De un tiempo a esta parte, leer a Emilio Palacio es apercibirse de la bajeza a la que puede conducir el amalgamar sílabas. Refutar el resultado de esa amalgama es inútil porque equivale a persuadir a un sujeto que está convencido que es Napoleón, que no es Napoleón: a personas de esta laya no se las refuta, se las ignora. Si publican (como es el caso) debe leérselos desde la compasión que provoca la comicidad involuntaria.
La única excepción para esta lectura es cuando el frenesí de su amalgama termina por demostrar lo contrario de lo que enuncia. Por ejemplo, en el artículo El maletín que publicó hoy, en el que narra la historia de dos vecinos (¡tiempo de parábolas, oh, hermanos!) sobre quienes concluye que el acuerdo de las bancadas legislativas sobre la ley de comunicación no les interesa “porque hay problemas muchísimo más importantes en los que deberían [los legisladores] estar ocupados” (todo esto acompañado de mucho blablá, ñam ñam, invenciones absurdas e ironía barata, of course) resulta muy curiosa semejante conclusión porque precisamente el proyecto de ley de comunicación ha sido el motivo de más grande preocupación para el diario en el que EP escribe, al punto de tener una sección especial de comedia llamada El Poder Ciudadano: con semejante conclusión EP nos demuestra, sin querer queriendo, que la auténtica razón por la cual el medio de comunicación privado para el que él escribe se preocupa tanto de criticar el proyecto de ley de comunicación no es porque esa crítica la haga en beneficio de los ciudadanos (porque a ellos les interesan otras cosas) sino que esa crítica la realiza en defensa de la continuidad de la venta de esa “‘mercancía’ cuya producción se vincula a la propiedad del medio de información y a las inserciones publicitarias”, con lo cual, como sostiene Ferrajoli, se trata de “bienes patrimoniales, en vez de derechos fundamentales”, o sea, en pocas palabras, esa crítica al proyecto de ley de comunicación se la realiza para defender su negocio, no para defender un principio, el de la libertad de expresión, cuyo contenido claramente desconocen (de ahí el tratamiento que le han dispensado). Que nos quieran vender su interés particular como interés colectivo no es sino una práctica falaz que, a estas alturas, no debería sorprendernos.
Por supuesto, no fue esto lo que quiso demostrar EP (lo que haya querido demostrar resulta irrelevante) pero es lo que, a su despecho, su biliosa redacción termina por demostrarnos.
Yo no puedo tomar en serio nada de lo que diga un periódico que reivindica el "poder ciudadano" de informarse pero está siempre pendiente de que ninguno de los artículos de sus plumas grandes y pequeñas afecten en lo más mínimo a sus clientes. Olvídense, mañana Irán empieza a pautar en El Universo sobre su programa de enriquecimiento de uranio y van a ver cómo empiezan una serie de reportajes sobre las bondades de la energía atómica...
ResponderEliminarPor supuesto que no es que has descubierto el agua tibia, Xavier, debo decírtelo. Ya lo dice clarito Chomsky en "Guardianes de la Libertad". Donde analiza, sin subjetividades hepáticas, ni chapuserías demagócias, demuestra cómo para la prensa existen noticias y noticias, víctimas y víctimas (clasificadas por Noam Chomsky en "dignas" e "indignas) y que, por supuesto, la "prensa libre" no vie sino en una perpetua subordinacón clientelar al servicio del Estado o de la empresa privada.
Buena Xavier, le distes en el clavo con lo de Ferrajoly.
ResponderEliminarsuerte...
EP seguro quemará a XF este fin de año. Keep it up Flores!
ResponderEliminarJMLC, de un tiempo a esta parte El Universo es impresentable. De Chomsky (que hace poco se reunió con Correa, hay una interesante nota de Fidel Nárvaez que circula en la web) es fundamental leer, para este tema, su "manufacturing consent", escrito a dos manos con Edward Herman.
ResponderEliminarCB, gracias.
A., si de quemar a alguien se trata, propongo quemarlo al Vizuete, ja. (O vayamos mejor a la raíz y prendámosle fuego a Chiriboga, ja).
Xavier, el título en español de "Manufacturing Consent" es "Guardianes de la Libertad". El error debe estar en que olvidé citar a su autor, Edward Herman.
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