Las disculpas de Hockey

31 de agosto de 2014

Publicado en diario El Telégrafo el 31 de agosto del 2014.


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“Los más pobres, o no tienen carros, o en todo caso no conducen lejos” dijo el Federal Treasurer (el equivalente ecuatoriano sería el Ministro de Finanzas) de Australia, Joe Hockey, el miércoles 13 de agosto durante una entrevista radial en la cual, con estas ideas como premisas, intentó persuadir a su audiencia que el impuesto al consumo de los combustibles en la propuesta de presupuesto hecha por su gobierno era un impuesto “progresivo” (o sea, uno que requiere más dinero de quienes más recursos tienen). Por esa razón, no entendía la falta de apoyo político a dicha propuesta por parte de partidos que suelen apoyar los impuestos progresivos, como los laboristas y los Verdes.

El Treasurer Hockey forma parte de un gobierno de coalición Liberal-National liderado por el Primer Ministro Tony Abbott, perteneciente a las filas del partido Liberal. Una de las propuestas de Tony Abbott durante su campaña fue la recomposición del presupuesto. En mayo, el gobierno de Abbott presentó su propuesta de presupuesto al Parlamento, cuya idea de fondo es que el gobierno de Abbott heredó un desastre financiero del gobierno de Julia Gillard (gobernante del Partido Labor, opositor al Liberal, durante los años 2010-2013) y que debe procurarse la austeridad en los gastos gubernamentales para asegurar a Australia un futuro mejor. El camino para ese futuro de prosperidad es la reorientación de los gastos en el marco de una política económica conservadora. Una reorientación en la que, según ha expresado el Treasurer Joe Hockey, todos los australianos “deben hacer su contribución”.

Dos académicos de la escuela Crawford de políticas públicas de la Universidad Nacional de Australia, Peter Whiteford y Daniel Nethery, sometieron a escrutinio el contenido de esta “contribución” y concluyeron que “el impacto presupuestario no solo que no se lo reparte de manera proporcional, sino que será mayor para las personas en edad de trabajar, en los más bajos niveles de ingreso”. En pocas palabras, que la propuesta de presupuesto del gobierno de Abbott resulta más perjudicial para los más pobres de Australia. Según Whiteford y Nethery, tal es el contenido de esa “contribución”.

Con este antecedente se pueden entender mejor las críticas contra Hockey manifestadas en los medios de comunicación, en los que se le tildó de ofensivo y alejado de la realidad. El líder opositor Bill Shorten lo instó a “regresar del planeta Hockey al planeta Tierra”. En las editoriales de los periódicos, en los programas de comentarios políticos en radio y TV, en las redes sociales: en todas partes, Hockey encendió la polémica y recibió incontables muestras de rechazo. Pero no dio su brazo a torcer. El jueves, su oficina publicó un comunicado de prensa para explicar que, en lo esencial, lo dicho por el jefe era cierto y que el 20% más rico del país paga por combustible tres veces más que el 20% más pobre.

Es necesario someter a escrutinio la frase original de Joe Hockey. Su frase sugiere dos cosas: una, que los pobres no tienen carro; otra, que si sucede que los pobres tienen carro, no conducen lejos. Las dos opiniones de Hockey son deleznables. Sobre la primera: en su comunicado de prensa, la oficina de Hockey estima que más del 30% de los pobres no tienen carro y utiliza datos del censo del año 2011 para sustentar esta idea. Pero un estudio específico del instituto australiano de estadísticas (Australian Bureau of Statistics, ABS)  sobre esta materia, gráficamente titulado “Car Nation”, ofrece resultados distintos. Según este estudio, solo el 15% de los más pobres no tienen carro. El porqué de esta diferencia se explica en la forma de cálculo de los datos. Para el cálculo de la oficina de Hockey se añadió a la categoría “No tener carro” a aquellos que no marcaron nada, bajo el supuesto de que los que así respondieron “era muy probable que no tengan carro”. Esta conveniente asunción explica la diferencia de 15 puntos porcentuales con el estudio de la ABS, que omite el sesgo político de la oficina del Treasurer y hace su cálculo sobre la única certeza disponible: la de quienes marcaron “No” en esa pregunta del censo del 2011.

Sobre la segunda idea, la de que los pobres “no conducen lejos”, un estudio elaborado por el profesor Graham Currie del Instituto de Estudios del Transporte de la Universidad Monash destaca que las personas de escasos recursos, por vivir lejos de sus lugares de trabajo, suelen viajar mayores distancias en sus carros comparadas con las personas adineradas. Aplicado a la ciudad de Melbourne, por ejemplo, se encontró que esa diferencia era de 10 kilómetros diarios (16.4 para los pobres que viven en la periferia vs. 6.4 para los residentes del área central, en su mayoría personas de mayores recursos). La necesidad de conducir enormes distancias es incluso mayor en el campo del que es el país con la sexta mayor extensión territorial del mundo.

Así, las dos premisas originales de Hockey se derrumban. La primera afirmación, porque con las cifras corregidas, ya no se sostiene; la segunda, porque es contradictoria con lo que sucede en la realidad. Las premisas de Hockey para su afirmación de que el impuesto al consumo de los combustibles era “progresivo” resultaron muy débiles y, en el peor de los casos, falsas. El impuesto resultó regresivo, lo opuesto a cómo Hockey lo quiso presentar a la opinión pública. De hecho, a juzgar por los resultados del estudio de Whiteford y de Nethery, tan regresivo como regresiva resulta la propuesta de presupuesto del gobierno de Abbott en general.

