“Estados Unidos es el responsable. Tienen a más negros en la cárcel por tema de drogas que en las universidades. Aquí conocemos a los narcos por nombre, apodo y vicios favoritos. Ahí están tan protegidos que operan en la sombra” declara un personaje de la novela El Testigo del mexicano Juan Villoro. Parece llevar razón. Es en todo caso muy cierto que Estados Unidos es el país que abandera en el mundo el discurso prohibicionista, un discurso que en palabras del jurista Luigi Ferrajoli “significa afirmar el monopolio criminal del mercado de la droga” lo que provoca, justamente y a contramano de su supuesta pretensión, “criminalidad y no la disminución del consumo”. Pero el codicioso y moralista Estados Unidos de América se niega a toda evidencia: sus poderosas razones tendrá.
Dadas las evidencias disponibles no es difícil sostener, como lo he hecho yo por ejemplo, que la prohibición “fomenta una poderosa economía ilegal e internacional (con sus consecuencias de violencia y corrupción), sobrecarga el aparato judicial y penitenciario, promueve la comisión de conductas delictivas para obtener un producto encarecido artificialmente y la aplicación de una justicia penal que restringe las garantías individuales. En adición, la prohibición estigmatiza y margina al consumidor y lo expone al consumo de sustancias adulteradas y el énfasis en reprimir desvía los necesarios recursos para prevenir y ayudar a los consumidores”. Lo interesante es que una postura análoga se la sostenga fuera del ámbito académico, en la arena política. Curiosamente, así lo hace la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia que co-presiden los ex Presidentes César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo, y que la componen también otras catorce personalidades (entre ellas, Antanas Mockus, Diego García Sayán, Enrique Krauze, Mario Vargas Llosa y Moisés Naím).
En su declaración Drogas y democracia: hacia un nuevo paradigma la Comisión empieza por admitir que “las políticas prohibicionistas basadas en la represión de la producción y la distribución, así como la criminalización del consumo, no han producido los resultados esperados. Estamos más lejos que nunca del objetivo de erradicación de las drogas”. El nuevo paradigma que la Comisión propone se sustenta en tres grandes directrices: 1) Tratar el consumo de drogas como una cuestión de salud pública; 2) Reducir el consumo mediante acciones de información y prevención; 3) Focalizar la represión sobre el crimen organizado. Finalmente, la Comisión plantea la necesidad de la participación de la sociedad civil y de la opinión pública: “cada país debe confrontar el desafío de abrir un amplio debate público sobre la gravedad del problema y la búsqueda de las políticas más adecuadas a su historia y su cultura”.
La declaración de la Comisión peca de políticamente correcta (hay demasiado en juego para un desafío abierto) pero sí que contribuye a plantear una discusión sensata y necesaria sobre el tema (todavía tabú) de la prohibición de las drogas.
Dadas las evidencias disponibles no es difícil sostener, como lo he hecho yo por ejemplo, que la prohibición “fomenta una poderosa economía ilegal e internacional (con sus consecuencias de violencia y corrupción), sobrecarga el aparato judicial y penitenciario, promueve la comisión de conductas delictivas para obtener un producto encarecido artificialmente y la aplicación de una justicia penal que restringe las garantías individuales. En adición, la prohibición estigmatiza y margina al consumidor y lo expone al consumo de sustancias adulteradas y el énfasis en reprimir desvía los necesarios recursos para prevenir y ayudar a los consumidores”. Lo interesante es que una postura análoga se la sostenga fuera del ámbito académico, en la arena política. Curiosamente, así lo hace la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia que co-presiden los ex Presidentes César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo, y que la componen también otras catorce personalidades (entre ellas, Antanas Mockus, Diego García Sayán, Enrique Krauze, Mario Vargas Llosa y Moisés Naím).
