Un Congreso arrecho

5 de abril de 2021

Eran otros tiempos. Antes, cuando un político débil e impopular, por esos azares de la vida, llegaba a la Presidencia de la República, un contrapoder se activaba: el arrecho Congreso, hoy devenido en una delicada y hospitalaria Asamblea (no por lo que recibe, pero por lo que reparte).

 

Eran los años treinta y el Congreso, fortalecido por la Constitución de 1929, nuestra décima tercera, se encontraba en el cénit de su poderío. Esta Constitución, según Arízaga Vega en su obra sobre las asambleas constituyentes, ‘establece la virtual preeminencia del Legislativo, dándonos una especie de régimen parlamentario, con votos de censura y de desconfianza a los ministros, pero sin la facultad al Ejecutivo de disolver las cámaras, requisito esencial de todo régimen parlamentario.’ (1)

 

Así estaba el Congreso del 33, olímpico en su arrechera. Un político de la época, vinculado a las élites económicas de Guayaquil y elegido en circunstancias sospechosas, Juan de Dios Martínez Mera, estaba de Presidente del Ecuador desde diciembre de 1932 (2). El Presidente de la Cámara de Diputados, Velasco Ibarra, el 15 de agosto de 1933, resumió su oposición a este Presidente: ‘su gobierno se basaba en el fraude electoral; había perdido todo respaldo político y popular, dando lugar a desórdenes y descontento; no había hecho nada para aliviar la desastrosa situación económica; y la posición internacional del Ecuador se había deteriorado’.

 

Ese mismo día se presentó una moción en el Congreso, la que resultó aprobada por 49 votos a 22. La moción fue la siguiente:

 

El Congreso de la República del Ecuador deplora hondamente que el Poder ejecutivo por carecer de favor y base democrática, y por ineficacia administrativa no haya resultado ninguno de los angustiosos problemas que han intranquilizado a la Nación ecuatoriana, y, en consecuencia, hace votos porque el señor Presidente de la República, con un gesto de patriotismo, abra los cauces democráticos para una nueva, libre y espontánea manifestación del querer nacional’.

 

¡Esto es un Congreso PLGP! Además, esa frase ‘abra los cauces democráticos’ es chepísima. Tomando en cuenta que es ‘del querer nacional’, es casi erótica.

 

Dos meses y monedas después de aprobada esta moción, el Congreso destituyó al Presidente Martínez Mera. Si esto hubiera pasado con el Presidente Mojón Moreno nos habríamos ahorrado algunos años de soportar a este idiota profundo que malvive en Carondelet.

 

Pero esos eran otros tiempos. Esta Asamblea estuvo más atenta al nuevo reparto disfrazado de feroz ‘anti-correísmo’ (eso del anti-correísmo es efusión de sangre en el teatro, es para divertir a la gilada). La Asamblea actual nunca tuvo el afán de protagonismo del arrecho Congreso de 1933 (el líder del derrocamiento, Velasco Ibarra, fue el siguiente Presidente Constitucional elegido por la voluntad popular en las elecciones de ese mismo año), pues a esta Asamblea le gustó medrar a la sombra de un gobierno impopular, obligado al reparto para (malamente) subsistir.

 

¡Salud al Congreso arrecho del 33! (3)

 

(1) Arízaga Vega, Rafael, ‘Las Constituyentes’, Editorial Fraga, Quito, 1998, p. 159. Todas las citas en el texto corresponden al capítulo VII de este libro, ‘la transformación de Julio y la inestabilidad política posterior’.

(2) Como lo describe Norris, en su biografía de Velasco Ibarra: ‘El número de votantes sobrepasó en unos 20.000 al de las elecciones anteriores y un hombre impopular entre las masas había ganado con una mayoría enorme. No quedaba duda de que había fraude.’, v. Norris, Robert, ‘El gran ausente. Biografía de Velasco Ibarra’, Tomo I, Ediciones Libri Mundi, 2004, Quito, p. 147. Martínez Mera fue el candidato oficialista en las elecciones presidenciales de 1932, en un país en el que las elecciones las solía ganar el candidato oficial. Martínez Mera fue el primer Presidente cesado por el Congreso Nacional, hecho que no volvería a repetirse hasta la destitución de Abdalá Bucaram en febrero de 1997. Las siguientes citas hechas en el texto corresponden al libro de Norris, pp. 151-152.

(3) Cachondeo aparte, el Congreso ecuatoriano durante la vigencia de la Constitución de 1929 produjo una invariable inestabilidad política: ninguno de los presidentes elegidos por la voluntad popular (que fueron cuatro) terminó su período de gobierno. Pero la plena que estas ganas de bajarse a un Presidente se las hubiera agradecido en estos aciagos tiempos del Mojón Moreno.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

https://offshoreleaks.icij.org/

las empresas fantasma de los Lasso en las islas Caimanes han involucrado a Guillermo, su hermano mayor ya fallecido, su hija, su cuñado expredidente del comite olimpico ecuatoriano, al Dr. Efren Cherres Delgado, ex secretario del Coe (ex director de Solca, creo)

la actual ministra de deporte, Sotomayor trabajo por y forma parte del Coe.

descaradamente niegan su vinculo con el gobierno de Moreno.

no por hablar mal de la familia de su tocayo jeje