Un día tal como hoy,
pero del año 1976, entró en vigor el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (PIDESC) para los treinta y cinco Estados del mundo que
lo habían aprobado según su procedimiento interno y que se adhirieron a él o lo
ratificaron según las reglas del derecho internacional. Ecuador fue uno de estos
treinta y cinco Estados.
Este tratado
internacional, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966,
entró en vigor para un Estado que aquel 3 de enero de 1976 estaba viviendo los
estertores del gobierno dictatorial de Guillermo Bombita Rodríguez Lara, pues un nuevo golpe de Estado, el de los
triunviros Poveda, Leoro y Durán, ocurriría el 11 de enero, ocho días después. Ése
ha sido el último golpe de Estado con mando militar en nuestra historia nació-mal.
Un Estado del Ecuador
que todavía era democrático había aprobado el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (PIDESC) el 29 de septiembre de 1967 durante la
presidencia de Otto Arosemena Gómez y había presentado su adhesión al
Secretario General de las Naciones Unidas el 6 de marzo de 1969 durante la
porción civil del quinto y último gobierno de José María Velasco Ibarra. Como
lo destacó en 1980 un diplomático ecuatoriano: ‘[Ecuador] ha sido uno de los
primeros en ratificar el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales y el primero en remitir un informe sobre su implementación’*.
Por haber sido de los
pioneros, el entusiasta Estado del Ecuador recibió el 1 de junio de 1977 una
solicitud de información sobre el cumplimiento de los artículos 6 al 9 del
PIDESC, esto es, los artículos relativos a los derechos al trabajo y a la seguridad
social. El propósito de obtener esta información del Estado era ponerla a consideración
de un Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas conformado por expertos de todas
las regiones del mundo, los que se reunirían en Nueva York para opinar sobre
ella.
El gobierno del
triunvirato militar de Poveda, Leoro y Durán respondió en seguida a la
solicitud con la presentación, el 9 de septiembre de 1977, del ‘Primer Informe
del Gobierno del Ecuador’, documento firmado por el Director General de Asuntos
Políticos, Hernán Veintimilla Salcedo, a nombre del Ministro de Relaciones
Exteriores, José Ayala Lasso. De este documento, en 1980, un diplomático ecuatoriano
dirá orgulloso que fue el primer informe que se envió a las Naciones Unidas en
cumplimiento del PIDESC.
Para ser tan histórico,
sin embargo, este ‘Primer Informe del Gobierno del Ecuador’ es una lectura
aburrida, de nueve páginas de texto y una de bibliografía. En cuanto al texto,
es un tosco repaso de la normativa de la Constitución de 1945 (vigente durante
la dictadura**) sobre el derecho al trabajo y de algunas normas del
Código del Trabajo, así como un repaso tosco de la normativa y los propósitos
del seguro social ecuatoriano. Casi sin más, es un recital de normas y buenas
intenciones. En cuanto a la bibliografía, es una breve recopilación de leyes,
reglamentos y folletos tales como ‘ABC del Afiliado’ o ‘Usted y el IESS’. El
Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas difundió este histórico documento
justo a los dos años de haber entrado en vigor el PIDESC, el 3 de enero de
1978, como parte de los ‘Informes presentados de conformidad con la resolución
1988 (LX) del Consejo por los Estados Partes en el Pacto sobre los derechos
reconocidos en los artículos 6 a 9’.
Los procedimientos
internacionales son demorados. Pasaron casi tres años hasta que en la sede de las
Naciones Unidas en Nueva York el Grupo de Trabajo compuesto por expertos del mundo-mundial pudo considerar este
pionero informe del Estado ecuatoriano, en conjunto con los informes que
presentaron Noruega y Túnez. La mañana del 15 de abril de 1980, el Grupo de Trabajo
de Expertos Gubernamentales, presidido por el húngaro Nagy, conoció el ‘Reporte del Ecuador (Е/1978/8/Аdd.1)’. Pero
ocurre que, entre 1977 y 1980, en el Ecuador habíamos pasado de la dictadura a
la democracia, de los triunviros militares a un joven y progresista Presidente Constitucional,
Jaime Roldós. Este cambio de sistema de gobierno resultaba esperanzador. Y así se
lo haría conocer a los expertos de todas partes del mundo el diplomático
ecuatoriano Miguel Albornoz Ruiz***, presente en esta reunión del 15 de abril en Nueva York.