En su declaración Drogas y democracia: hacia un nuevo paradigma la Comisión empieza por admitir que “las políticas prohibicionistas basadas en la represión de la producción y la distribución, así como la criminalización del consumo, no han producido los resultados esperados. Estamos más lejos que nunca del objetivo de erradicación de las drogas”. El nuevo paradigma que la Comisión propone se sustenta en tres grandes directrices: 1) Tratar el consumo de drogas como una cuestión de salud pública; 2) Reducir el consumo mediante acciones de información y prevención; 3) Focalizar la represión sobre el crimen organizado. Finalmente, la Comisión plantea la necesidad de la participación de la sociedad civil y de la opinión pública: “cada país debe confrontar el desafío de abrir un amplio debate público sobre la gravedad del problema y la búsqueda de las políticas más adecuadas a su historia y su cultura”.
La declaración de la Comisión peca de políticamente correcta (hay demasiado en juego para un desafío abierto) pero sí que contribuye a plantear una discusión sensata y necesaria sobre el tema (todavía tabú) de la prohibición de las drogas.
Muchas veces me he cuestionado la validez de legalizar el uso de las drogas. Uno creería que de darse tal cosa, el crimen y la violencia que se originan y nutren del bajo mundo que representa la comercialización de las drogas de manera ilícita. La prohibición de dichas substancias no abona a su erradicación.
ResponderEliminarNo obstante, existe otra situación que se daría cuando éstas sean legalizadas: la delincuencia y criminalidad no van a disminuir, ni cambiar. Simplemente porque por cada droga que sea legalizada en su consumo, aparecerán otras tantas que la remplacen, y mantengan su existencia ilícita e ilegal por mucho tiempo. El ser humano, desde sus inicios, se ha caracterizado por buscar sustancias que le proporcionen experiencias diferentes, placenteras, o representen una ventana de escape. Siempre habrá aquel comedido, que le proporcionará una nueva experiencia.
Además, se genera la cuestionante de ¿qué se va ha hacer con aquellas personas que hasta antes de la legalización de los estupefacientes, eran considerados criminales y narcotraficantes? ¿se les absolverán o se pretenderá olvidar sus crímenes? ¿se les permitirá ser ahora unos nuevos y prósperos empresarios, que ya tenían el kioko montado antes de que salgan los permisos de ventas?
La criminalidad y delincuencia no van a desaparecer, ni mermar.
Los gringos y europeos, principales consumidores, seguirán siéndolo. El mercado especulativo tendrá un nuevo nicho.
En estos momentos, a los gringos no les interesa legalizar las drogas, pues eso atenta contra una industria billonaria que aporta por debajo de la mesa con la balanza comercial gringa, a través del blanqueo de capitales. El discursillo antidrogas pro-familia y sus valores y virtudes, es pura demagogia, al puro estilo Correa, para alegrar al populacho, y darle una falsa idea de tranquilidad. Es un discurso de doble estándar, aparentemente necesario, para cumplir con metas mas importantes ($$$) que la tranquilidad de la familia americana. El fin justifica los medios. Y como es la familia americana la que da los votos, entonces hay que doparla con discursos imbéciles y demagógicos, y hacerles creer que el "diablo" está en Colombia, y que la DEA lucha por esos nobles propósitos.
Los negros de las cárceles gringas, me van a disculpar, pero se merecen estar ahí. En este país, uno puede buscar trabajo, y lo consigue. Con la situación actual, talvez no se consiga el trabajo mejor del mundo a la primera, pero hay trabajo. Los negros, latinos y blancos que venden drogas, son unos ociosos, que quieren la plata fácil y rápida. Son víctimas del consumismo y del "instant gratification". Yo trabajo en un ghetto urbano de NJ, y veo que esta gente se niega a salir de su miseria mental, y prefieren este infierno, y siguen vendiendo drogas en cada vereda. Es algo que va mas allá del discurso de los derechos humanosm, y mas bien tiene que ver mucho con la descomposición moral de una sociedad mezquina e individualista, materializada y deshumanizada, cosas que suscriben por igual pero desde diferente punto de aproximación, tanto el capitalismo, como el socialismo.
