En los años cincuenta del
siglo pasado se dice que varios bartenders
protestaron en la Quinta Avenida de Nueva York contra el vodka: “Down with the Moscow Mule – We don’t need Smirnoff
vodka”*, se llegó a leer
supuestamente en sus carteles (hay quienes dicen que la historia fue un invento de John Martin, para avivar el interés por el vodka).
Pero si hubo esta postura
contra el vodka en las calles de NYC, al amparo del macartismo y del
sentimiento anti-URSS de la época, no duró mucho, pues un actor oriundo de
Escocia se les interpuso en el camino a los opositores. Todos los eventuales bartenders de NYC en la Quinta Avenida
son pizza mojada después de que en el primer film de James Bond, Dr. No, protagonizado por Sean Connery
(Edimburgo, 1930), aparecieran estas famosas palabras, “shaken, not stirred”, a fin de caracterizar a un Martini
hecho con vodka Smirnoff. Sucedió en 1962. La frase representó una ruptura: pum pa’ arriba, la demanda de Smirnoff
se disparó en el mercado de la Yunái.
Pero el verdadero triunfo
del vodka pasó por la política exterior del gobierno de Richard Nixon, quien
personalmente viajó a la Unión Soviética para apaciguar las tensiones entre las
dos potencias, a inicios de los setenta. De resultas, Nixon le concedió en 1972
a su amigo Donald Don Kendall, CEO de
PepsiCo, la autorización para entrar en negociaciones con los soviéticos**, por las que su compañía estableció
en la URSS una fábrica con capacidad para producir 74 millones de botellas de
cola al año, usando la fórmula de la Pepsi. Y como los rusos no tenían
efectivo, PepsiCo les permitió pagarles con vodka. Así que PepsiCo instaló una
subsidiaria llamada “Monsieur Henri Wines” para distribuir en los Estados
Unidos de América el vodka “Stolichnaya”
con el que los rusos les pagaban. (Era el vodka estatal y centralista par excellence: “Stolichnaya” es algo así como “capitalino”
en ruso)
A lomos de la Pepsi, las
ventas del vodka se treparon en un cohete. En 1975, el vodka llegó a
convertirse en la bebida alcohólica más consumida en los Estados Unidos de
América, con el 18.7% del mercado, según los datos de Patricia Herlihy, autora
de “Vodka. A Global History” (p. 71).
Y sigue yéndole muy bien, en la Yunái y en el mundo.
* “Moscow Mule”, la “Mula de Moscú” (the drink with a kick), fue una
combinación surgida en 1940 de dos excedentes: un empresario con mucho vodka y
otro empresario con mucha ginger beer
(cerveza de jengibre) casera, en asocio con la heredera de una fábrica de cobre
con muchas dificultades para vender sus productos. Juntaron los excedentes y
empezaron a vender su mezcla en el nuevo recipiente. Nada pasó, por
supuesto, salvo cuando alguien en Columbia, North Carolina, empezó a
promocionar la bebida como el “whisky blanco” asociado a un eslogan: “No smell, no taste”. La gente le empezó
a encontrar la gracia a poder beber en público sin resultar, al menos, obvio.
Encontrada esta veta, el vodka fue un éxito arrollador (y eventualmente, la
publicidad del vodka Smirnoff se acomodaría a esto, con la campaña “Smirnoff leaves you breathless”).
**
No debe haber sido difícil para Don
Kendall llamarlo a Tricky Dick Nixon.
Él (Tricky) fue uno de los abogados
de Pepsi en los años en que Don Kendall
fue su vicepresidente. En 1959, Don acompañó
a Tricky a una visita oficial a la
Unión Soviética: nacido en 1921 y, a la fecha aún vivo con 98 pirulos, Kendall
es uno de los testigos que presenció el famoso “Kitchen Debate” entre Nixon y Krushchev ocurrido durante esa
visita oficial, tal vez el único que todavía come y caca.
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