Albornoz Ruiz es quien
comienza su discurso diciendo que el Ecuador de los tiempos de la dictadura de
los triunviros fue el primer Estado del mundo en enviar a las Naciones Unidas
un informe sobre la implementación del PIDESC en su territorio. En seguida,
Albornoz Ruiz destacó que entre 1977 y 1980 ocurrieron ‘desarrollos institucionales mayores’ que reafirman el compromiso
que tiene el Ecuador…
‘… con la defensa
de la democracia y los derechos humanos, y con la promoción del desarrollo
económico en un clima de justicia social y del pluralismo ideológico. El nuevo
Presidente, Jaime Roldós, ha sido elegido por una abrumadora mayoría en
elecciones libres que se celebraron en abril de 1979 y quien es un firme
defensor de los derechos humanos. Una nueva Constitución, aprobada en un referéndum
nacional de plena participación popular y con la participación de todos los
partidos políticos, entró en vigor el 10 de agosto de 1979 –el día en que el
Presidente tomó posesión de su cargo’.
Creado este ambiente de
consenso y esperanza, el diplomático ecuatoriano empezó a elogiar las
provisiones de la Constitución de 1979, que era una Constitución distinta a la
que se utilizó en la redacción del ‘Primer Informe’ de 1977. También empezó a
elogiar un documento de reciente aprobación, el Plan Nacional de Desarrollo
1980-1984, ‘cuyo propósito era dirigir
los esfuerzos del país y sus recursos hacia la justicia social, una
distribución de los ingresos más equitativa y la eliminación del desempleo y el
subempleo, de manera tal que toda la población tenga acceso a la salud,
educación, vivienda y seguridad social’. Todas eran las mejores
intenciones, a cuya satisfacción Albornoz Ruiz agregaba que el gobierno de
Roldós le dedicaba sus mejores esfuerzos. El diplomático les dejó a los
miembros del Grupo de Trabajo unas copias de la nueva Constitución y del Plan
Nacional de Desarrollo.
Concluida la
intervención de Albornoz Ruiz, empezaron a opinar los expertos. Vollers de la
República Federal de Alemania, Rico de España, Abdul-Asiz de Libia, Salmenpera
de Finlandia, Dia de Senegal, Bykov de la URSS y Voicu de Rumania. Casi
invariablemente, el pionero informe ecuatoriano que se refería a una
Constitución ya inexistente y que hablaba de una ley reciente, cosechó elogios.
La española Rico manifestó ‘su
apreciación por la excelente presentación del Informe del Ecuador’, el
libio Abdul-Aziz dijo que ‘él y su
delegación estaban muy impresionados con el informe’, el rumano Voicu elogió
a Ecuador ‘por su excelente reporte y por su pronta ratificación del Pacto’.
Pero Albornoz Ruiz recibió
también algunos cuestionamientos. Ante los dichos del alemán Vollers, el
diplomático ecuatoriano tuvo que reconocer que el Ecuador enfrentaba numerosos
problemas. Pero enjundioso, él se lanzó a explicarle a Vollers y a sus colegas
la filosofía del gobierno del Ecuador, que era decir la del Presidente Roldós.
Según él, esta filosofía ecuatoriana descansaba en tres bases: ‘desarrollo económico del país, justicia
social y producción’. Y en seguida, le explicó a su audiencia: ‘como sin producción no puede haber desarrollo
económico ni justicia social, el trabajo era considerado un deber patriótico’.
Luego Albornoz Ruiz fue contestando una a una las preguntas que le habían
hecho, recurriendo a la vieja y confiable de citar leyes y reglamentos. Esto, además
de incurrir en una mentira colosal acerca de la seguridad social y la vivienda,
como fue decir que en el Ecuador fuimos exitosos ‘en prevenir el crecimiento de población marginal en la periferia de las
ciudades’, porque la seguridad social había construido ‘nuevos barrios’ en los suburbios de las
principales ciudades ecuatorianas, y que estos proyectos, incluso, se los había
extendido a la Amazonía y a varias áreas rurales. Unas fantasías y delirios que
sólo eran posibles por la falta de Internet y el desparpajo del paisano.
Después de la
intervención del ecuatoriano, el debate se abrió de nuevo. El representante de
Iraq, Al-Kaisi, observó ‘que la nueva
Constitución del Ecuador debe haber tenido un impacto, por ejemplo, en los
valores culturales. Debe entonces esperarse que la nueva filosofía reflejada en
esta Constitución se pondrá pronto en práctica’. O es un ejemplo de la más
refinada hipocresía, o este es un hombre confundido. Otro en la misma tesitura era
el representante de Japón, Harashima, quien se maravillaba de que ‘el trabajo sea considerado un deber en el
Ecuador, aunque había mucho desempleo en todos los países’. Todo iba como para
la risa, pero de repente el representante de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), un tal Samson, pidió la palabra.