JS, en principio, coincido contigo: la prohibición de las drogas no abona para su erradicación. Pero no coincido con tu afirmación de que si las drogas se legalizan la delincuencia no va a disminuir ni cambiar. Si no existe la prohibición no existe el negocio ilegal y se acaba el monopolio criminal de su tráfico: la consecuencia lógica es que la mayoría de consumidores optarán por conseguir sus drogas vía canales que los eximan de riesgos jurídicos y sustancias adulteradas. (Porque en eso también estamos de acuerdo: siempre habrá gente en busca de las experiencias que las drogas pueden proveer.) Por cierto, con quienes antes eran considerados criminales y a partir de la legalización de las drogas no lo serían más, pues no pasa nada. (¿Por qué tendrían que cargar con el estigma de ser delincuentes y ser procesados como tales si el delito que cometieron no es ya más un delito?)
ResponderEliminarDe acuerdo también con tu crítica sobre el discurso gringo. Pero en franco desacuerdo sobre tu apreciación de los negros en las cárceles gringas por delitos vinculados a las drogas, quienes en tu opinión, "merecen estar ahí". Me parece una generalización apresurada, una falacia. Te paso un enlace para discutirlo en mayor detalle, si te place:
http://www.democracynow.org/2009/3/3/decades_of_disparity_new_study_underscores
Salute.
Espero que ahora sí salga completo:
ResponderEliminarhttp://www.democracynow.org/2009/3/3/decades_of_disparity_new_study_underscores
No sé cómo hacerlo mejor, pero a partir del "decades_of_" le añades lo siguiente y llegas:
ResponderEliminardisparity_new_study_underscores
Salute.
JS, mi crítica a tu comentario parte de la idea de que tú supones que el consumidor de drogas es un títere de los deseos de las transnacionales del crimen organizado, con lo cual, aunque se legalice la sustancia que él consume, siempre preferirá la oferta ilegal que le ofrece el crimen organizado. Yo no lo creo así. No me creo la llamada "profecía que se autocumple". (http://xaflag.blogspot.com/2008/09/la-profeca-que-se-autocumple.html) Creo que las personas que consumen drogas actúan de una manera mucho más racional que los prejuicios que la gente suele tener al respecto. (Conozco mucha gente que se mete muchas sustencias y son responsables en su trabajo y en sus relaciones.) Yo no satanizo las drogas ni mucho menos (pueden dar lugar, como decía Matzneff, a lo mejor o lo peor, tanto como el vino o el amor). Dicho lo cual, creo que si se levanta la prohibición de algunas o de todas las drogas, sí creo que la mayoría de los consumidores (siempre hablé de mayoría, nunca de totalidad, con lo cual siempre admití que el mercado ilegal subsistiría, aunque muy reducido) optarían por conseguir las drogas que se les garantiza que no están adulteradas y que no les ocasionarán problemas legales. Quedará un remanente, una minoría, que opte por permanecer fuera del circuito legal, por diversas razones. Pero será un nicho, una excepción: no será la generalidad, como lo es ahora. Por lo demás, tu crítica no abona nada. Decir que levantar la prohibición de las drogas no soluciona totalmente el problema es, 1) no reconocer que sí soluciona una parte del problema; 2) no aportar ninguna propuesta alternativa para solucionarlo.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, JS, los carteles y sus capos no hacen lobby para legalizar las drogas porque (esto es evidente) su negocio (para encarecer el precio, etc.) es precisamente que se mantengan ilegales, con lo cual dudo mucho que les provea de una dosis de felicidad el que los defensores de las libertades individuales aboguemos por la legalización de las drogas.
Veamos, JS. Estoy en franco desacuerdo con tu línea "se merecen estar en la cárcel mientras la legislación considere que vender drogas es ilegal y ellos opten por ese estilo de vida. Simple". Creo que precisamente por utilizar un mecanismo represivo como la cárcel, es que debemos hacernos varias preguntas a este respecto, como si la legislación no es excesiva en la represión de esta conducta (Leyes Rockefeller, para el caso de NY), si no sería más inteligente y útil para todas las partes involucradas entender este delito como una cuestión de salud pública (como sugiere la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia), si la justicia que se aplica en estos casos es o no es escandalosamente parcializada (como lo sugiere el estudio que adjunté por partes en los comentarios anteriores), etc. Saludo tu admiración por el american dream pero la vida es más compleja que "yo quise ser esto y ahora ya lo soy" como para admitir sin rubor intelectual el "usted cometió esto que nosotros consideramos delito y en consecuencia lo privaremos de su libertad por 15 años de cárcel". Insisto, esta última frase no es la que ofrece la última respuesta sino la que inicia muchas importantes preguntas (a cuya discusión pretende contribuir la declaración de la Comisión que reseño en mi artículo). Finalmente, sobre tu última pregunta, no cabe duda que sí, que no pasa nada porque ya no existe interés para perseguir un hecho que ya no es más un delito.
