Charly

1 de noviembre de 2009

Buenos Aires, viernes 23 de octubre de 2009. Cumpleaños 58 de Carlos Alberto García Moreno (llámalo Charly). Cancha de Vélez, lluvia nocturna y persistente. 34.ooo personas esperamos la salida de Charly, su regreso a los escenarios, el concierto que él nos prometió que sería un orgasmo. Nadie puede negar que esa noche todos estábamos mojados.

Salió a escena un Charly al que un amigo definió como pasteurizado, rechoncho y clean, de voz tenue y en pleno control de sí mismo. Un Charly menos rock star, pero mucho más metido en su rock. Un Charly que repasó con nosotros sus grandes éxitos, lo que significa pasarle revista a la biografía de (de)generaciones, la nuestra incluida (porque Charly es “héroe transgeneracional que tiene manos de marfil y teclados de Taiwan”, como reportó Ernesto Martelli para la revista Rolling Stone), la de todos quienes crecimos escuchándolo y somos tanto parte de su religión como su música es parte del soundtrack de nuestra vida.

Salió Charly ese viernes de lluvia y se reencontró con su público. Atrás, en campo, rodeado de amigos, de gente, saltando y cantando, estaba yo. En algún punto entre Melmac y el piso plástico puesto para no destrozar la grama, elevado pero en Tierra, estaba yo. Mojado, pero contento. Ateo que rezó por vos, Charly, más si salió contigo a juntar plegarias el inmenso Flaco Luis Alberto Spinetta. Escuché con sentida devoción a este tipo de 58 años cumplidos, menos de 3 años menor que mi viejo (quien estaba conmigo en el concierto, ¿no les digo que Charly es transgeneracional?) y quien de niño soñaba con “dinosaurios, planetas, mitos griegos”: todas esas cosas que, de alguna manera, Charly ha llegado a ser a lo largo de su vida (“porque ya hice todo lo que se puede hacer. Ya está”) para convertirse en el inconsciente colectivo de millones.

Volvió el más grande, decían los carteles, pero todo regreso es difícil: a Charly le costó muchas muelas y largas terapias regresar. Se le nota, mucho se le nota. Pero lo contrario de difícil es mirarlo desde afuera y descalificarlo: llamarlo loco, drogadicto, acabado, etc. A esos que lo descalifican, como decía el poeta Oliverio Girondo, hay que compadecerlos. No solo porque la suya es una actitud canalla y miserable, sino porque esos pobres no entienden que “el más cuerdo es el más delirante”, porque no entienden que para este John Lennon del subdesarrollo “la locura es poder vCursivaer más allá” y traducirnos esa locura en canciones. Aguante, Charly. Say no more.

Así, de vez en cuando escuchas aquella voz y es la voz de Charly García. Charly ha vuelto porque, como escribe Marcelo Figueras en Página/12, "no deja de recordarnos que los hambrientos, los locos, los prisioneros y los idos, todavía están acá" y porque "es necesario cantar de nuevo una vez más". Charly está en pie para hacerlo, pasteurizado y clean. Hasta la próxima tempestad, nos dijo en Vélez. Ojalá que arrecia esa tempestad este 26 venidero que Charly cantará en Guayaquil. Yo allí estaré. SNM.

1 comentarios:

Raul Farias dijo...

No es el 25.... confirma para reportarme enfermo el dia que es el concierto