Durante un tiempo, la
Alcaldía de Guayaquil trató de vender la idea de la “creatividad para
progresar” como un atributo de su gestión. La idea, por supuesto, resultó más
falsa que dólar celeste. La gente veterana suele ser de rutinas y las mañas de
la Alcaldía de Guayaquil (una entidad que es un ancianato) son las mismas de
siempre, previsiblemente orientadas a maximizar las ganancias de los que están
en el ajo.
La ausencia de creatividad
de la Alcaldía se puso en evidencia con la disputa por el ceibo y la Aerovía. Una
solución creativa hubiera integrado el ceibo a la infraestructura de la
Aerovía. Era un solo árbol, pero para el ancianato era demasiado rollo, mucho
cambio en su rutina, una apertura no deseada si se hacía caso a los reclamos.
Por eso, Andrea Fiallos, directora de la Fundación La Iguana, que defendió la conservación del ceibo en una columna de opinión, ha dicho: “Llevo
años reclamando una ordenanza para proteger a los árboles que deberían
considerarse patrimoniales, sin ningún resultado hasta la fecha”. Y no tendrá
nunca esa ordenanza mientras el PSC esté en el poder, porque la lógica de esta
administración es simple, cristalina: si no beneficia al Alcalde y a su
Capitalismo de Amigos, no se hace. ¿Y cómo van a ponerle él y sus mandados en el
Consejo cortapisas al negocio de la construcción? Allí es donde realmente se
hace plata, no en la conservación de un árbol. Muy de la vieja guardia, pero un
cuarto de siglo sucediendo, invariablemente.
En esta ocasión, una vez
más, se comprobó que en Guayaquil, si su autoridad política lo quiere, se impone
a sus ciudadanos, y hace lo que le place (para eso ha repartido billete a
convenientes difusores de su mensaje). Y no hay árbol que se le resista.
El saldo de esta disputa
es un ceibo menos y este mamarracho de comunicado municipal. Tan mal
escrito, tan bruto, que resulta gracioso.
La Alcaldía no es ni buena
ni mala, es simplemente incorregible.
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