P.S.- Lo de las élites da para mucho. Me excuso por no haberlo comentado en su momento, pero esos días no tuve el tiempo suficiente. Trataré de enmendarlo, aunque con tardanza, esta misma noche. Salute.
La legalización y la instrumentación de la sustancias psicotrópicas , tiene el objetivo de erradicar las adicciones y las toxicomanías . El experimento más viejo es el holandés y es exitoso en todo lo que por exitoso entiende la historia de la medicina. Es innegable legalización de los derivados del cannabis si ha contribuído a la disminución de la conducta delincuencial, ( hace una semana puse una entrada y ahí hay algunos porcentajes, pobre y humildemente) . Uno de los principales logros es que muchos de los comerciantes de cannabis eran adictos a la heroína y ahora casi no existen. En los EU los adictos a la metanfetamina son vendedores de hongos y de cannabis , sustancias que venden en los colegios a los preadolescentes que son sus principales clientes, esto en ningún país está documentado y no puede ser así si no se implementa la legalización. Las estadísticas de consumo son en extremo difíciles, pero son una total farsa de números.
ResponderEliminarA los gringos no les interesa, si que les interesa , muchos de los estudios de adicciones se hacen ahí y al César lo que es del César , si existe alguna propuesta científica sobre la genética de las adcicciones viene de ellos. Eso sí los pobres la tienen siempre cuesta arriba, lidian con más frustración, porque si bien acá es imposible “embarcarse “ en una investigación clínica sobre esto, allá con el recurso y todo los conservadores lo tratan como irrelevante. En “el reino” como llamo yo a mi Holandita, los congresistas tienen en primera el argumento científico, la medicina y el manejo de las adicciones no pasa por simples “impresiones” de los “ médicos tratantes” , la ética para expresarte sobre un adicto o un simple consumidor o un toxicómano criminal es estricta. En fin que los que hacen las leyes , paran bola a salud y es un feedback, garantías para trabajar.
El documento de la entrada , es un respiro , un empezar de cero, para lo que buscamos. Esto es largo , largo y difícil como cada sustancia, como lo que hace en el cerebro, pero que se hable es bastante ya, hay que seguir.
Permíteme desmenuzar un poco tus argumentos, para de esa manera replicar.
ResponderEliminarPor un lado tu dices:
Estoy en franco desacuerdo con tu línea "se merecen estar en la cárcel mientras la legislación considere que vender drogas es ilegal y ellos opten por ese estilo de vida. Simple". Creo que precisamente por utilizar un mecanismo represivo como la cárcel, es que debemos hacernos varias preguntas a este respecto, como si la legislación no es excesiva en la represión de esta conducta (Leyes Rockefeller, para el caso de NY), si no sería más inteligente y útil para todas las partes involucradas entender este delito como una cuestión de salud pública (como sugiere la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia), si la justicia que se aplica en estos casos es o no es escandalosamente parcializada (como lo sugiere el estudio que adjunté por partes en los comentarios anteriores), etc.
Pero por el otro, tu dices:
sobre tu última pregunta, no cabe duda que sí, que no pasa nada porque ya no existe interés para perseguir un hecho que ya no es más un delito.
Es decir, cuando la ley te parece injusta, tu propones el debate “robusto” para discutir sobre ella, y juzgas a tal ley como mala o injusta. No obstante, esa es solo tu apreciación y la de algunos otros teorizadores. A otros nos puede parecer justa o adecuada. Son simplemente opiniones, y la ley, no se basa en una lógica precisa e infalible, sino, en muchas veces, en una decisión tomada en consenso o por mayoría de votos, o simplemente impuesta arbitrariamente. Por encima del candente debate, el hecho real, es que existe una ley que gusta a unos y disgusta a otros.
