de aclaraciones a las palabras del otro gabrielino.

Es cierto que el enfoque educacional de los jesuitas tiene corte elitista. No obstante, pregunto yo, así como lo hacen ellos: ¿qué tiene de malo ser parte de una élite? ¿En dónde radica el crimen?

Da la impresión de que el gabrielino que habló antes de mi, no tiene bien claro el concepto de élites, y se limita a una concepción mediocre y diminuta, que se aferra a animadversiones, estereotipos y a posturas socialistoides igual de fundamentalistas, pero desde la vereda de en frente.

Xavier Flores, por ejemplo, es miembro de una élite. El, por sus propios medios, ha sabido encumbrarse dentro de una bien respetada y nada deleznable o condenable élite. Esa élite no admite miembros así como así. Para ser parte de esa élite, se requieren ciertos requisitos previos. Xavier, pertenece a un grupo de gente extremadamente minoritario en nuestra sociedad. Xavier es un intelectual. Su élite solo admite gente, que como él, ha cultivado el intelecto. El dinero es superfluo. Fue a Xavier, y a otros bienpensantes intelectuales de similar laya, a quienes pidieron que editen o corrijan la infausta sábana constitucional. No se lo pidieron a un terceto compuesto por un panadero, un albañil y una enfermera. ¿Por qué? Porque pertenecen a una élite exclusiva, que se especializa en dichos temas. ¿Los hace a ellos superiores o mejores que la enfermera, el panadero o el albañil? No. Ellos no son superiores o mejores que cualquier otra persona. Pero si son, mas educados, refinados y cultivados. Eso los convierte en una élite necesaria. ¿Me equivoco?

Andrés Chiriboga confunde el término élite, con el de club exclusivo. Error muy común en el vulgo poco ilustrado.

Los que hemos tenido la suerte de acceder a una educación formal, (léase escuela, colegio, universidad) de calidad, ¿debemos sentirnos culpables despreciables porque otros no han tenido esa suerte?. Los que hemos tenido la fortuna de una magnífica educación informal (léase, la educación recibida en el hogar, y lo que hemos cultivado de nuestro propio peculio) ¿debemos considerarnos malos por estar mas aventajados que el resto de ecuatorianos, que son una ráfaga de analfabetos funcionales?

El mundo necesita de intelectuales, de científicos, de abogados, de médicos, de profesionales, y ellos son las élites por las que, y a las que los jesuitas dedican sus esfuerzos educacionales.

Apreciaciones comunistoides de mediocre igualdad, permiten que alguien juzgue tan superficialmente y a la ligera, la vocación educacional de los jesuitas.

Errores. Si, tienen muchos, y como Xavier dice sobre su pana Correa, al justificar su estulticia y oprobio, de todos modos, son mucho mas las cosas positivas que se emanan de esos jesuitas que las negativas.

Todos los que tenemos la fortuna, incluido Xavier Flores Aguirre, de encontrarnos mejor ilustrados, capacitados y educados que la mayoría de la masa popular, somos un tipo de élite. No necesariamente económica, sino intelectual.

Para que Xavier Flores Aguirre, por ejemplo, opte libremente por querer departir su tiempo y consumir energía en pláticas con alguien, estoy mas que seguro, que hay que demostrar tener un poco mas de educación que el tendero de la esquina. Dudo mucho que Xavier, por ejemplo, busque en el populacho o en las turbas, a alguien que le proporcione una conversación y tertulia estimulante. O al menos, se que preferirá una buena copa de vino, con alguien deseoso de charlar sobre Bukowski y la lírica de Sabina, que algún riquillo que solo sepa hablar de carros nuevos y de ropa de marca, o de cuestiones monetarias, aún si la persona que conoce de Bukowski y Sabina sea el lustrabotas de la esquina. Esa simple preferencia, lo convierte en elitista. El mundo necesita de las élites. Sin ellas, no hay líderes ni progreso. Todos convertidos en obreros de una zafra, nos tendría sumidos en la miseria que es Cuba hoy.

Los que mantenemos, o al menos intentamos mantener discusiones y debates “robustos” según los propios parámetros elitistas y excluyentes de Xavier, pertenecemos a una élite.

