3 de enero de 2022

Un Ecuador de esperanza

 

Un día tal como hoy, pero del año 1976, entró en vigor el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) para los treinta y cinco Estados del mundo que lo habían aprobado según su procedimiento interno y que se adhirieron a él o lo ratificaron según las reglas del derecho internacional. Ecuador fue uno de estos treinta y cinco Estados.

 

Este tratado internacional, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966, entró en vigor para un Estado que aquel 3 de enero de 1976 estaba viviendo los estertores del gobierno dictatorial de Guillermo Bombita Rodríguez Lara, pues un nuevo golpe de Estado, el de los triunviros Poveda, Leoro y Durán, ocurriría el 11 de enero, ocho días después. Ése ha sido el último golpe de Estado con mando militar en nuestra historia nació-mal.

 

Un Estado del Ecuador que todavía era democrático había aprobado el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) el 29 de septiembre de 1967 durante la presidencia de Otto Arosemena Gómez y había presentado su adhesión al Secretario General de las Naciones Unidas el 6 de marzo de 1969 durante la porción civil del quinto y último gobierno de José María Velasco Ibarra. Como lo destacó en 1980 un diplomático ecuatoriano: ‘[Ecuador] ha sido uno de los primeros en ratificar el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el primero en remitir un informe sobre su implementación*.

 

Por haber sido de los pioneros, el entusiasta Estado del Ecuador recibió el 1 de junio de 1977 una solicitud de información sobre el cumplimiento de los artículos 6 al 9 del PIDESC, esto es, los artículos relativos a los derechos al trabajo y a la seguridad social. El propósito de obtener esta información del Estado era ponerla a consideración de un Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas conformado por expertos de todas las regiones del mundo, los que se reunirían en Nueva York para opinar sobre ella.

 

El gobierno del triunvirato militar de Poveda, Leoro y Durán respondió en seguida a la solicitud con la presentación, el 9 de septiembre de 1977, del ‘Primer Informe del Gobierno del Ecuador’, documento firmado por el Director General de Asuntos Políticos, Hernán Veintimilla Salcedo, a nombre del Ministro de Relaciones Exteriores, José Ayala Lasso. De este documento, en 1980, un diplomático ecuatoriano dirá orgulloso que fue el primer informe que se envió a las Naciones Unidas en cumplimiento del PIDESC.

 

Para ser tan histórico, sin embargo, este ‘Primer Informe del Gobierno del Ecuador’ es una lectura aburrida, de nueve páginas de texto y una de bibliografía. En cuanto al texto, es un tosco repaso de la normativa de la Constitución de 1945 (vigente durante la dictadura**) sobre el derecho al trabajo y de algunas normas del Código del Trabajo, así como un repaso tosco de la normativa y los propósitos del seguro social ecuatoriano. Casi sin más, es un recital de normas y buenas intenciones. En cuanto a la bibliografía, es una breve recopilación de leyes, reglamentos y folletos tales como ‘ABC del Afiliado’ o ‘Usted y el IESS’. El Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas difundió este histórico documento justo a los dos años de haber entrado en vigor el PIDESC, el 3 de enero de 1978, como parte de los ‘Informes presentados de conformidad con la resolución 1988 (LX) del Consejo por los Estados Partes en el Pacto sobre los derechos reconocidos en los artículos 6 a 9’.

 


 

Los procedimientos internacionales son demorados. Pasaron casi tres años hasta que en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York el Grupo de Trabajo compuesto por expertos del mundo-mundial pudo considerar este pionero informe del Estado ecuatoriano, en conjunto con los informes que presentaron Noruega y Túnez. La mañana del 15 de abril de 1980, el Grupo de Trabajo de Expertos Gubernamentales, presidido por el húngaro Nagy, conoció el ‘Reporte del Ecuador (Е/1978/8/Аdd.1)’. Pero ocurre que, entre 1977 y 1980, en el Ecuador habíamos pasado de la dictadura a la democracia, de los triunviros militares a un joven y progresista Presidente Constitucional, Jaime Roldós. Este cambio de sistema de gobierno resultaba esperanzador. Y así se lo haría conocer a los expertos de todas partes del mundo el diplomático ecuatoriano Miguel Albornoz Ruiz***, presente en esta reunión del 15 de abril en Nueva York.