Mientras tanto, cuando el hecho te parece que se acomoda a tu postura, aquí no pasa nada. Es cierto, la ley no puede tener carácter retroactivo. Sin embargo, tu respuesta a mi última pregunta, simplemente implica, que si se llegase a aprobar la legalización de las drogas y del narcotráfico, los que no estamos de acuerdo, simplemente tenemos que “deal with it”.
O sea, tu no puedes “deal with it” cuando se trata de la actual y vigente ley que castiga a los vagos esos que teniendo muchas opciones para ser ciudadanos de bien, optan por vender drogas y adentrarse en el mundo de la criminalidad que éstas representan. Pero si te parece justo, que otros tengan que “deal with it” en caso de que se apruebe lo que tu defiendes. Me declaro perplejo.
Por cierto, la drogodependencia, podría ser considerada un problema de salud pública. El narcotráfico no. Ser vendedor de drogas no es un problema de salud pública, es una cuestión de opciones libremente tomadas en referencia a cómo se prefiere obtener dinero.
A ti te puede parecer buena una ley, a otros nos puede parecer mala. No obstante, la ley está ahí, y mientras no se la cambie, se la debe obedecer. ¿O no?
Saludo tu admiración por el american dream pero la vida es más compleja que "yo quise ser esto y ahora ya lo soy" como para admitir sin rubor intelectual el "usted cometió esto que nosotros consideramos delito y en consecuencia lo privaremos de su libertad por 15 años de cárcel". Insisto, esta última frase no es la que ofrece la última respuesta sino la que inicia muchas importantes preguntas (a cuya discusión pretende contribuir la declaración de la Comisión que reseño en mi artículo).
Gracias por tus saludos. Sin embargo, yo no defiendo el “american dream” mas si considero que cualquier sensato ser, teniendo las oportunidades que se le presentan, y no las toma, es porque es un verdadero pendejo, o porque no le da la gana, una de dos. Me inclino a pensar que los ociosos esos que se pasan el día entero parados en las calles de Camden, vendiendo drogas no son pendejos, pero si unos vagos de capirote. Si esa es su opción, y optar por tal actividad es penado por la ley, entonces, merecen lo que reciben. El que te guste o no, es otra cosa. La ley está ahí, y mientras lo esté, debe ser aplicada y ejecutada.
Amanda, gracias por intervenir y aportar con algunos datos empíricos al debate. Más todavía, por enfatizar que deben tomarse en cuenta otros factores (como se lo hace en "el Reino") a la hora de legislar sobre esta materia. Y sí, es un camino largo, pero hay que seguirlo.
ResponderEliminarJS, las leyes (con mayor énfasis todavía, las leyes penales) se juzgan por las consecuencias sociales que provocan. La consecuencia de encarcelar a una persona por 15 años (la sentencia mínima por posesión de marihuana de acuerdo con las leyes Rockefeller del Estado de Nueva York) o por cadena perpetua (otra de las posibilidades que franquea esa ley) no es una consecuencia menor para la vida de una persona. Esa consecuencia de privación de la libertad (más todavía en esos términos) merece un debate robusto y serio, merece que se formulen sólidos juicios de valor sobre el contenido de esta ley, los que podría conducir a su reforma, o incluso a su derogación. (Este debate, por cierto, se produce ahora en el ámbito legislativo de NY, tú debes saberlo mejor que yo.) Este debate sobre una ley que priva de la libertad merece hacérselo en esos términos de robustez y seriedad porque en el ámbito del derecho penal es evidente que la sanción de la privación de libertad de una persona debe ser, no la primera, sino la última de las alternativas que ofrezca el derecho penal ante un problema social. No es, entonces, una cuestión de simples apetencias de un quídam, ni de analizar las leyes como si fueran frías abstracciones (decir “condeno a X a 25 años de prisión” es un acto con muchos antecedentes y muchas consecuencias concretas que merecen, insisto, detenido análisis). Es cuestión de analizar las consecuencias de una ley que impone penas privativas de libertad, y analizar en detalle, de manera seria, pública y robusta.
