9 de abril de 2016

El mal clima contra la expedición de Alvarado


Bien se sabe que el clima influye en el desarrollo de las empresas bélicas.


Un ejemplo de ello, aplicado a los climas de nuestro país, fue la expedición que el año 1534 encabezó el adelantado Pedro de Alvarado (nacido en Badajoz, Extremadura, en 1485) con rumbo a las tierras del Perú. La tropa inicial de Alvarado se compuso de “ocho navíos de diferentes tamaños, en los cuales se embarcaron quinientos soldados bien armados, doscientos veintisiete caballos y un número muy crecido de indios”, en lo que constituía “la mejor armada que había surcado las aguas del Pacífico en busca de las riquezas del Perú” (1).

Las huestes de Alvarado entraron a tierra firme por la bahía de Caráquez. Desde la entrada por la costa manabita hasta cuando llegaron a Quisapincha, en las cercanías de Ambato, se perdieron 85 españoles y numerosos caballos, negros e indios; de estos últimos, González Suárez escribió que “apenas mal cubiertos, sin abrigo, cansados, se sentaban arrimándose contra las peñas y se quedaban muertos allí” (2). A los de Pedro de Alvarado les sucedió que atravesaron la cordillera en los meses de junio y julio, cuando “esas grandes alturas de la cordillera algunas veces se cubren enteramente de nieve” y sólo después de tardarse “como cinco meses en salir de los bosques del litoral a los llanos interandinos de la República” y de soportar cientos de circunstancias hostiles, la falta de comida y de agua y una lluvia de cenizas cortesía de la erupción del volcán Tungurahua (3).

Cuando se encontró con los otros conquistadores en territorio sudamericano, a Pedro de Alvarado ya no le convenía guerrear, sino negociar con ellos (la gente de Francisco Pizarro) y volverse sobre sus pasos a Centroamérica, que fue lo que finalmente hizo. Buena parte del remanente de su tropa se unió a la de Pizarro.

Causas y azares: si Alvarado y su gente desembarcaban en otra época y alcanzan los valles interandinos en una época más feliz del año, tal vez la fortuna de su empresa (así como la de las regiones sometidas a conquista) habría sido distinta. Y sí ese habría sido el caso, de seguro, habría contribuido a hacer mucho más sangrienta la conquista española del territorio americano (4).  

(1) de la Torre Reyes, Carlos (ed.) 1995, Escritos de González Suárez, Banco Central del Ecuador, Quito [Colección de Escritores Ecuatorianos, Vol. 4], p. 127.
(2) Ibíd., p. 132.
(3) Ibíd., pp. 129-132.
(4) Es legendaria la crueldad de Alvarado, leyenda que ha pesado incluso en su sepultura, v. José Elías, 'El conquistador "sangriento" no descansa en paz', Diario El país (España), 16 de noviembre de 2015.

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