 

Albornoz Ruiz es quien comienza su discurso diciendo que el Ecuador de los tiempos de la dictadura de los triunviros fue el primer Estado del mundo en enviar a las Naciones Unidas un informe sobre la implementación del PIDESC en su territorio. En seguida, Albornoz Ruiz destacó que entre 1977 y 1980 ocurrieron ‘desarrollos institucionales mayores’ que reafirman el compromiso que tiene el Ecuador…

 

‘… con la defensa de la democracia y los derechos humanos, y con la promoción del desarrollo económico en un clima de justicia social y del pluralismo ideológico. El nuevo Presidente, Jaime Roldós, ha sido elegido por una abrumadora mayoría en elecciones libres que se celebraron en abril de 1979 y quien es un firme defensor de los derechos humanos. Una nueva Constitución, aprobada en un referéndum nacional de plena participación popular y con la participación de todos los partidos políticos, entró en vigor el 10 de agosto de 1979 –el día en que el Presidente tomó posesión de su cargo’.

 

Creado este ambiente de consenso y esperanza, el diplomático ecuatoriano empezó a elogiar las provisiones de la Constitución de 1979, que era una Constitución distinta a la que se utilizó en la redacción del ‘Primer Informe’ de 1977. También empezó a elogiar un documento de reciente aprobación, el Plan Nacional de Desarrollo 1980-1984, ‘cuyo propósito era dirigir los esfuerzos del país y sus recursos hacia la justicia social, una distribución de los ingresos más equitativa y la eliminación del desempleo y el subempleo, de manera tal que toda la población tenga acceso a la salud, educación, vivienda y seguridad social’. Todas eran las mejores intenciones, a cuya satisfacción Albornoz Ruiz agregaba que el gobierno de Roldós le dedicaba sus mejores esfuerzos. El diplomático les dejó a los miembros del Grupo de Trabajo unas copias de la nueva Constitución y del Plan Nacional de Desarrollo.

 

Concluida la intervención de Albornoz Ruiz, empezaron a opinar los expertos. Vollers de la República Federal de Alemania, Rico de España, Abdul-Asiz de Libia, Salmenpera de Finlandia, Dia de Senegal, Bykov de la URSS y Voicu de Rumania. Casi invariablemente, el pionero informe ecuatoriano que se refería a una Constitución ya inexistente y que hablaba de una ley reciente, cosechó elogios. La española Rico manifestó ‘su apreciación por la excelente presentación del Informe del Ecuador’, el libio Abdul-Aziz dijo que ‘él y su delegación estaban muy impresionados con el informe’, el rumano Voicu elogió a Ecuador por su excelente reporte y por su pronta ratificación del Pacto’.

 

Pero Albornoz Ruiz recibió también algunos cuestionamientos. Ante los dichos del alemán Vollers, el diplomático ecuatoriano tuvo que reconocer que el Ecuador enfrentaba numerosos problemas. Pero enjundioso, él se lanzó a explicarle a Vollers y a sus colegas la filosofía del gobierno del Ecuador, que era decir la del Presidente Roldós. Según él, esta filosofía ecuatoriana descansaba en tres bases: ‘desarrollo económico del país, justicia social y producción’. Y en seguida, le explicó a su audiencia: ‘como sin producción no puede haber desarrollo económico ni justicia social, el trabajo era considerado un deber patriótico’. Luego Albornoz Ruiz fue contestando una a una las preguntas que le habían hecho, recurriendo a la vieja y confiable de citar leyes y reglamentos. Esto, además de incurrir en una mentira colosal acerca de la seguridad social y la vivienda, como fue decir que en el Ecuador fuimos exitosos ‘en prevenir el crecimiento de población marginal en la periferia de las ciudades’, porque la seguridad social había construido ‘nuevos barrios’ en los suburbios de las principales ciudades ecuatorianas, y que estos proyectos, incluso, se los había extendido a la Amazonía y a varias áreas rurales. Unas fantasías y delirios que sólo eran posibles por la falta de Internet y el desparpajo del paisano.

 

Después de la intervención del ecuatoriano, el debate se abrió de nuevo. El representante de Iraq, Al-Kaisi, observó ‘que la nueva Constitución del Ecuador debe haber tenido un impacto, por ejemplo, en los valores culturales. Debe entonces esperarse que la nueva filosofía reflejada en esta Constitución se pondrá pronto en práctica’. O es un ejemplo de la más refinada hipocresía, o este es un hombre confundido. Otro en la misma tesitura era el representante de Japón, Harashima, quien se maravillaba de que ‘el trabajo sea considerado un deber en el Ecuador, aunque había mucho desempleo en todos los países’. Todo iba como para la risa, pero de repente el representante de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un tal Samson, pidió la palabra.

