5 de agosto de 2008

Sobre la libertad en Guayaquil (intercambio epistolar con Panchito Franco)

El sábado 26 de julio publiqué la columna “A contramano” que, en esencia, criticó el uso de la palabra libertad para caracterizar a Guayaquil. Entre los varios correos electrónicos que comentaron mi columna recibí, el domingo 27 de julio, esta comunicación dirigida a la sección de Cartas del Diario El Universo y con copia a Emilio Palacio, Carlos Pérez y a quien este post escribe. El autor de la comunicación es Francisco Franco Suárez, a quien cité en un editorial anterior y que suele ser una persona de buen criterio. Su comunicación es la siguiente:

Señores
Diario El Universo
Ciudad.-

De mis consideraciones:

Con mucha sorpresa leí en su página de opinión del pasado sábado 26 de julio del presente año el artículo del abogado Xavier Flores Aguirre titulado "A contramano", entrega donde critica si Guayaquil es representante válida o no de la libertad aquí en el Ecuador. Flores concluye que Guayaquil no es tal, subrayando su crítica inicial desde que redacta en sus páginas: Guayaquil es una ciudad donde las políticas públicas se imponen y no se discuten. No es, por tanto, representante de la libertad.

Pues bien, coincido que esas políticas son inconsultas pues la composición de nuestro concejo cantonal no representa a los habitantes de la ciudad, sino a pocos. La manera de integrar ese consejo no escapa a la tara política ecuatoriana de creer dogmáticamente que si el poder se atomiza en muchos representantes, el Estado Central perderá control ante los nuevos "caciques" locales. ¡Qué pensamiento más absurdo! El poder está en los ciudadanos y más aun cuando esos ciudadanos eligen a sus representantes políticos cantonales -es decir los concejales- por distritos que engloben los barrios, ciudadelas o parroquias urbanas y rurales del cantón Guayaquil. Allí nos aseguraremos que zonas como Posorja, Prosperina, Batallón del Suburbio, la Vía a la Costa, Urdesa, el Centro, los Guasmos, La Atarazana y demás parajes porteños tengan representantes en un concejo donde se piensa, discute y decide la ciudad. Así se acaban las políticas inconsultas no con "sillas vacías", inventos izquierdistas más románticos que funcionales.

Ahora considerar, como el Sr. Xavier Flores Aguirre considera, a Guayaquil como representante de la libertad pero solo en sentido comercial, es un error de perspectiva. "Libertad, Libertad" igual a "de comercio", "de comercio". Así nos dice él en su producción literaria de marras. "En realidad, la retórica de la libertad en Guayaquil se refiere, en esencia, al ámbito económico." Así sentencia Flores.

Yo lo sentencio así: el indígena de Guano que allá en el páramo andino de su niñez vivió arreando ganado, llega a la costa y en el Puerto Principal encuentra la oportunidad de crecer, de hacer comercio, de intentar con la oportunidad que da la dinamia económica el hacerse comerciante. ¿Cuántos de estos indígenas son hoy tenderos, comerciantes minoristas o mayoristas que hacen patria trabajando? ¿Cuántos? Debe saberlo el Sr. Flores cuando dice que acá todo es comercio.

Yo lo sentencio así: conozco los casos de brillantes manabitas que en su tierra no han descollado por razones que no son menester de esta carta, y aquí en Guayaquil se forjan, se atreven a emprender y aun fracasando, surgen, triunfan y son parte del motor económico del país. ¿No es Alexis Mera oriundo de Bahía de Caráquez? ¿No es él ahora el carpintero jurídico de la revolución ciudadana, gran corrector constitucional?

Guayaquil es símbolo de libertad aunque incomode a algunos. Esa libertad viene de la mano con la riqueza que da el comercio y la industria. ¿Quién es libre si no tiene independencia financiera? La gente no come leyes ni constituciones ni derechos; la gente come alimento, alimento que se consigue con medio de cambio, esto es, dinero; dinero que se hace con sudor y no cosechándolo de los árboles. El mundo funciona así y desadaptarnos de esa circunstancia es miopía. Muchos ecuatorianos hacen la América viniendo a Guayaquil porque en ella encuentran la posibilidad de dejar su condición de menesterosos por algo mejor. Así como el emigrante que se lanza al Atlántico porque aquí, en este país, la izquierda solo piensa en revanchismos, en destruir al oponente ideológico y en "fundar" nuevas tribus como si el ser buen salvaje es la mejor opción.

Francisco V. Franco Suárez
C. C. #092022694-1
Guayaquil, Ecuador

He aquí mi respuesta a las opiniones que en su correo electrónico vertió Panchito Franco:

Estimado Pancho:

Con relación a tu atenta comunicación dirigida a Diario El Universo, de fecha 27 de julio, te formulo las siguientes observaciones:

1) En tu escrito tú coincides conmigo en que las políticas públicas se imponen de manera inconsulta en Guayaquil, pero tú atribuyes esa imposición a que “la composición de nuestro concejo cantonal no representa a los habitantes de la ciudad”. Esta crítica a la imposición de las políticas públicas en Guayaquil no se desprende de mi artículo (porque en ninguna parte del mismo me refiero a la composición del Concejo Cantonal); sin embargo, no tengo ningún problema en suscribirla plenamente. Lamento, eso sí, que reduzcas tu crítica solo a la composición inequitativa del Concejo Cantonal: esa reducción de la crítica revela (en principio: espero equivocarme) una concepción de la democracia meramente representativa y, más todavía, evita la necesaria crítica a todos los otros mecanismos de participación que la imposición de las políticas públicas en Guayaquil no toma en cuenta (mecanismos de participación directa como consultas ciudadanas, cabildos abiertos y presupuestos participativos, por ejemplo). En consecuencia, hago notar que tu crítica no se refiere a ningún elemento de imposición de políticas públicas que yo haya referido en el editorial que motiva tu carta ni en ninguno anterior y que, por ende, equivoca la discusión en esta materia porque la reduce a un ámbito que (sin perjuicio de merecer discusión) es impropio, por diminuto, de la necesaria discusión robusta, amplia y seria sobre la imposición de políticas públicas en Guayaquil.

