Satori

18 de junio de 2017

He contado en una entrada anterior la vez que decidí ser carnívoro el resto de mi vida. Sucedió en la Argentina, país propicio a la buena carne, en un campo en las afueras de Mendoza. Todo era ideal: la carne, el vino, el ambiente. Fue un momento digno de justificar el eterno retorno.

Ese fue el día en el que abandoné el prejuicio urbano (debo decir, de algunos urbanitas) de la sacralidad de la naturaleza. Los animales son hermosos, también en mi plato.

Y acepté en mi corazón, todavía sin conocerla, la frase atribuida a Fran Lebowitz que leí años después en Brasil: “Mi animal preferido es el bife” (1).

(1) de Lara, José Francisco (comp.), ‘Ironia. Frases soltas que deveriam ser presas’, Cócegas Editora, Curitiba, 2005, p. 79. 

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