Pinoargote, proteína política

26 de septiembre de 2016

Con voz de pena, Pinoargote cerró el “tramo Pinoché” de su entrevista con el consultor chileno Patricio Mery Bell con las siguientes palabras:

“Si hablamos de estabilidad, hay que ver bien en qué consiste”.

Cuatro días después, Alfredo Pinoargote se explica. Aquí el video. Él no cree que la estabilidad sea “absolutamente positiva”. Él cree que los regímenes estables construyen “carreteras, escuelas, hospitales y represas. Todos han hecho una gran obra” (se entiende que Correa está en este club); si esos gobiernos estables son de facto “se apuntala de una violencia física de la que hace ostentación para aterrorizar”; pero si esos gobiernos estables son de origen democrático cometen otro tipo de violencia, pues cometen un “genocidio moral de la sociedad civil”, casi un nuevo Apocalipsis.

Pinoargote cierra su editorial explicativo de su “tramo Pinoché” de la siguiente manera:

“La estabilidad es una proteína política cuyo exceso produce coágulos en el sistema circulatorio de la alternancia, bloquea las arterias coronarias del poder, infarta y mata a la democracia. Esa es la realidad”.

La conclusión de Pinoargote es que una “proteína” llamada estabilidad puede matar a la democracia. Esta conclusión es absurda y sólo puede ser el resultado de un grave error conceptual. La estabilidad es una muestra del vigor de una democracia, pues supone la continuidad de un sistema de elecciones abiertas (lo que implica la posibilidad de alternar, si se tiene el favor popular) sin una ruptura anti-democrática.

La estabilidad no puede matar a la democracia, como afirma Pinoargote. Salvo que él entienda por “estabilidad” otra cosa. Y en efecto, así es: Pinoargote reduce la “estabilidad” a la duración de un gobernante en el poder (1). En este sentido, Pinoargote intenta asociar la estabilidad a la falta de alternancia, para darle un contenido negativo. El problema con este tren de ideas de Pinoargote es doble: por una parte, porque es una reducción al absurdo de la idea de estabilidad con el propósito de ajustarla a la justificación de sus dichos en el papelón por su “tramo Pinoché” del otro día; por otra, porque el argumento a rebatir era que el Ecuador ha sido un país estable en los últimos diez años y que lo sigue siendo en comparación con otros países de la región. Esto es cierto, es “la realidad”. Hasta antes de la presidencia de Correa, éramos el hazmerreír de esa misma región con tres presidentes elegidos en elecciones destituidos por golpes de Estado, más o menos burdos y pintorescos.

La explicación que ha dado Alfredo Pinoargote es retórica vacía. Es como si yo dijera:

“Alfredo Pinoargote es una proteína política cuyo exceso produce coágulos en el sistema circulatorio de la alternancia, bloquea las arterias coronarias del poder, infarta y mata a la democracia. Esa es la realidad”.

Pero hasta esto hace más sentido que la explicación del propio Alfredo.

(1) Esto se evidencia porque en su editorial Pinoargote relaciona los períodos de estabilidad con la permanencia de una sola persona o institución en el poder (Veintemilla, militares, Correa). Sin embargo, la estabilidad de una democracia debería medirse por los períodos presidenciales consecutivos sin golpe de Estado, puesto que la estabilidad es el funcionamiento del sistema democrático con la posibilidad real de alternancia, en elecciones abiertas. En ese sentido, los períodos de estabilidad durante el siglo XX serían el liberalismo post-alfarista (1912-1925), el auge bananero (1948-1961) y el retorno a la democracia (1979-1997).

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