Para presentar al país
del “mande”, es necesario introducir unos preocupantes datos.
De acuerdo con la edición
2018 de Latinobarómetro, alrededor del 81% de ecuatorianos creemos que se
gobierna “para unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio” (o lo que
se conoce como “Historia Patria”). En todo caso, a nivel de América latina
estamos cerca de la población media (79%) de los que tenemos conciencia del entuque colosal que es América latina,
la “Patria Grande de la Ley del Embudo”.
Pero, y esto es lo
realmente preocupante, somos de entre todos los países evaluados de América
latina, el país en el que el mayor porcentaje de personas (29%) considera
“justa” a la redistribución de la riqueza en su país… esto, a pesar de que muchos de
ellos aceptan que se gobierna para unos cuantos “grupos poderosos en su propio
beneficio”.
Y esta primacía en la naturalización de lo arbitrario (pues en
AL la distribución de la riqueza es, esencialmente, un hecho arbitrario) supone
que, en el territorio ecuatoriano, existen personas (al menos 1 de cada 10) que
se consideran excluidas del gobierno y sus beneficios, pero que creen que eso
está bien, que es justo. Es la naturalización
de no ser un ciudadano, la afirmación del propio ninguneo. Esta es la base
social del país del “mande”.
El “mande”, que es expresión
verbal de sumisión, un signo de derrota, la caída de pesados siglos de colonialismo
en dos sílabas. Y por eso creo que es una palabra tan distintivamente ecuatoriana.
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