De precisas definiciones

10 de febrero de 2010

En un artículo titulado Homosocialidad, disciplina y venganza, publicado en el libro Masculinidades y equidad de género, a finales de los noventa, el brother X. Andrade ofrece esta definición del celebérrimo y muy guayaco Trópico Seco (aquel que va con todo) en la tercera nota al pie:

“Marca comercial del anisado preferido en el barrio por razones económicas y, supuestamente, de salud física. De precio módico que puede ser cubierto grupalmente mediante cuotas individuales, es considerado menos dañino para la salud por ser un licor blanco consumible en estado puro. Se lo adquiere en cuartos, o sea en pequeñas que son compartidas mediante la circulación de la tapa plástica que ha sido diseñada para servir como exacta unidad de medida, equivalente a un trago individual que debe ser consumido al instante. Generalmente, ésta circula hacia la derecha de quien la distribuye, que es normalmente quien ha comprado recientemente la botella, aunque puede haber un servidor oficial designado por el grupo para toda la noche. Nociones de contaminación asociadas al acto de compartir la tapa son eliminadas apelando al carácter antiséptico del alcohol. Trópico parece haber suplantado en la última década al aguardiente Cristal, conocido como “el whisky de los ecuatorianos”, el preferido durante mis campañas etnográficos de fines de los ochenta y principios de los noventa, en buena parte por la mala fama adquirida por éste después de varias muertes por intoxicación, e igualmente por la necesidad de mezclarlo con cola para aminorar su sabor, lo cual a su vez añade costo por unidad”.

Por cierto, Trópico Seco (tal parece que ahora Secco) ha vuelto y lo ha hecho, como es su costumbre, con todo (¡?) y se ha despachado un par de comerciales que quieren relanzarlo (siguiendo el modus operandi de Vanguardia) al mercado. Ahora, el segundo comercial (ninguno de los comerciales los he visto sino en TuTubo) sugiere que se ingiera el Tóxico en vaso, como si fuera un trago regular… Pero es tapita o nada.




Ahora, pasando a otro tema (pero aprovechando el anterior para preguntarle un ¿pa’ cuándo un frasco?) en una reciente entrada de su bitácora José M. León se despachó con esta definición del ciudadano de Guayaquil en tiempos de la así llamada “regeneración urbana”:

“Las áreas regeneradas han creado -vía ordenanza municipal- el estereotipo del ciudadano. Es un heterosexual, reenviador de cadenas de mails, repetidor incesante de clichés sociales dignos de un estudio antropológico, tiene novia pero no ha dejado a sus amiguitas de ocasión, se las pica de francote y trabajador (detalle por el cual desdeña a los artistas, filósofos, científicos y académicos) y en las últimas elecciones votó por Nebot y, para darle contra a Correa y ser buen guayaquileño, por Lucio –lo cual revela su evidente y preocupante falta de memoria-. Por supuesto, viste correctamente y ya ha aprendido que el perro no puede ir al malecón a pasear. Todo lo que se salga de ese molde se ha instaurado en el imaginario popular como una amenaza”.

En un hipotético abecedario guayaquilensis, la voz “trópico seco” debería incorporar esa joyita del X., tanto como la voz “ciudadano regenerado” (o algún otro nombre propicio para identificar ese adefesio emocional) de José M. León.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué chistoso!

Fernando dijo...

Lo de "ciudadano regenerado" es muy bueno, aunque el toque final al mismo llegará cuando en lugar de consumir el "Secco" en tapita pase a consumir por lo menos un Something on the rocks, como para estar en onda con el estilo miamicero de GuayaKILL City.