30 de noviembre de 2009

¿Nos representan?


Esa es la pregunta que se formula, afilado again, Héctor Chiriboga en su columna firma ancla de diario El Telégrafo. Y no, los medios de comunicación de la llamada prensa “libre e independiente” (¿será comicidad involuntaria o simple cinismo?) no nos representan (1). Uno podría discutir numerosos ejemplos de esa falta de representación (Héctor ensaya uno en su artículo) pero lo que me interesa, en esta entrada, es referirme a esa falta de representación de manera conceptual. El problema de representación de la llamada prensa “libre e independiente” se debe a que esa auto-denominación es excesiva (como si esos medios pudieran ser libres e independientes de las presiones comerciales y de los intereses –políticos y económicos- a los que la propia corporación mediática está vinculada –acá, un informe para volear sobre el tema) como excesivo resulta que esos medios sostengan que defienden la libertad de expresión de los ciudadanos. La razón para considerarlo excesivo es evidente: esos medios identifican su derecho a expresar su “representación de hechos, colectivos, individuos” (como lo afirma Héctor) como el derecho a la libertad de expresión de todos los ciudadanos (el guatdefacómetro está alto). Si fueran honestos, esos medios dirían que defienden su libertad de prensa, en específico, su voluntad de crear una “representación de hechos, colectivos, individuos” funcional a la oposición que realizan al Gobierno de turno. Eso nada más. Pero esa honestidad es mucho pedirles (2): lo suyo es vendernos el discursito tramposo de la libertad de expresión (concepto que, claramente, no entienden).

P.S.- Gustavo Abad también escribe sobre el proyecto de ley de comunicación y lo hace bien, acá (mucho Gustavo Abad en su bitácora de Internet, por acá).

(1) Valga precisar que, por su propia naturaleza de rentabilidad económica, los medios de comunicación privados no tienen interés de representar los intereses de muchos colectivos o individuos de la sociedad y privilegian, en cambio, las voces de otros colectivos o individuos (con los que usualmente tienen vínculos económicos o políticos) en sus agendas informativas. Es obvio, además, que un escenario del 100% de representación de las voces de una sociedad en los medios de comunicación es imposible, lo que no impide pensar en diseños institucionales que se encaminen a satisfacer ese ideal de representación (ideal que no se agota en la representación, sino que supone, además, el debate público, robusto y crítico) para lo cual los medios de comunicación públicos y comunitarios son herramientas útiles.
(2) No hay nada que reprochar en que un medio de comunicación asuma una postura X: lo reprochable es que la pretenda vender como lo que no es, como en este caso.

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