23 de septiembre de 2019

¡Japi verdei, Ecuador!


El 23 de septiembre de 1830 entró en vigor el primer instrumento jurídico que reguló la vida del Estado independiente que empezó a llamarse Ecuador en homenaje a su situación geográfica, atravesado como está por la línea imaginaria del ecuador*. Este instrumento jurídico, nuestro primero de muchos, fue el fruto de una Asamblea que convocó a los representantes de territorios que habían sido parte de la Audiencia de Quito, cuando estos territorios eran administrados por el Reino de España.

Así, el general Juan José Flores convocó en un decreto a elegir representantes de los Departamentos de Quito, Cuenca y Guayaquil para una Convención en Riobamba, a razón de siete por cada territorio. En el mismo decreto, también convocó a representantes de la provincia de Pasto y de otras provincias norteñas que deseen incorporarse al Ecuador, a enviar un representante por cada uno de los territorios.

Asistieron, en total, 20 representantes a fundar el Ecuador. (En las provincias de Pasto y otras de la actual Colombia se nombró a representantes para la Convención que nunca llegaron a Riobamba). La Asamblea debió instalarse el 10 de agosto, pero lo hizo recién unos días después, el 14 de agosto y con 16 representantes que “fueron á misa solemne del Espíritu Santo á la iglesia Matriz, y se trasladaron al local de las sesiones, donde el General Juan José Flores les tomó juramento”**. Por 27 días, fueron 20 personas, todos hombres y todos adinerados, quienes discutieron lo esencial a un nuevo país y desembocaron en una tibieza de Constitución, de cuño conservador y firmada el 11 de septiembre.

La tibieza del Ecuador era relativa a su situación jurídica, pues no fue propiamente Ecuador una nueva República en el “concierto de las naciones”, en ese 1830: el país se definió a sí mismo, en el artículo 1 de la Constitución que le dio vida, como la reunión de tres departamentos “reunidos entre sí formando un solo cuerpo independiente con el nombre de Estado del Ecuador” sometido, en su artículo 2, a la vecina Colombia: “El Estado del Ecuador se une y confedera con los demás Estados de Colombia, para formar una sola Nación con el nombre República de Colombia”. A esta Constitución, el General Flores, designado Presidente del Estado del Ecuador por el Congreso Constituyente, le puso su Ejecútese el 23 de septiembre de 1830.

Y entonces entró en vigor un nuevo Estado, pero sujeto a su República vecina: esta tibieza fue reparada en nuestra siguiente Constitución, misma que se adoptó en la Convención de Ambato de 1835 que designó Presidente de la República a Vicente Rocafuerte. Desde entonces, puede decirse que somos una República independiente.

El cuño conservador de la Constitución de 1830 se reflejó en un sistema de participación política limitado a las élites del país: se calcula que, dado el carácter censitario e indirecto del sistema electoral, apenas un 3 ó 4% de la población participaba en las elecciones. Así también, la iglesia tenía un peso administrativo relevante (en el Consejo de Estado y en la organización de las elecciones) y la religión del Estado era la católica.

Con todas estas taras, tras el Ejecútese del general Flores nació el Ecuador, un día como hoy: hace 189 años que persiste en jugar a ser país.

¡Japi verdei, Ecuador!***

* Comparte este rasgo con otros doce países: otros dos americanos (Colombia y Brasil), dos asiáticos (Maldivas e Indonesia), uno de Oceanía (Kiribati) y siete de África (Santo Tomé y Príncipe, Gabón, Congo, Congo Democrático, Uganda, Kenia y Somalia). Curiosamente, el otro país del “concierto de las naciones” que hace referencia a la línea del ecuador en su nombre, Guinea Ecuatorial, no está atravesado por esta línea imaginaria.
** Salazar Alvarado, Francisco, ‘Actas del Primer Congreso Constituyente del Ecuador (Año 1830)’, Impreseñal, Quito, 1998, p. xvii. 
*** Definición posible: “Un asistente a AA fracasado, hecho país”.

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