El alcalde Jaime Nebot
descartó que la empresa Uber ingrese al mercado guayaquileño. Su razón para
prohibirla fue la protección de un grupo económico (los taxistas amarillos):
“Conozco
el servicio [de Uber]. Sé que es bueno; pero hay que tener en cuenta a las
miles de familias que viven de una actividad lícita como para ponerles una
competencia de esa naturaleza” (1).
El alcalde Jaime Nebot
impuso una prohibición a Uber, a contramano de la libertad de comercio.
En la supuestamente libérrima Guayaquil, sin embargo, nadie se ha animado a
criticar esta disposición.
Más aún, el propósito anunciado por Nebot de proteger a esas “miles de familias” tampoco se da, pues la prohibición no es general: es apenas una prohibición discriminatoria, orientada a excluir a Uber del mercado. Otras empresas, como Cabify, prestan un servicio idéntico al de Uber y funcionan normalmente en Guayaquil.
De esta disposición de la
Alcaldía se desprenden tres cosas:
1)
La prohibición es contraria a la libertad de comercio (en una ciudad que se ha
jactado de ser “libérrima”, jaja).
2) La
prohibición no es general. Por ende, no puede servir al propósito de proteger a
los taxis amarillos.
3) La
prohibición discrimina a una empresa específica (Uber). Con ello, favorece a
otras empresas (como Cabify) que prestan el mismo servicio.
Una decisión arbitraria,
una explicación estúpida, luego el silencio. Es decir, lo usual en el Guayaquil
socialcristiano.
(1)
Blanca Moncada, ‘Nebot no quiere a Uber en Guayaquil’, Diario Expreso, 22 de
septiembre de 2016.
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