A todo esto, el Primer Ministro australiano, Tony Abbott, se encontraba fuera del país. Cuando el viernes 15 por la mañana regresó a Australia, los periodistas le preguntaron sus impresiones sobre lo dicho por el Federal Treasurer de su gobierno. El Primer Ministro contestó: ”De plano, yo no diría eso”, al tiempo de confirmar su irrestricto respaldo a Hockey. Sutil bajada de línea de la máxima autoridad política de Australia a su hombre de confianza a cargo de las finanzas. 

En la tarde de ese viernes, Joe Hockey pidió disculpas. Fue elocuente: "Realmente, genuinamente pido disculpas porque haya cualquier sugestión, cualquier sugestión del todo, de que a mí o al gobierno no nos importan los más desaventajados en la comunidad. Pido disculpas por esa interpretación. Pido disculpas por esas palabras".

Dos días y un regaño le duró la necedad. 

¿Derecho a la intolerancia?

15 de agosto de 2014

Publicado en diario El Telégrafo el 15 de agosto del 2014 como "Una propuesta fijaba que era 'ok' ser intolerante".

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“La gente tiene el derecho a ser intolerante, ¿saben? En un país libre, la gente tiene derecho a decir cosas que otras personas consideran ofensivas, insultantes o intolerantes”. Así se expresó George Brandis, Attorney-General (especie de Procurador General) de Australia, designado en su cargo por un representante de la Reina Isabel II a recomendación del Primer Ministro australiano Tony Abbott (siendo la recomendación del Primer Ministro la parte decisiva de este proceso).

La frase de George Brandis fue dicha en el contexto de la defensa en el Senado de su propuesta de reforma a la Ley de Discriminación Racial. El Procurador Brandis, quien en razón de su cargo es la más alta autoridad jurídica en Australia, propuso que en la sección 18C de la Ley de Discriminación Racial (referida a “comportamiento ofensivo en razón de raza, color u origen nacional o étnico”) se reemplacen los términos “ofender, insultar, humillar” por “incitar al odio”. La modificación de esta ley había sido una promesa de Tony Abbott, líder del Partido Liberal, quien en campaña había ofrecido que una vez en el gobierno (a cuyo mando está desde septiembre del 2013) derogaría esa sección de la ley.

La propuesta del Procurador Brandis implicaba una evidente reducción de la protección a las minorías, dispuesta desde 1975 en la Ley de Discriminación Racial. De allí que Brandis dijera en el Parlamento que sí, que estaba OK ser intolerante con las minorías, que se podía ser verbalmente ofensivo o insultante contra un miembro de alguna de ellas siempre que no se incite al odio. Más contundente, Brandis dejó en claro que ser ofensivo e insultante contra una minoría era, además, un derecho de la “comunidad australiana”.

Porque una cuestión llamativa de la propuesta de ley del Procurador Brandis era que fijaba los “estándares” para juzgar lo que resultara ofensivo, insultante o humillante (aunque nunca en grado suficiente como para incitar al odio racial) en el pensamiento de un “miembro ordinario razonable de la comunidad australiana”, definido “ordinario” por oposición a los distintos “grupos particulares” (o sea, minorías) que puedan existir dentro de la “comunidad australiana”. En resumidas cuentas, la propuesta de ley del Procurador Brandis le restaba protección a las minorías en Australia porque ofensas e insultos contra las minorías prohibidos por la ley dejarían de estarlo, así como desdeñaba de plano su opinión a la hora de determinar responsabilidades, por ser personas “no ordinarias” en la “comunidad australiana”. Esto último, al menos en la visión del Procurador Brandis y de sus co-idearios en la coalición de los partidos Liberal y National.

El fundamento del Procurador Brandis y de sus co-idearios de la coalición Liberal-National para la reforma de la Ley de Discriminación Racial era la libertad de expresión. “Esta es una reforma importante y una parte clave de la agenda de libertad del Gobierno” puede leerse en los antecedentes de la reforma propuesta, titulada oportunamente “Libertad de expresión” y puesta a circular el 25 de marzo del 2014.

Pero este martes 5 de agosto, el Primer Ministro Abbott anunció la decisión de su gobierno de no proseguir con estas reformas. Cuando le preguntaron si era una decisión temporal, Abbott respondió: “Se han ido. Han desaparecido”. Las reformas pasaron de importantes a nulas. ¿Las razones para este giro? Una fue que la apelación a una mayor libertad de expresión no persuadió a la población australiana. Las encuestas demostraban que siete de cada ocho australianos se oponía a la reforma de la ley. No existió apoyo para la reforma por parte de la llamada “comunidad australiana”.

Otra razón fueron las reacciones que provocó la propuesta de ley. El que el propósito de la ley haya sido el reducir la protección a las minorías, provocó reacciones en los miembros de grupos minoritarios. Representantes de las comunidades aborigen, griega, judía, china, árabe, armenia y coreana presionaron en el Parlamento en contra de esta posible reforma. Ken Wyatt, aborigen australiano y parlamentario de filas del partido del Primer Ministro Abbott, había anunciado su desobediencia a la disciplina del partido si se proseguía con la discusión de la ley. Las reacciones de los sectores afectados en su nivel de protección no iban sino a complicarse con el paso del tiempo. El Primer Ministro Abbott y su equipo habrán presentido un futuro nefasto y cortaron por lo sano. En particular, Abbott quiso evitarse una “complicación innecesaria” (así la denominó en una entrevista radial) con la comunidad musulmana. 

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Una comentarista del periódico Canberra Times, Mariam Veiszadeh, escribió en un artículo titulado “Por qué la intolerancia no es OK, Sr. Brandis” que a los australianos los debería aterrar el que su máxima autoridad jurídica “parezca más apasionada por la protección de los derechos de los intolerantes que por los derechos de los más marginados de la sociedad”. Frase a la que muy bien podría tomársela como un corolario crítico de un hecho que fue, además, una torpeza argumentativa y un paso en falso para el gobierno que lidera Tony Abbott.