Fue entonces que el
ruso Bykov se mosqueó. Dijo que ‘el tema
de los métodos de trabajo’ ya había sido considerado y que no era apropiado
escucharlo al tipo de la OIT. El rumano Voicu apoyó en seguida a su colega de
la Cortina de Hierro. Pero el alemán Vollers, que por algo era de Alemania
Occidental, insistió en concederle la palabra al de la OIT, puesto que así lo
estipulaban el Pacto Internacional y dos resoluciones del Consejo Económico y
Social. Entonces, el ecuatoriano pidió la palabra y empezó a elaborar sobre
otras novedades del campo laboral en su país (el descenso de 44 a 40 de las
horas laborales, p. ej.), lamentó las dificultades que se tenía para ampliar la
cobertura de la seguridad social por ‘el
generalizado analfabetismo y el hecho de que muchas personas vivían en muy
remotas, y usualmente altas, áreas’ y habló de muchas, muchas normas a
favor de los trabajadores. Y concluyó diciendo, en un gesto de apertura que
debe haberlo vuelto a mosquear a Bykov, que con gusto contestaría lo que tenga
a bien preguntarle el representante de la OIT, el señor Samson.
El ruso insistió en impedir
que se escuche al representante de la OIT y, para ello, quería que el Grupo de
Trabajo declare concluido el estudio del informe del Ecuador, pero le salieron
al paso la española Rico, el japonés Harashima y el alemán Vollers, que
pidieron que se suspenda la sesión y que se lo escuche al representante de la
OIT más tardecito. Esta arremetida hispano-ponja-teutona triunfó, no sin
lamentarlo el ruso Bykov, que consideró la actuación de sus colegas como ‘lamentable’ y que ‘obstaculizaba’ el trabajo. Con estas últimas declaraciones de un
ruso mosqueado, la sesión se suspendió a la 1h15 pm.
VODKA
TIME FOR BYKOV / VODKA TIME FOR BYKOV
A las 3h00 pm se
volvieron a reunir, en el mismo lugar y con la misma gente. Finalmente, habló
el representante de la OIT y frente a las críticas que formuló, el diplomático
ecuatoriano lo atajó diciendo que ‘a
muchos de los problemas mencionados, el Gobierno les estaba dando prioridad, no
porque lo diga una organización internacional, sino como parte de una profunda
y continua preocupación por los principios inscritos en la Constitución y como
un elemento vital en la política de una república que respeta los derechos
humanos’. Ecuador concluyó su intervención, y luego siguieron Noruega y
Túnez. Pero a ellos ya no los escuchó Bykov, porque lo dejó a Sviridov en su
reemplazo. No es deleznable la alternativa de que se haya volcado a las calles
de Nueva York a seguir bebiendo vodka y rumiar su derrota.
La amargura alcohólica
de Bykov no empañó, ni por acaso, el brillo de este momento de gloria del
Ecuador. Cuando cerró su intervención esa tarde del 15 de abril, el diplomático
ecuatoriano Miguel Albornoz Ruiz celebró el acontecimiento diciendo que
agradecía ‘a quienes hicieron comentarios
favorables del informe de su país’ y que el ejercicio ‘ha sido muy útil y ha dado al Grupo de Trabajo una experiencia que
debería ser valiosa para la consideración de futuros informes’. Uno se lo imagina
a este ecuatoriano satisfecho: en Nueva York, ese 15 de abril de 1980, había
puesto el nombre de su país en alto.
Qué tiempos aquellos, tiempos
de esperanza.
* Ecuador fue, empatado con Suecia,
el décimo quinto país en firmar el PIDESC. El PIDESC se abrió para la firma de
los Estados el 19 de diciembre de 1966 y hasta la fecha de la firma de los representantes
de los Estados del Ecuador y de Suecia (el 29 de septiembre de 1967) habían
firmado el PIDESC los Estados de Costa Rica, Honduras, Jamaica, Israel, Filipinas,
Colombia, Chipre, Italia, Uruguay, Guinea, Polonia, Liberia, Egipto y El
Salvador.
** Es interesante notar que el PIDESC fue aprobado bajo una
Constitución (la efímera de 1967) distinta a la Constitución de 1945 que se
utilizó para la redacción del ‘Primer Informe’ por el cumplimiento del PIDESC.
A la Constitución de 1945 la había puesto en vigencia Bombita Rodríguez Lara cuando triunfó su golpe de Estado en contra
de Velasco Ibarra en febrero de 1972 (el ‘Carnavalazo’).
El triunvirato militar que triunfó en el golpe de Estado de 1976 mantuvo la
vigencia de la Constitución de 1945 en cuanto no se opusiera ‘a los fines que persigue el gobierno’ (Registro
Oficial No. 1 del 12 de enero de 1976). A su vez, la intervención oral del
representante ecuatoriano en Nueva York, en 1980, hizo referencia a la
Constitución de 1979, es decir, a una Constitución distinta a la utilizada para
la redacción del ‘Primer Informe’ de 1977. En total, son tres Constituciones
distintas en tan corto tiempo, todo un síntoma de inestabilidad política.
*** Miguel Albornoz Ruiz fue, en
1988, candidato a la Presidencia de la República, en binomio con Roberto
Goldbaum. Quedó noveno entre diez, con el 1.61% (48.970 votos).
Su eslogan fue ‘Liberal de corazón’,
qué ternura.
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