El 80% (aproximadamente) de ecuatorianos son, con el perdón de los políticamente correctos, populacho de variopinta educación y cultura de medio pelo para abajo. Existe un 20% de ecuatorianos, que nos debatimos en esferas un poco mas sofisticadas de pensamiento. Eso también explica, porque Correa es popular. Correa no busca apelar al intelecto de unos pocos, como Xavier, quien, justifica los desatinos, incoherencias y falacias de este gobierno, porque aún respira algo de ideología y cree que ésta proviene de ahí, o porque los coqueteos amanerados de Correa y sus causas por los “derechos” le hacen guiños de ojos. Correa apela al tripaje (léase, visceralidad, bajas pasiones, populismo adornado con demagogia y retórica inflamante y esparcidos con agobiante propaganda y dádivas menesterosas) de ese 80% de ecuatorianos, cuyo nivel educacional y cultural es mínimo o básico, y por esa razón carecen de un marco de referencia para generarse juicios mas sofisticados o elevados. Se dejan llevar por la lucha de clases, por el odio, el rencor, y la envidia a un tipo de élite, dentro de la cual, embuten a otras élites.

Juan Sebastián Utreras-Carrera dijo...

Addendum:

De paso sea dicho, yo abogo porque ese 80% de ecuatorianos, es decir, ese populacho ignorante, deje de serlo. Correa y su obra no tendrían cabida en un país lleno de gente con una educación y cultura mejores. La impunidad, cinismo y prepotencia de éste, y de los otros mediocres e insulsos gobiernos de antes, no tendrían espacio, y encontrarían un freno, en el imperio de la ley, en un verdadero estado de derecho.

El socialismo del siglo XXI no persigue ese ideal de hacer de los ecuatorianos algo mas que unos semovientes parlantes. No le conviene gente pensante y con buenos marcos de referencia intelectuales.

Si a esa revolución ciudadan le importase realmente una exaltación de la educación y la cultura, en estos 2 años de gobierno, ya hubiésemos visto el establecimiento de los simientos de dicho proceso, que no se logra en el corto plazo, sino luego de generaciones.

Un manojo de nuevas escuelitas inauguradas, cuatro fachadas renovadas con pachanga incluida, cortesía de Alianza País y fondos públicos, pero infestadas de "maístros" semialfabetos o analfabetos funcionales, impartiendo y propagando su ignorancia, no es obra de alguien que persigue ese ideal. Dos que tres hospitales eregidos, sin médicos bien capacitados, sin insumos ni equipos, regalando por decreto, medicinas sin ningún criterio técnico que establezca su demanda, necesidad, inventario y reposición, no es planificar a futuro para tener un pueblo bien protegido en salud, para que se eduque mejor.

Juan Sebastián Utreras-Carrera dijo...

Lapsus linguis... lapsus brutus!

CIMIENTOS con C de caretuco!

Imperdonable.

Juan Sebastián Utreras-Carrera dijo...

Mas bruto yo: erigido... no eregido.

Disculparás lo filático.

Ángel Largo Méndez dijo...

Pasaba por aquí como de costumbre y me encontré con este debate riquísimo:

Las élites y su importancia en la sociedad.

Disculparán nomás el título que suena a entrada de capítulo de enciplopedio de sociales de básico pero les escribe un seudo intelectual chiro de izquierda.

Prosigo:

Debo enfatizar al pirncipio de este coloqio que me siento en parte identificado con lo que JSUC
explica en su enunciado, pero fuera de la visión un tanto sesgada por la formación gabrielina-jesuita me interesa acotar sobre el desarrollo de las élites.

Años atrás, en una de las tantas Asambleas Populares que se generaron como las moscas a la caidá de Gutierrez, Nelsa Curbelo ilustraba al grupo de estudio con algo muy corto y sincero: En ecuador el principal problema es la falta de cultura ciudadana. Así es.

la apreciación es acertada y resulta implacable para entender los tiempos que vivimos. Es cierto que existe un escalón intelectual superior en un determinado grupo de ecuatorianos (no me atrevo a compartir estadísticas o porcentajes por temor al falsete) pero eso no es de extrañarse. Sea preparación, posición económica, tradición, suerte o inclinación genética siempre en toda sociedad habrá un espacio reducido de pensadores que verán el mundo desde la óptica crítica, desde la reflexión y el cuestionamiento a la norma. Un ejemplo claro es la produccúion de este blog y personas como Xavier, JSUC o Azul, por dar unos nombres...

Pero hasta ahí. El hecho es saber, entender o preguntarse cómo está élite es capaz de generar una corriente que alcance a la multitud y amplíe los espacios elitistas. Me explico. En un post anterior en mi blog, hablaba sobre la necesidad de que estos seres ilustrados para la política, se vuelvan herramientas del Estado para la formación de otras capacidades sociales. Necesitamos maestros del accionar ciudadanos, formadores de movimientos populares, seres capaces de utilizar su sapiencia y predisposición hacia lo social y el pensamiento crítico para formar personas con iguales o mayores características. En ese sentido, si Correa es popular en un gran porcentaje de la población por el hehco de ser un "populacho ignorante" pues señores lo seguirá siendo por largo tiempo porque en definitiva la mayoría de ecuatorianos no tienen ni la preparación, posición económica, tradición, suerte o inclinación genética para pasar a la élite. SU salvavidas del caso (y no de este Gobierno solamente sino de la inoperancia política de siempre) es la cultura ciudadana, y para eso están los intelectuales.

