Publicado en diario Expreso el 13 de octubre de 2023.
Mientras la República del Ecuador casi se disolvía en el vértigo de la guerra civil ocurrida entre los años 1859-1860, el expresidente José María Urbina salió del país y se exilió en Cobija, un puerto de mar de Bolivia que durante un tiempo se llamó Puerto La Mar (como homenaje al gran Mariscal cuencano José Domingo de La Mar). Mirando una playa de mar boliviano, el expresidente Urbina debió recordar su encumbramiento al poder una década atrás, en 1851.
En aquel tiempo, el general Urbina capitaneó la tercera interrupción exitosa de un gobierno en la breve historia del Ecuador (casi 21 años de malvivir como Estado). Justificó su golpe de Estado en un supuesto apoyo del Presidente en funciones a un exPresidente, el general Juan José Flores. Urbina empezó a gobernar como Jefe Supremo, organizó una Convención que lo eligió Presidente Constitucional en 1852 y dictó una Constitución que fue, en esencia, la de 1845 reformada.
Urbina gobernó como Presidente Constitucional por cuatro años. En 1856, lo sucedió su compadre el general Francisco Robles, a quien el país se le fue para el carajo allá por 1859.
Durante esos meses que el general Urbina permaneció en Cobija, él habrá pensado (orquestado, maquinado) su retorno al Ecuador. Por esos mismos días empezaron a administrar el Ecuador los conservadores, pues tras la guerra civil emergió el liderazgo autocrático de Gabriel García Moreno y su primera presidencia constitucional (1861-1865). Urbina desafió por las armas al gobierno de García Moreno en varias oportunidades.
Combatiendo una de las invasiones de Urbina, murió el exPresidente Juan José Flores, de quien Urbina había sido su edecán, y luego fue su enconado enemigo.
El exagerado temor a que vuelva el exPresidente Urbina fue la justificación que ofreció García Moreno para ejecutar un nuevo golpe de Estado en enero de 1869. De esto se pasó a una Convención que lo eligió Presidente a García Moreno y que dictó una Constitución motejada como la “Carta Negra”, que requería ser católico para ser ciudadano. A su proyecto delirante sólo lo pudo detener su muerte, a tiros y machetazos, en agosto de 1875.
Urbina lo había sobrevivido a Flores, y ahora sobrevivió a García Moreno. Y estaba presto a volver al Ecuador cuando se presente la ocasión. A fines de 1875 se eligió, por voto popular, Presidente a Antonio Borrero; no había pasado ni un año de su gobierno, cuando se sublevó la Comandancia Militar de Guayaquil a cargo del general Ignacio de Veintemilla, con el apoyo del Municipio de la ciudad.
Se presentó entonces la ocasión: Urbina regresó al Ecuador a apoyar este nuevo Golpe de Estado. Triunfó sobre las tropas del Presidente Borrero en la batalla de Galte en diciembre de 1876.
Formó parte del gobierno, pero se desilusionó cuando Veintemilla se declaró dictador (esta vez por auto-Golpe de Estado) en marzo de 1882. La política ecuatoriana era incorregible, una sucesión de vilipendios y violencias, de abusos sin cuento, un chuchaqui sin fin. Y su tiempo había pasado. Urbina se retiró a la tranquilidad de su residencia, en el centro de esta ciudad.
Unos treinta años después de su exilio en una playa boliviana, en 1891, murió en Guayaquil el Presidente Urbina.
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