William Morgan, quien fuera ombudsman de la CBC (Canadian Broadcasting Corporation) acuño la siguiente frase: “errar es humano; negarse a admitir el error es periodismo”. Para la prensa escrita en español, el término ombudsman (de origen sueco) puede traducírselo por defensor del lector; para la prensa escrita de Ecuador la frase de Morgan puede considerársela descriptiva del periodismo que ésta suele practicar.
La frase de Morgan puede aplicarse a muchos ámbitos de la práctica periodística, pero en esta columna me interesa referirme a uno en particular: la defensoría del lector. En Ecuador, ningún medio de comunicación escrita, ni público ni privado, salvo la honrosa excepción (desde 1994) de diario Hoy, tiene una defensoría del lector. Esta institución cumple usualmente la función de escuchar a los lectores del diario, escribir un boletín diario que critique lo que se publicó (el que circula internamente entre los periodistas) y publicar una columna semanal que critique el trabajo realizado de ese período, en términos de su cobertura de noticias, de las discusiones éticas que pueden suscitarse, de la comparación con el trabajo de otros diarios, etc., en particular, a raíz de las críticas que formulen los lectores.
La frase de Morgan puede acompañarse de esta frase de Jesús Martin-Barbero: “Mucha gente que no encaja [en los medios de comunicación] es porque las empresas de medios no quieren gente que venga a cuestionar y que venga a democratizar lo que está pasando. Lo que quieren es 'carga ladrillos' que se pregunten muy pocas cosas sobre el mundo, sobre la vida y sobre el país. Cuanto menos se pregunten, mejor”. Lo peor no es que los medios de comunicación lo quieran casa adentro, con su staff de periodistas (un informe que publicó el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina muestra que el 38% de periodistas sacrifican principios profesionales por temor a perder su trabajo y que en la TV ese número es mayor a la mitad; que el 44% se autocensura por presión de los dueños y directores de medios y que el 30% lo hace por presión de los grupos de poder, con lo que se tienen sólidos indicios de que las amenazas contra la libertad de expresión “provienen con mayor intensidad […] de factores internos y externos al propio medio”) sino que los medios de comunicación quieran hacerlo también con nosotros, sus lectores: que aceptemos sin cuestionarla, la información y las opiniones que publican para nuestra lectura. Porque no de otra forma puede entenderse el que ningún medio de comunicación de la prensa escrita (salvo el Hoy) se permita un diálogo crítico con sus lectores (supongo que no hay nadie sensato que se crea que esa función la cumplen las cartas al editor).
Como no sea verdadera la frase de Morgan que abre este artículo, no se observa ninguna razón de peso para que no se incorpore la defensoría del lector a los medios de comunicación locales: se trata de un compromiso mínimo. Porque, de veras, no es difícil establecer un Código de Buenas Prácticas de la Redacción (como lo ha hecho Expreso) y crear una defensoría del lector que (entre otras cosas) vigile y discuta, de manera constructiva, su cumplimiento.
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