En Amador’s, planta baja,
el noticiero pasó un video de un Alcalde de Guayaquil enojado, en plan “El
pueblo soy yo”.
- “Es cosa de asombro”,
dijo un tipo que llevaba una sopa marinera a medio talle, “que se diga que la
voluntad de uno encarna la voluntad de toda una ciudad”.
- “Lo realmente asombroso
es que esa persona no viva siquiera en la ciudad que dice representar”, terció
un morocho que se empujaba una guata.
- “Eso no es nada”, aclaró
una mancita que esperaba que Periquito le despache un chupe, pues era viernes.
“Asombroso es que viva fuera de la ciudad que dice representar, en una isla
privada, en ciudadela cerrada, rodeado de guardias privados y de robaburros”.
- “Esos son los arrabales
del asombro” espetó un abogado que tenía la corbata sumergida en una cazuela de
camarones y aún no se daba cuenta. “Lo realmente asombroso es que a pesar de
vivir fuera de la ciudad, en una isla privada y segregada, ese millonario sea
el ídolo de los pobres de la ciudad”.
- “Eso es verdak”, dijo un
señor con pinta de Ñaño Lelo, que se sacaba un moco después de comerse el
último de los patacones de un ceviche mixto y a quien la gente confundía con
León Roldós, “pero no es la historia en su totalidak. La curiosidak es que el
Alcalde haya surgido del sector de la construcción y que durante su gestión
haya usado a la Alcaldía para beneficiar a ese sector empresarial en un claro
ejemplo de capitalismo de amigos, a pesar de lo cual este millonario que vive
fuera de la ciudak en una isla privada y segregada es el ídolo de los pobres y
encarna la voluntak de toda la ciudak. Allí la figura está redonda y lo
asombroso se muestra en toda su complejidak”.
Se hizo un grave silencio.
El señor con pinta de Ñaño Lelo se levantó para pagarle a doña Yoconda y mostró
su cédula. Sí era León Roldós. Pagó justo, tomó unos caramelos y se fue.
La gente se quedó
pensativa (incluido el fiel Periquito) después de este último comentario. A
pesar de la exquisitez desmesurada de sus platos, se posó en el ambiente la
impresión triste de estar viviendo menos en una ciudad, que en un sainete.
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