El 23 de septiembre de 1830
entró en vigor el primer instrumento jurídico que reguló la vida del Estado independiente
que empezó a llamarse Ecuador en homenaje a su situación geográfica, atravesado
como está por la línea imaginaria del ecuador*. Este instrumento jurídico, nuestro primero de muchos, fue el
fruto de una Asamblea que convocó a los representantes de territorios que
habían sido parte de la Audiencia de Quito, cuando estos territorios eran
administrados por el Reino de España.
Así, el general Juan José
Flores convocó en un decreto a elegir representantes de los Departamentos de
Quito, Cuenca y Guayaquil para una Convención en Riobamba, a razón de siete por
cada territorio. En el mismo decreto, también convocó a representantes de la
provincia de Pasto y de otras provincias norteñas que deseen
incorporarse al Ecuador, a enviar un representante por cada uno de los
territorios.
Asistieron, en total, 20
representantes a fundar el Ecuador. (En las provincias de Pasto y otras de la
actual Colombia se nombró a representantes para la Convención que nunca llegaron
a Riobamba). La Asamblea debió instalarse el 10 de agosto, pero lo hizo recién
unos días después, el 14 de agosto y con 16 representantes que “fueron á misa
solemne del Espíritu Santo á la iglesia Matriz, y se trasladaron al local de
las sesiones, donde el General Juan José Flores les tomó juramento”**. Por 27 días, fueron 20 personas,
todos hombres y todos adinerados, quienes discutieron lo esencial a un nuevo país
y desembocaron en una tibieza de Constitución, de cuño conservador y firmada el
11 de septiembre.
La tibieza del Ecuador era
relativa a su situación jurídica, pues no fue propiamente Ecuador una nueva
República en el “concierto de las naciones”, en ese 1830: el país se definió a
sí mismo, en el artículo 1 de la Constitución que le dio vida, como la reunión
de tres departamentos “reunidos entre sí formando un solo cuerpo independiente
con el nombre de Estado del Ecuador” sometido, en su artículo 2, a la vecina
Colombia: “El Estado del Ecuador se une y confedera con los demás Estados de
Colombia, para formar una sola Nación con el nombre República de Colombia”. A
esta Constitución, el General Flores, designado Presidente del Estado del Ecuador por el Congreso Constituyente, le puso su Ejecútese el 23 de septiembre de 1830.
Y entonces entró en vigor
un nuevo Estado, pero sujeto a su República vecina: esta tibieza fue reparada
en nuestra siguiente Constitución, misma que se adoptó en la Convención de Ambato
de 1835 que designó Presidente de la República a Vicente Rocafuerte. Desde
entonces, puede decirse que somos una República independiente.
El cuño conservador de la
Constitución de 1830 se reflejó en un sistema de participación política
limitado a las élites del país: se calcula que, dado el carácter censitario e
indirecto del sistema electoral, apenas un 3 ó 4% de la población participaba
en las elecciones. Así también, la iglesia tenía un peso administrativo relevante
(en el Consejo de Estado y en la organización de las elecciones) y la religión
del Estado era la católica.
Con todas estas taras, tras
el Ejecútese del general Flores nació el Ecuador, un día como hoy:
hace 189 años que persiste en jugar a ser país.
¡Japi verdei, Ecuador!***
* Comparte
este rasgo con otros doce países: otros dos americanos (Colombia y Brasil), dos
asiáticos (Maldivas e Indonesia), uno de Oceanía (Kiribati) y siete de África (Santo
Tomé y Príncipe, Gabón, Congo, Congo Democrático, Uganda, Kenia y Somalia).
Curiosamente, el otro país del “concierto de las naciones” que hace referencia
a la línea del ecuador en su nombre, Guinea Ecuatorial, no está atravesado por
esta línea imaginaria.
** Salazar
Alvarado, Francisco, ‘Actas del Primer
Congreso Constituyente del Ecuador (Año 1830)’, Impreseñal, Quito, 1998, p.
xvii.
*** Definición posible: “Un asistente a AA fracasado, hecho país”.
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