Para los que celebran el
orgullo de ser zapallentos, una
crítica, cortesía del acerbo filósofo alemán Arthur Shopenhauer (1788-1860):
“Permítaseme
exponer aquí, de pasada, mi creencia de que la piel blanca no es connatural al
hombre, sino que éste tiene por naturaleza la piel negra o marrón, como
nuestros antepasados, los habitantes de la India; que, por lo tanto, la
naturaleza jamás dio a luz hombre blanco alguno; que la raza blanca, por mucho
que se hable de ella, no existe; y que un hombre blanco no es más un hombre
pálido. Forzado a emigrar al norte, donde sólo podía sobrevivir como las
plantas exóticas y donde, al igual que éstas, necesitaba de un invernadero, el
hombre, con el correr de los siglos, empalideció”*.
El hombre blanco como cara
pálida: un ser empalidecido por el
discutible mérito de haber padecido mucho frío durante muchas generaciones.
* Schopenhauer, Arthur, ‘El arte de insultar’ [Die Kunst zu beleidigen], Alianza
editorial, Madrid, España, 2018 [Primera edición: 2005], p. 57. (Edición e
introducción de Franco Volpi.)
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