Bucaram vs. Nebot: La Pelea del Siglo (pasado)

24 de junio de 2017


Un desubicado

Abdalá Bucaram Ortiz (n. 1952) es un político que regresa después de un largo exilio (1). En la memoria colectiva de Guayaquil, Bucaram representa una época de nuestra ciudad: el desorden, la vocinglería y la corrupción de los años ochenta (2). Bucaram ha vuelto, pero en su conducta no ha superado la retórica y la actitud de esa época, que marca su estilo político (3). Bucaram ha vuelto, pero con los ochentas todavía insertos. Los Iracundos lo testimonian.

Abdalá Bucaram ya no electriza a su público como lo hizo en sus buenas épocas (hasta la segunda vuelta de la elección presidencial de 1996). Hoy apenas lo entretiene. No es un líder de masas, es folklore. Su rol político es marginal, pero puede resultar importante en la historia de Guayaquil como un removedor de caca.

Porque Abdalá Bucaram es el Loco que ama… que ama odiar. Y el odio requiere siempre de un enemigo.

Otro desubicado

Jaime Nebot Saadi (n. 1946) ha consolidado su dominio hegemónico de la ciudad de Guayaquil. En esta ciudad, desde 1992 los alcaldes socialcristianos (Febres-Cordero y Nebot) han capitalizado la superación del roldosismo y se han erigido como sus salvadores.

El modelo de desarrollo socialcristiano, ni supera el roldosismo, ni significa una alternativa viable para Guayaquil. El liderazgo autoritario, el capitalismo de amigos, el crecimiento urbano que privilegia el bien privado por encima del bien público, sin planificación ni cuidado ambiental: toda la orquestación del PSC es típicamente ochentera.

Por lo anterior, Jaime Nebot registra muchos aspectos vulnerables en su administración de la ciudad. La vocinglería de Bucaram podría ocuparse de ellos.

El escenario

En 1985, el alcalde de Guayaquil Abdalá Bucaram Ortiz tenía unos pocos años en política (empezó como Intendente de la provincia del Guayas durante la administración de su cuñado Jaime Roldós en 1979) y el gobernador de la provincia del Guayas Jaime Nebot Saadi tenía aún menos (se inició en política con ese cargo, durante la administración de su mentor León Febres-Cordero, en 1984). Esas dos autoridades con asiento en Guayaquil se enfrentaron los años 1984 y 1985, y hubo detenidos, heridos y muertos en ambos bandos. En junio de 1985, Bucaram opinó que las Fuerzas Armadas “solo sirven para desfilar en octubre y se llevan la mitad del presupuesto nacional” y Nebot lo demandó por injurias calumniosas para meterlo en cana. Todo orquestado, Vieja Guardia style. Ante la inminencia de la prisión y lo que en ella le podría suceder, Abdalá Bucaram se avocó a su primer exilio en Panamá.

En 1996, Bucaram y Nebot se enfrentaron en la segunda vuelta para elegir Presidente de la República del Ecuador. Triunfó Bucaram, pero no duró mucho. En 1997, a instancias de una orquestación del PSC et al. (con el PSC capo di tutti capi) se orilló a Bucaram a un nuevo exilio en Panamá (su tercero).

En 2017, Nebot es el alcalde de Guayaquil y Bucaram ha vuelto. Bucaram es un político que necesita un enemigo para existir. Nebot tiene algunos aspectos débiles que pueden ser aprovechados por Bucaram. Nebot, conceptualmente, representa el ethos ochentero, el greed is good de Gordon Gekko; en la práctica, es un representante del “capitalismo de amigos”, de un crecimiento urbano perverso y de las mañas de la Vieja Guardia política; como pieza de un juego estratégico, es un antiguo enemigo y alguien a quien ya Bucaram ha vencido en lo que más les importaba a ambos. Es, por ende, un candidato ideal para renovar su enemistad.

Fight!

Es prematuro saber cómo se desenvolverán las cosas, pero el hecho cierto es que grosso modo se enfrentarán dos estilos políticos en Guayaquil: el caos corrupto bucaramista versus el orden tramposo socialcristiano. Dos estilos esencialmente ochenteros, vuelven entonces a enfrentarse. Guayaquil es una ciudad atrapada en el pasado (4).

Abdalá Bucaram buscará remover la caca y salpicar con ello a la administración del PSC, en especial, al alcalde Nebot. Payback time. Y puede que su época haya ya pasado, pero Bucaram todavía puede ser útil para la superación de su viejo enemigo.

En una sociedad tan homogénea como la guayaquileña, Bucaram puede jugar el papel de un disruptor. El Loco no tiene nada que perder. Y no importa tanto el emisor, porque lo importante es nombrar las cosas, que de a poco a poco estas empezarán a discutirse (5).

Así, Abdalá Bucaram vs. Jaime Nebot en el trienio 2017-2019 es la pelea del siglo. Pero del siglo que ya pasó. Y eso significa dos cosas.

Primero: el que una pelea del siglo pasado sea la modernidad política de Guayaquil, habla horrores de la debilidad cívica de nuestra ciudad.

Segundo, que lo que quede de esta pelea, debe ser un punto de partida para pensar de manera distinta a Guayaquil. Principalmente, para pensarla a la contra de este par de políticos desubicados y caducos.

(1) En rigor, son cuatro “exilios”. El primero, en 1985, con retorno en 1987; el segundo, en 1988, con retorno en 1990; el tercero, en 1997, con breve retorno el 2005; el cuarto, en 2005 hasta su retorno definitivo el 2017. En un lapso que abarca 32 años, Bucaram ha pasado un 25% (alrededor de ocho años) en el Ecuador. El resto, en sus sucesivos asilos en Panamá.
(4) En Guayaquil, uno puede tener la sensación de que una canción de Vilma Palma podría ser un hit del verano: una ciudad carcomida por su pasado.
(5) Esta intuición la abrigó un diputado ecuatoriano a la Asamblea Constituyente del año 1883 la primera vez que se discutieron los derechos de la mujer al voto (en los primeros 53 años del Estado ecuatoriano el tema no se había hablado jamás: era a fact of life). El diputado expresó una honda preocupación por lo acontecido en la Asamblea: “[n]osotros no debíamos haber discutido este punto porque hay el peligro que las mujeres abran los ojos y crean que pueden ser ciudadanas”. (‘El sufragio femenino en el Ecuador’). Ese es el riesgo que corre la Alcaldía de Guayaquil: que el nombrar y discutir nuestros problemas urbanos termine por empoderar a una ciudadanía, hoy dormida.

1 comentarios:

Blankimonki dijo...

Qué sobriedad.