Distinto es el otro caso que tú intentas, falazmente, convertirlo en análogo. JS, ésta fue tu pregunta: “¿Si una persona es investigada por asesinatos y crímenes relacionados al narcotráfico, aún a sabiendas de que lo único que la separa de la cárcel y sus hechos, es el formalismo de un juicio, pero en el intermedio, se emite una ley que despenaliza el narcotráfico, entonces todos esos crímenes quedan en la impunidad? ¿No pasa nada?”. En principio, una corrección importante, un juicio no es un formalismo: es un proceso en el que toda persona es inocente hasta que se pruebe, más allá de toda duda razonable, que es culpable, y en el que, para que se lo considere un proceso justo, tienen que garantizársele al acusado un amplio elenco de garantías procesales. Con lo cual, pésele a quien le pese, el juicio está muy lejos de constituir un mero formalismo. Tú me preguntas la consecuencia de un hecho X, en el caso concreto, el que si alguien es procesado por narcotráfico y durante el proceso se despenaliza el narcotráfico, ¿cuál es la consecuencia de ese hecho en el procesado? Yo no hago un juicio de valor sobre la despenalización del narcotráfico en este punto, simplemente aplico la lógica del derecho: la consecuencia de ese hecho X (la despenalización) es que el proceso se termina y el acusado sale libre. La razón que justifica esa consecuencia es que la despenalización de la conducta supone el nulo interés de su persecución penal; si no hay interés en perseguir ese hecho penalmente, no hay interés en continuar el proceso penal; si no se continúa el proceso penal, no se llega a una condena; si no hay condena, el acusado queda en libertad. Y los crímenes, JS, no quedan en la impunidad, por la sencillísima y muy evidente razón de que ya no son crímenes.
En el primer caso (el análisis de las leyes Rockefeller y análogas) tenemos juicios de valor sobre el contenido de una ley, en el segundo, un análisis descriptivo de la consecuencia de una hipótesis que tú formulaste: son dos cosas muy distintas y no conviene mezclarlas. Uno podría entrar analizar a través de juicios de valor si la despenalización de las drogas es correcta o no. Pero esa es otra pregunta. Por cierto, tú ya tienes algunas intuiciones sobre mi posición al respecto.
Saludo la distinción entre consumidores y traficantes. Pero insisto, por las razones antes apuntadas, que incluso el caso de estos últimos merece un análisis más detenido (en los términos que expuse en la otra entrada sobre la proporcionalidad de la sanción, la situación social en que se desarrolla el delito, la escandalosa parcialidad de la justicia al procesarlo, etc.) que simplemente replicar a Guillermo Lasso y su “la ley es la ley”. (Puede añadírsele al gusto la voz de tonto que mejor le calce a esa frase). Saludos.
P.S.- Respondí, como te había ofrecido, lo relativo a las élites. Salute.
Estimado Xavier,
ResponderEliminarLlego un poco tarde al debate acerca de este tema que tanto me interesa. Sin embargo, creo que aún puedo acotar algunos puntos.
En principio, considero que las políticas antinarcóticos actuales son un escandaloso acto de hipocresía social, partiendo del hecho de que la califiación entre drogas e ilegales en muchos casos no tienen una razón científica. Por otro lado, encontramos que una droga tan dañina y generadora de males sociales como es el alcohol (dígase violencia intrafamiliar, accidentes de tránsito, adicción, daños a la salud, etc.), es festejada y deseada por los mismos que se escandalizan y esperan condenas de 25 años de carcel para quien vende marihuana, por ejemplo.
¿Otra hipocresía? Las penas por narcotráfico superan a las penas por asesinato en muchos de los casos, es preferible atropellar a un niño que traficar drogas desde el punto de vista de las consecuencias legales.
Si se estudia el origen histórico de las prohibiciones, encontramos que en EEUU se prohibió el alcohol como una medida para atacar las fuentes de riqueza de los inmigrantes irlandeses; que la marihuana empezó a ser un problema cuando se la asoció con jamaiquinos y mexicanos "indeseables", y así podríamos encontrar un rastro xenófobo en el origen de cualquiera de las prohibiciones. Ni se diga de la intervención de la industria farmaceútica, donde encontramos que una droga legal produce el mismo efecto que una ilegal, pero la primera se puede comercializar bajo prescripción porque una farmaceutica consiguió patentarla como medicina e hizo fuerte lobby entre médicos, especialmente psiquiatras. Recuérdese la cantidad de drogas que se recetaban para mejorar el nivel de atención de los niños, cuando en realidad se les daba medicamentos que producían virtualmente el mismo efecto que la cocaína, en muchos de los casos.