La masificación de los derechos y obligaciones que convoca la palabrilla más allá de la cédula para los trámites y el voto en plancha cada dos o cuatro años (ultimamente saltándose seis meses) es tarea indiscutible de la élite intelectual, con la capacidad y visión de enriquecer el debate en la sociedad civil y acercar al pueblo a linderos inexplorados, que facilitaran con el tiempo y ejercicio siu accionar en las tomas de decisiones colectivas, sin dejar claro de ser un populacho ignorante, porque el ser ciudadano no quita serdel gajo, y tampoco ignorar muchas cosas más.

¿Será que las élites quieren apuntar haica ese sentido? Lo que a mí me preocupa estimados, es que muchos no quieren dejar de ser un grupo pequeño y significativo.

saludos

Ángel Largo Méndez dijo...

Xavier:

Si tienez por ahi o sabes donde conseguir varios ejemplares del Mitómano házmelo saber por favor.

Saludos

Pd: Por cierto, ¿alguna susceptibilidad alcancé con mi comentario anterior, por lo cual no lo veo publicado?

Xavier dijo...

Azul, yo también me siento caopolita (porque lo de cosmopolita sólo podría tratarse de una broma de muy mal gusto). Pero constatar este hecho en mi biografía no me impide percibir la necesidad de discutir nuestra (incipiente) identidad. Lejos de aterrorizarme, te confieso, este asunto me parece de unas posibilidades de discusión vastas e interesantes. Pero tú llevas razón (sueles hacerlo) y el tema se nos sale un poco: volveremos sobre el mismo más adelante. Abrazo.

JS, veamos. El tema de las élites merece un análisis detenido. La manera como utilizó el término Andrés Chiriboga (AC) (porque esta discusión, vale recordarlo, no se inicia por el contenido de mi artículo sino por el comentario que AC expresó al mismo) con la que yo concordé en líneas generales, yo la interpreté como referido a la búsqueda, por parte de los jesuitas, de vincularse con las élites para mantenerse cercanos a aquel número restringido de personas que ejercen el poder político (así entendí también la referencia final al Opus Dei, el que en líneas generales entiendo en alguna medida releva y en alguna otra comparte con los jesuitas esa vinculación con las élites en la actualidad –este asunto amerita un análisis empírico en detalle). Por eso, en principio, conviene definir qué es lo que entendemos por élite. El diccionario de la RAE nos habla de “minoría selecta o rectora”, siendo que rectora (según el mismo RAE) es aquella “que rige o gobierna”. Más preciso todavía, el Diccionario de la Política de Bobbio, Matteuci y Pasquino en la voz “élites, teoría de las” (escrita por Norberto Bobbio) refiere que la teoría de las élites “puede redefinirse como la teoría que afirma que en toda sociedad el poder político, o sea el poder de tomar y de imponer, aun recurriendo en última instancia a la fuerza, decisiones valederas para todos los miembros del grupo, le pertenece siempre a un círculo restringido de personas” (v. op. cit., Tomo I, Pág. 519). Este concepto de élite política es mucho más restringido que aquel que tú utilizas, tan amplio y coloquial que incluso me incluye a mí como parte de la misma. Me temo que, para hablar con propiedad, tendrías que referir que en realidad solo formo parte de una minoría intelectual. Para concluir este punto, entiendo que AC (al menos la parte que yo suscribí del comentario de AC, él tendría que responder por el alcance de su comentario) se refirió entonces a un concepto distinto al que tú criticas.

Por cierto, JS, formar parte de una minoría ilustrada no es malo, como no lo es tampoco formar parte de ninguna otra minoría (sea de personas que midan sobre 1.88, o que se destaquen en el básquet o que sean políglotas o intolerablemente hermosas) en la medida en que a esas personas no se las obligue a pertenecer a esa minoría sobre la base de un criterio discriminador. Por supuesto, aceptar la existencia de minorías es aceptar la existencia de notorias desigualdades (éste suele ser terreno abonado para ciertas críticas estúpidas de los derechosos al pensamiento de izquierda) las que son muy bienvenidas (y muy enriquecedoras para la vida social: las sociedades homogéneas suelen ser patéticas) en la medida en que esas desigualdades no sean discriminadoras. Por lo demás, JS, no creo que un miembro de cualquiera de esas minorías tenga que comportarse de manera excluyente con quienes no forman parte de la misma. A mí, en particular, que soy según tu propia aseveración un miembro de la minoría intelectual de este país, no sólo que un generoso escote me puede conducir a un elaborado y robusto diálogo, sino que además (sin dejar de admitir mi afición por la tertulia que rebose de argumentos también robustos y regada de vinos) me interesa mucho escuchar a cualquiera, dialogar con cualquiera. (Me sucede que no pocos, por supuesto, me aburren muy pronto.) Recuerdo siempre esa anécdota que contó Cioran de su conversación con un jardinero rumano o húngaro, al que Cioran le mencionó la importancia que tenía la lectura para sí, a lo cual el jardinero le respondió: “La verdad, joven, no la encontrará en los libros”. (Cioran, E. M., Conversaciones, Pág. 145). Tengo la intuición de que la verdad (verdad para sí, no hablo de ningún absoluto) se encuentra en cosas (encuentros, diálogos) que ni se sospechan, en pequeñas cosas, en silencios. En fin, para finalizar, que las minorías cerradas me apestan a rancio: las minorías (aunque sean las intelectuales, tan propensas a un sacerdotismo imbecilón) que me interesan son las abiertas: mi postura personal, como miembro de una, es la apertura a todo peregrino.

