Hace un par de días, la
periodista Blanca Moncada publicó un artículo en diario Expreso que tituló:
“Coimas, cerveza, chuzos y orina”. En esa nota, denunciaba
sustancialmente lo siguiente: a las 10 PM la protección pública
(municipal) se retiraba del sector del cerro Santa Ana y dejaba su protección
en manos de la seguridad privada. Entonces, a partir de las 10 PM,
la seguridad privada (que ha sido corrupta: “Solo pasan a determinada hora y
cobran”) tranza con algunos individuos para permitirles vender productos (“encebollado,
jugos y hasta marihuana”) por fuera de la ley. La conclusión viene de una
autoridad municipal: “Si los guardias hicieran su trabajo y no fueran
corruptos, no habría informales allí” (1).
La Alcaldía de Guayaquil
acusó recibo. Ayer publicó lo siguiente:
Lo que demuestra que si se
la mosquea lo suficiente, la Alcaldía de Guayaquil reacciona. Miren lo que
logró un artículo de prensa (2).
De importancia igual o
mayor que el cuidado del cerro Santa Ana es cuidar los edificios patrimoniales
del cantón Guayaquil. Esta obligación le corresponde a la Alcaldía de
Guayaquil, pues desde el 3 de junio de 2015 esa es una de sus competencias.
Pero la Alcaldía de
Guayaquil se ha probado no competente para asumir esta competencia. El caso de la caída de la cruz de la Catedral, a principios de año, fue un ejemplo de
ello. La caída de una columna del edificio patrimonial de “La Casa del Cacao”,
el día de ayer, es una voz de alerta sobre el estado deplorable de la
conservación patrimonial a cargo de la Alcaldía.
Este desplome en “La Casa
del Cacao” debería motivar una reacción en los guayaquileños a quienes sí nos
preocupa el patrimonio de nuestra ciudad. Este artículo es un grano de arena
que apunta a ese propósito. Hacen falta más opiniones, más plantones, más exigencias
concretas a una Alcaldía que está en deuda, en este tema patrimonial y en tantos
otros. Hay que exigirle las rectificaciones inmediatas de todas las maneras
posibles y como lo dice la Alcaldía en su comunicado, “siempre conforme a la
ley”.
Pero hay que hacerlo. Porque
está demostrado que la Alcaldía de Guayaquil cuando se la mosquea lo
suficiente, sí reacciona. Lo que hay que lograr, es que esta vez su respuesta sea
para bien: para preocuparla e involucrarla en la conservación de
nuestro patrimonio común.
(1) Lo
dijo el vocero de la Policía Metropolitana, Roberto Viteri. Los guardias
corruptos que permiten la venta de encebollado, cerveza y marihuana (trilogía
muy, muy guayaca) en el cerro Santa Ana son los guardias contratados por la
Fundación Siglo XXI para cuidarla. Con la Alcaldía, si no hace agua por un lado, la hace por el otro.
(2) Por
supuesto, una reacción represiva está en el “ADN socialcristiano”. Si roban en
el parque Centenario, ha llegado la hora de subir las rejas. En su lógica
ochentera, esto es lo correcto (lo asombroso es que lo hagan pasar por un modelo
de desarrollo).
No soy guayaquileña (digo de nacimiento pero si de necesidad) pero me produce tristeza indignada esta noticia. Suelo ir por la ciudad observandola, hyay edificios realmente interesantes que dan cuenta del desarrollo de su arquitectura, pero siempre me preguntó hasta cuando estará la edificación en pie y lamento que la ciudad se va yendo de la memoria sin que establezca una politica de cuidado de sus edificios, que bien pudieron pensarse como un interesante corredor turistico que tanta falta le hace, contrario a esto me encontré hoy con que desapareció uno ubicado en la esquina noroeste de las calles Víctor Manuel Rendón y Boyacá en cada una de sus esquins habia inmuebles que datan de 1930 aproximadamente, uno un hotel de paso, otro una tienda vieja y gea y el tercero todavia funcional, al que me refiero era de construccion mixta u ahora hay un hotel semimoderno. La Casa del Cacao particularmente siempre consideré que debia ser un museo temático del cacao y el café. Es triste constatar el abandono municipal y el criterio comercial del turismo en manos de la Municipalidad, 30 años en el poder local y no construyeron nada serio como patrimonio urbano no turismo que no sea el local, baste ver Guayaquil mi destino, mirada localista para quien logra a vivir, pero no para enamorar al turista de su historia y tradiciones.
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