El burócrata ecuatoriano que contribuyó a la teoría de la evolución

20 de octubre de 2016

El crédito de la teoría de la evolución se lo ha llevado el inglés Charles Darwin (1809-1882). Sin embargo hay un antecedente que, aunque relevante, resulta usualmente ignorado en la historia de esta idea: el rol que desempeñó el burócrata ecuatoriano de origen noruego, Nicholas Oliver Lawson (1790-1851), quien actuó como gobernador de las islas Galápagos durante la época de la visita de Darwin (septiembre-octubre de 1835).

Nicholas Oliver Lawson nació el 23 de noviembre de 1790 en la isla de Sekken, Noruega, con el nombre de Nicolai Olaus Lossius. Para la época en que conoció a Darwin, Lawson tenía 44 años bien vividos: marino de vocación temprana, capturado por piratas en el Mediterráneo, establecido en los Estados Unidos de América y combatiente en la guerra de 1812 contra los ingleses; se afincó después en Canadá y más tarde viajó al otro extremo del continente para tomar parte en la guerra chilena por la independencia bajo el mando de Cochrane. Había viajado por varios países del norte y del sur de América, y también por la India. Contaba con alrededor de dos años de residencia, puede que incluso más, en el recién ocupado “Archipiélago del Ecuador”, territorio arisco de islas oceánicas del que el Estado ecuatoriano había tomado posesión el 12 de febrero de 1832, durante el primer gobierno republicano del país (1).

La teoría de la evolución le valió a Darwin ser representado como mono por los retrógradas de la época.

El vice-gobernador Lawson era un tipo con una experiencia vital de la que Darwin carecía (con apenas 26 años y un único viaje a cuestas) y una experiencia de campo sobre las Galápagos que Darwin ni tenía, ni podría tener. Cuando el bergantín Beagle atracó en la isla Floreana (entonces llamada Charles) fue el vice-gobernador del Archipiélago del Ecuador, Nicholas Lawson, actuando a nombre del gobernador José María de Villamil, quien invitó el viernes 25 de septiembre de 1835 a cenar en su colonia al capitán Robert Fitz-Roy y al naturalista Charles Darwin. De su conversación con Lawson durante esta cena, Darwin consignó en la primera edición de su ‘Journal of Researches’ [1839] el comentario de que Lawson “podía distinguir la isla a la que pertenecía una tortuga apenas se la presentaban”, pues sus formas eran distintas de una isla a otra.

Pero en ese día de septiembre y para la época de la publicación de esta primera edición del ‘Journal of Researches’, Charles Darwin todavía era un creacionista. Las distintas especies de tortuga podían explicarse, en su cabeza, pues habían llegado transportadas por bucaneros desde el océano Índico. Sin embargo, la observación de Lawson le haría sentido a Darwin tiempo después. Y así lo consignó en la segunda edición del ‘Journal of Researches’ [1845]:

“Hasta ahora no he indicado el rasgo más notable de la Historia Natural de este archipiélago, y es que las diferentes islas, en una extensión considerable, están habitadas por conjuntos diferentes de seres. El vicegobernador, Lawson, me llamó la atención sobre este hecho, manifestándome que había notables diferencias entre las tortugas de las diversas islas, y que podía discernir con toda seguridad la isla de donde procedía cada una. Por algún tiempo no presté gran atención a este aserto…” (2).

De esta manera, Nicholas Oliver Lawson, funcionario público de la naciente República del Ecuador y atento observador, ayudó a construir la teoría de la evolución, de significativa importancia en la historia de la humanidad (3). Es, sin duda, la mayor contribución de un burócrata ecuatoriano a la historia de las ideas.

Nicholas Lawson (Nicolai Lossius) murió en Valparaíso el 1 de mayo de 1851, a la edad de 60 años.

(1) Ingrid P. Nuse, ‘The Norwegian who inspired Darwin’, Science Nordic, 23 de mayo de 2015;  Marcel E. Nordlohne, ‘A seven-year search for Nicholas Oliver Lawson’ [Summary].
(2) El Journal of Researches se lo ha traducido al español como ‘Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo (en el navío de S.M. «Beagle»)’ [Trad.: Juan Mateos]’ (p. 486). El contraste entre las dos ediciones de este libro es analizado en: Nicholls, Henry, ‘Lonesome George. The life and loves of a conservation icon’, Macmillan, New York, 2006, p. 58-9.
(3) Bill Bryson, ‘Darwin’s singular notion’ [Cap. 25, pp. 240-8].

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