Last but not least: las aseveraciones sobre educación y salud, te ruego que las soportes con hechos, porque en los términos expuestos no contribuyen al “robusto” debate que tú también suscribes. Un abrazo.

ALM, creo que el debate que propones es riquísimo. En principio, distinguiría, nuevamente, sobre la definición de élites y la existencia de una minoría intelectual. Es evidente que en el caso de Ecuador es extraño que miembros de la minoría intelectual (escasa y que no suele ser muy profunda en sus planteos) formen parte de las élites políticas, y en caso de pertenecer, sería interesante conocer cuál es el nivel de influencia en las tomas de decisiones que pueden haber tenido (un trabajo empírico por realizarse, valga decirlo). Creo, en todo caso, que más que buscar una pertenencia a las élites (lo que genera sospechas, además, véase el caso de los jesuitas que originó todo este debate) la minoría intelectual debe proponer debates públicos y robustos sobre temas que atañen al ejercicio político de las élites y de las instituciones en las que éstas operan. En particular, creo que el debate debe dirigirse a la reforma o creación de instituciones que permitan un mayor respeto a las libertades individuales y una mayor participación de los ciudadanos en la cosa pública. Esta veta da para mucha discusión, y sería un placer continuarla. Un abrazo.

Kojudo Mayor dijo...

El que bebe, se emborracha.
El que se emborracha, se duerme.
El que se duerme, no peca.
El que no peca, se va al cielo.

Entonces, si quieres ir al cielo, bebe.


El pensamiento concreto, propio de mentes infantiles, es la esencia del sofisma arriba enunciado.

Ahora, Xaflag con sobrada documentación nos presenta otro engañoso y sofisticado sofisma:

El diccionario de la RAE nos habla de “minoría selecta o rectora”, siendo que rectora (según el mismo RAE) es aquella “que rige o gobierna”. Más preciso todavía, el Diccionario de la Política de Bobbio, Matteuci y Pasquino en la voz “élites, teoría de las” (escrita por Norberto Bobbio) refiere que la teoría de las élites “puede redefinirse como la teoría que afirma que en toda sociedad el poder político, o sea el poder de tomar y de imponer, aun recurriendo en última instancia a la fuerza, decisiones valederas para todos los miembros del grupo, le pertenece siempre a un círculo restringido de personas” (v. op. cit., Tomo I, Pág. 519).(sic)

El DRAE define X como un conjunto de palabras, donde una de ellas es definida por el propio DRAE como Y. La teoría de la Y dice que es un constructo perteneciente a lo escatológico. Por lo tanto, X tiene que ser caca. Ese jueguito de definiciones, hábilmente articulados, se lo puede hacer con cualquier palabra y lograr que ella signifique lo que queremos que signifique, luego del circunloquio.

Abonando a la discusión, yo concuerdo con la idea de que élite no es sinónimo de club exclusivo. Resulta absurdo “abundar” en la idea de que es imposible lograr homogeneidad en el mundo y en el universo. Pero si es práctico resaltar el hecho de que las personas se las puede asociar a otras de acuerdo a ciertas afinidades.

Las élites son necesarias. El hecho de si unas obligan, o tienen, o piden requisitos para pertenecer a las mismas es algo secundario. La selección de la naturaleza, el “survival of the fittest” son ejemplos de que las élites existen hasta en la naturaleza misma. Condenar a unos curas, por preferir estudiantes con algo de materia gris, y excluir aquellos que no tienen visos de inteligencia, no es un crimen, ni es condenable. Si uno elige un buen vino, en lugar de burdo aguardiente, no es un crimen, ni condenable. Preferir el coágulo del Barcelona al papá Aucas, eso si es deleznable. El mundo necesita de élites.