Por otro lado, sí hay casos en que los traficantes hacían lobby para la legalización (yo conozco dos muy famosos, el de la familia Kennedy en EEUU y el de Pablo Escobar en Colombia), pero ello solo se da cuando los dueños del negocio han ganado suficiente dinero gracias al alza artificial de los precios causado por la prohibición.
Este es un debate que debe continuar.
Saludos,
Pablo
Pablo, gracias por incorporarte al debate. Tu contribución es valiosa porque expone cuatro vertientes hipócritas de la prohibición de las drogas: 1) la social, que exalta el consumo de drogas que provoca daños graves (el alcohol) y censura el consumo de sustancias recreativas como la marihuana; 2) la punitiva, que establece en no pocas ocasiones sanciones más leves para delitos que ocasionan daños graves a terceros que las sanciones que se establecen para un acto que daña sólo a quien lo comete; 3) la xenofóbica, cuando se le endilga a una sustancia la condición de viciosa por razones xenófobas que auspician esa calificación; 4) la económica, porque a pesar de que los efectos de las sustancias son idénticos o similares, unas sustancias se prohíben y otras no; las que no, son aquellas con las cuales la industria farmacéutica se asegura pingües negocios.
ResponderEliminarA todos estos puntos pueden (y deben) incorporársele matices y profundizaciones, para que se entienda la genealogía, la complejidad y las razones implicadas en la prohibición de las drogas y no permanecer en los lugares comunes que permiten que ésta se mantenga. El debate debe continuar, un abrazo. Salute.
Me parecen muy racionales, en principio, todas las políticas descriminalizadoras, y muchas de ella las apoyo por razones de principios (sin importar la consecuencia, es simplemente irracional meter a alguien preso más años por drogas que por homicidio), pero me preocupa un asunto:
ResponderEliminarLo realmente indeseable del mundo de la droga es la criminalidad organizada que gira alrededor de ellas. Una descriminalización bastante comprensiva (legalización total de algunas drogas con canales legales de producción y comercialización, reducción de penas para delitos relacionados con las drogas que se mantienen ilegales o cuando la comercialización o la producción de las drogas legales se sale de los márgenes legales, etc.) tiende a crear condiciones propicias para el asentamiento de la criminalidad organizada en ese país, volviéndose este una base para operaciones en mercados más lucrativos. Este es el caso de Holanda y UK.
Ahora, sí es verdad que esa criminalidad organizada "se porta bien" dentro de Holanda, y quizás este es el mal menor, aun así, el resultado del plan descriminalizador, me parece, no es la reducción de la crminalidad, sino su exportación a otros países.
Claro que esto es pura especulación y no aplica si ya somos un país de tránsito hundido hasta la coronilla en el asunto de las drogas.
Sin duda que el problema de los carteles de la droga es el de mayores consecuencias, por la cantidad de ilícitos asociados a ellos (financiamiento de terrorismo, blanqueo de capitales, tráfico de armas, secuestros, asesinatos, etc.).
ResponderEliminarPero encontramos que buena parte de los beneficiarios de esos negocios paralelos provienen de países consumidores de la droga. El NY Times señaló en su editorial hace pocos días, que los principales proveedores de armas para el cartel de Juárez están en EEUU, y que las autoridades fronterizas no están muy interesadas en tomar cartas en el asunto.
¿Conocen ustedes algún Plan Arizona o Plan Texas, donde se destinan cientos de millones de dólares en combatir a los traficantes de armas en la frontera? Yo no. Por otro lado, hay evidencia que el dinero de los traquetos y capos de la droga está, nuevamente, en países consumidores.
En el contexto internacional a nivel de gobiernos, es muy difícil sostener un debate racional sobre políticas antinarcóticos, especialmente cuando tus interlocutores-beneficiarios-consumidores te miran como el "maldecido este" tercermundista que infesta su país con drogas.
Saludos,
Pablo