2) En tu escrito me atribuyes el que yo reduzco la práctica de la libertad en Guayaquil al “sentido comercial” y lo consideras un error de perspectiva. Para fundamentar tu punto, después de presentar un par de ejemplos insustanciales, afirmas que la libertad “viene de la mano con la riqueza que da el comercio y la industria” y que “la gente no come leyes ni constituciones y derechos”. Al respecto, te hago notar: a) no coincido contigo en que la libertad se reduzca a lo que venga de la riqueza que da el comercio y la industria: esa idea de la libertad es sesgada y lamentable porque omite toda consideración a otros usos legítimos de la libertad que no tienen relación con el comercio (como por ejemplo, uno entre tantos, el uso del espacio público). El homo sapiens, es evidente, no se lo puede ni debe reducir solamente a un homo oeconomicus; b) la infeliz metáfora de que “la gente no come leyes ni constituciones ni derechos” no disminuye ni empece, en medida alguna, el hecho de que las leyes, las constituciones y los derechos son fundamentales para garantizar la libertad, que es evidente que no se garantiza solamente mediante la libertad de comercio.

En definitiva, mi crítica al uso retórico de la palabra “libertad” en Guayaquil no desconoce la importancia de la libertad de comercio (no encontrarás ni una sola afirmación mía en este sentido en mis columnas) sino que critica la apropiación de la palabra “libertad” para referirse solamente a las características de libertad de comercio que se suponen propias de esta ciudad, que se constituye como un uso falso de la palabra “libertad” porque no puede comprender su práctica en otros legítimos ámbitos, en los que las autoridades locales la restringen sin justificación válida (para violaciones a la autonomía individual que sirvan de ejemplo, tenemos que se prohíbe por razones espurias el derecho de reunión -porque se expenden unas viandas de comida-, que se criminaliza el derecho a la protesta -como el caso de quienes protestaron contra el funcionamiento de la Metrovía , que fueron acusados de terrorismo con la posible condena a 12 años de prisión por 20 minutos de protesta pacífica-, que se limita el derecho de circulación -como la prohibición de circular en bicicleta de la entrada del llamado "Malecón 2000" al estacionamiento de bicicletas, la imposibilidad de parquearla en la llamada "Zona Regenerada" o la imposibilidad de parquear vehículos en el Parque Lineal sino se va a permanecer en el Parque mismo so pena de recibir un "ponchazo" de llanta-, que se prohíbe en los parques y plazas sentarse en el césped, que se regule la vestimenta, la manera de sentarse, de comportarse hasta en los más mínimos detalles -no conozco ninguna otra ciudad donde esas prohibiciones tan amplias y abarcativas existan e impidan actitudes tan simples como éstas y que conste que he viajado por varios países de Europa y de América en los que he constatado esta diferencia con la cual perdemos todos los ciudadanos-, que produce una limpieza sociológica en la Zona Regenerada -sin buscar alternativa distinta para quienes son desplazados-, etc., y para violaciones al autogobierno colectivo, tenemos que a las autoridades locales nunca les ha interesado el desarrollo de una ciudadanía crítica y participativa en relación con la política y la obra pública que se impone en la ciudad como lo revela un somero análisis de las Ordenanzas que el Municipio local publica en su página de Internet). Podemos discutir todos estos ejemplos, si te place; siempre me encontrarás abierto al debate. Enfatizo, eso sí y para terminar, que tu atenta comunicación no probó en ningún momento el supuesto error de perspectiva que me atribuyes y que, en realidad (aunque imagino que de manera involuntaria) sirve para confirmar mi postura.

Con el afecto y aprecio de siempre,

Xavier

1 comentario:

  1. Muy buena respuesta para el Panchito! Los reglamentos en su ciudad si que están exageraditos. Como anécdota personal, hace poco visité la urbe, y un señor me llamó la atención por subirme las mangas en una discoteca (no me acuerdo el nombre lamentablemente): "Bájese las mangas.". Yo me quedé atónito. Como vió mi reacción, volvió a repetir y lo hizo en un tono que implicaba que si no lo hacía, iba a tener problemas. Como soy pacífista, pues ni modo jajaj. Este señor, a pesar de que estaba vestido de "civil", no bailaba ni nada, solo parecía que vigilaba a la gente. Yo cometí el error, como serrano, de ir con ropa más abrigada de lo normal para la costa, y alzarme las mangas era la única manera de refrescar un poco mi cuerpo acalorado por el baile y el ambiente (aparte de quitarme la camisa). Supongo que yo no debo ser el único que ha tenido un encuentro similar con los guardianes del vestuario de por allá. Saludos desde Quito!

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