 

Fue entonces que el ruso Bykov se mosqueó. Dijo que ‘el tema de los métodos de trabajo’ ya había sido considerado y que no era apropiado escucharlo al tipo de la OIT. El rumano Voicu apoyó en seguida a su colega de la Cortina de Hierro. Pero el alemán Vollers, que por algo era de Alemania Occidental, insistió en concederle la palabra al de la OIT, puesto que así lo estipulaban el Pacto Internacional y dos resoluciones del Consejo Económico y Social. Entonces, el ecuatoriano pidió la palabra y empezó a elaborar sobre otras novedades del campo laboral en su país (el descenso de 44 a 40 de las horas laborales, p. ej.), lamentó las dificultades que se tenía para ampliar la cobertura de la seguridad social por ‘el generalizado analfabetismo y el hecho de que muchas personas vivían en muy remotas, y usualmente altas, áreas’ y habló de muchas, muchas normas a favor de los trabajadores. Y concluyó diciendo, en un gesto de apertura que debe haberlo vuelto a mosquear a Bykov, que con gusto contestaría lo que tenga a bien preguntarle el representante de la OIT, el señor Samson.

 

El ruso insistió en impedir que se escuche al representante de la OIT y, para ello, quería que el Grupo de Trabajo declare concluido el estudio del informe del Ecuador, pero le salieron al paso la española Rico, el japonés Harashima y el alemán Vollers, que pidieron que se suspenda la sesión y que se lo escuche al representante de la OIT más tardecito. Esta arremetida hispano-ponja-teutona triunfó, no sin lamentarlo el ruso Bykov, que consideró la actuación de sus colegas como ‘lamentable’ y que ‘obstaculizaba’ el trabajo. Con estas últimas declaraciones de un ruso mosqueado, la sesión se suspendió a la 1h15 pm.   

 


 

VODKA TIME FOR BYKOV / VODKA TIME FOR BYKOV

 


 

A las 3h00 pm se volvieron a reunir, en el mismo lugar y con la misma gente. Finalmente, habló el representante de la OIT y frente a las críticas que formuló, el diplomático ecuatoriano lo atajó diciendo que ‘a muchos de los problemas mencionados, el Gobierno les estaba dando prioridad, no porque lo diga una organización internacional, sino como parte de una profunda y continua preocupación por los principios inscritos en la Constitución y como un elemento vital en la política de una república que respeta los derechos humanos’. Ecuador concluyó su intervención, y luego siguieron Noruega y Túnez. Pero a ellos ya no los escuchó Bykov, porque lo dejó a Sviridov en su reemplazo. No es deleznable la alternativa de que se haya volcado a las calles de Nueva York a seguir bebiendo vodka y rumiar su derrota.

 

La amargura alcohólica de Bykov no empañó, ni por acaso, el brillo de este momento de gloria del Ecuador. Cuando cerró su intervención esa tarde del 15 de abril, el diplomático ecuatoriano Miguel Albornoz Ruiz celebró el acontecimiento diciendo que agradecía ‘a quienes hicieron comentarios favorables del informe de su país’ y que el ejercicio ‘ha sido muy útil y ha dado al Grupo de Trabajo una experiencia que debería ser valiosa para la consideración de futuros informes’. Uno se lo imagina a este ecuatoriano satisfecho: en Nueva York, ese 15 de abril de 1980, había puesto el nombre de su país en alto.

 

Qué tiempos aquellos, tiempos de esperanza.

 

* Ecuador fue, empatado con Suecia, el décimo quinto país en firmar el PIDESC. El PIDESC se abrió para la firma de los Estados el 19 de diciembre de 1966 y hasta la fecha de la firma de los representantes de los Estados del Ecuador y de Suecia (el 29 de septiembre de 1967) habían firmado el PIDESC los Estados de Costa Rica, Honduras, Jamaica, Israel, Filipinas, Colombia, Chipre, Italia, Uruguay, Guinea, Polonia, Liberia, Egipto y El Salvador.

** Es interesante notar que el PIDESC fue aprobado bajo una Constitución (la efímera de 1967) distinta a la Constitución de 1945 que se utilizó para la redacción del ‘Primer Informe’ por el cumplimiento del PIDESC. A la Constitución de 1945 la había puesto en vigencia Bombita Rodríguez Lara cuando triunfó su golpe de Estado en contra de Velasco Ibarra en febrero de 1972 (el ‘Carnavalazo’). El triunvirato militar que triunfó en el golpe de Estado de 1976 mantuvo la vigencia de la Constitución de 1945 en cuanto no se opusiera ‘a los fines que persigue el gobierno’ (Registro Oficial No. 1 del 12 de enero de 1976). A su vez, la intervención oral del representante ecuatoriano en Nueva York, en 1980, hizo referencia a la Constitución de 1979, es decir, a una Constitución distinta a la utilizada para la redacción del ‘Primer Informe’ de 1977. En total, son tres Constituciones distintas en tan corto tiempo, todo un síntoma de inestabilidad política.

*** Miguel Albornoz Ruiz fue, en 1988, candidato a la Presidencia de la República, en binomio con Roberto Goldbaum. Quedó noveno entre diez, con el 1.61% (48.970 votos). Su eslogan fue ‘Liberal de corazón’, qué ternura.

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