Publicado
en diario Expreso el 1 de abril de 2022.
Los conquistadores de
América cruzaron el océano Atlántico para someter a los naturales del
territorio conquistado y ponerlos a trabajar (explotarlos) en su provecho. Este
sistema de explotación se llamó ‘encomienda’. Los conquistadores querían que
las encomiendas a ellos otorgadas por sus sacrificios sean hereditarias, pero
la Corona de Castilla quiso limitar su duración y, en efecto, así lo hizo en
las llamadas Leyes Nuevas, dictadas por el Rey Carlos I en 1542. En la América
del Sur, Gonzalo Pizarro capitaneó las demandas de los conquistadores de
explotar a su gusto a los nativos. El asunto desembocó en una guerra civil
entre conquistadores.
Para esta época,
Guayaquil era una ciudad española bajada de la montaña, buscando asentarse a la
orilla de un río grande. Y se había asentado en la margen oriental de un río,
pero sin suerte, pues los ataques de los nativos en 1536, 1537, 1542 y 1543
obligaron a los europeos a trasladar la ciudad una y otra vez, aunque siempre
sobre la margen oriental, es decir, en la margen del río más cercana a Quito,
villa (ciudad desde 1541) a la que Guayaquil debía servir como puerto.
La guerra civil entre
los conquistadores es el escenario del crimen ocurrido en Guayaquil que
determinó su ubicación definitiva. En Guayaquil gobernaba un portugués, Miguel
de Estacio, nombrado Teniente de Gobernador de Guayaquil por Gonzalo Pizarro.
En Puerto Viejo gobernaba Francisco de Olmos, Teniente de Gobernador también
nombrado por Pizarro. Pero Olmos se cambió al bando realista tras conocer que
el Rey había enviado a un sacerdote miembro de la Inquisición, Pedro de la
Gasca, a pacificar en su nombre estos ariscos territorios.
En abril de 1547, para
someter a los sublevados a la autoridad del rey, fue a Guayaquil Francisco de
Olmos acompañado de otros ocho españoles. El 6 de abril de 1547, Olmos y
compañía sacaron al gonzalista
Estacio a conversar al fresco y lo cosieron a puñaladas. También mataron a
otros gonzalistas, Alonso de
Gutiérrez y un tal capitán Marmolejo. Consumadas estas muertes, la incipiente
Guayaquil volvió al redil del Rey.
Y consumadas estas
muertes, los habitantes de Guayaquil temieron la venganza de Pedro de Puelles, Teniente
de Gobernador en Quito nombrado por Gonzalo Pizarro. Para ponérsela difícil a
Puelles, los guayaquileños decidieron trasladar la ciudad a la margen
occidental del río y ubicarla en la cima de un cerrito, para su mejor defensa.
Pedro de Puelles nunca
pudo concretar la temida venganza, porque el 29 de mayo de 1547 lo fueron a
visitar unos españoles a su casa en Quito y lo cosieron a puñaladas. Pero ya
Guayaquil no se movió del cerro que pasó a llamarse Santa Ana. Fruto del temor,
la ciudad había llegado a su ubicación final. Y a pesar de los reclamos de
Quito a la Audiencia de Lima para que Guayaquil regrese a la margen oriental
(‘para ir y venir [a Guayaquil] se ha de ir con balsas y por ser puerto desta
cibdad le viene daño’), ello ya nunca ocurrió.
423 años después, en
1970, el ‘Puente de la Unidad Nacional’ acercó Guayaquil a Quito, salvando una
distancia que se había creado en 1547. El temor a la venganza por un crimen separó
a estas ciudades por mucho (demasiado) tiempo.
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