Antier fuimos con mi
bróder Curro al Capwell a ser espectadores de un partido de la selección
nacional de fútbol. La última vez que recordábamos haber ido a un partido de la
selección en Guayaquil fue cuando jugamos contra Perú en el Monumental
por las eliminatorias a Francia ‘98, con resultado 4 a 1 (dos goles del
‘Tanque’ Hurtado, uno de Máximo Tenorio y otro de ‘Pepín’ Gavica). Eso fue el
24 de abril de 1996. Más de 20 años más tarde, nos fuimos a reencontrar con la
Tricolor en suelo tropical.
El grave problema fue la
sensación “River Park”* que produjo la organización de este
partido en el que jugó la Tricolor. La entrada al renovado estadio Capwell era
un desastre: se la hizo tarde y mal, se reubicó a la gente a última hora, había
espacios sobrevendidos. Finalmente, entramos y nos ubicamos en una esquina
sobre la San Martín. Una vez adentro no acabó el asunto: todavía había que soportar
a hordas de idiotas que creen que gritar “uh, uh, uh” o “negro bruto” es
chistoso. Y una vez terminado el partido, se registraron varios robos en las
inmediaciones del estadio.
Así, de esta
visita al renovado Capwell ha quedado un regusto a desorganización, racismo y delincuencia. Tal como
lo recuerdo, en 1996 estábamos mejor.
N.B.: Guayaquil sigue atascada en los noventa. Ese es el telón de fondo.
En todo caso, lo bueno es
que ganó la selección nacional, 3 a 1, con un hermoso gol de Murillo al
cierre del partido, que fue gritado en nuestro banderín del córner. Pero los de
Trinidad y Tobago eran muy rústicos y por lo exhibido por los nuestros, clasificar al mundial sigue pareciendo una posibilidad remota. Medida en años
luz.
* Donde el tiempo no pasa.
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