Evoqué una frase de Jorge
Luis Borges en una entrevista el día de las elecciones: “Hay una dignidad que el vencedor no puede alcanzar”.
Un ejemplo de ello fue el discurso de John McCain el 4 de noviembre de 2008, cuando perdió la Presidencia de
los EE.UU. frente a Barack Obama. Escuché ambos ese martes de elección: me
gustó más el discurso de concesión de derrota de McCain que el discurso triunfal
de Obama. McCain supo estar a la altura de la sentencia borgeana.
Uno que no estuvo a la
altura fue Guillermo Lasso. Su discurso fue contradictorio por dos razones: A) Porque si el CNE es fraudulento, el
movimiento de Lasso debería rechazar los resultados electorales que sí los
beneficiaron, pues de no hacerlo así, CREO sería un beneficiario del fraude que
denuncia; B) Porque si quiere
representar la opción del “cambio”, con acciones como ésta, Lasso no se
diferencia de lo que critica en los modos del Presidente actual. Esto último lo
argumenta muy bien Felipe Burbano de Lara en su columna de opinión del 25 de abril de 2017 (1).
Estas contradicciones de
Lasso son muy graves: se relacionan con la coherencia interna de su reclamo (si
es fraude, debe serlo no sólo para aquello que no me beneficia) y con su razón
de ser (representar un cambio al correísmo). Le restaron dignidad a su
derrota.
(1) “Si fue la revolución
ciudadana la que llevó la política durante estos diez años al terreno
permanente de la confrontación y la polarización, pues la decisión de Lasso
tiene el mismo significado: confrontar con el gobierno de Moreno sin darse la
oportunidad de abrir, en este momento de transición, el espacio político para
exigir un nuevo clima de convivencia”, v. Burbano de Lara, Felipe, ‘El error histórico de Lasso’, Diario El universo, 25 de abril de 2017.
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