Encontré esta entrada que
una viajera argentina escribió en su blog sobre Guayaquil. Su título es:
‘Guayaquil, ciudad para débiles’. Un fragmento de su cierre sirve de resumen de
su contenido:
“Es todo una gran ficción, donde actúan los menos. Todo servido, todo cómodo. El confort es lo que busca este hombre que nada sabe de su alrededor. No sólo no sabe, sino que no le importa, y si puede pisa a quien un favor le pide. Autos, más autos, guardias de seguridad, estacionamientos, servicios de comida rápida y cajeros con sólo estirar el brazo sin salir del volante. Otro condominio y varias autopistas más. El avión se estaciona en el medio de la ciudad y de allí un taxi. La ley del menor esfuerzo está presente en todas las esquinas. Guayaquil, ciudad para débiles” (1).
En un sentido coincido con
la observación de Guayaquil como una ciudad débil: existe una marcada debilidad
de carácter del guayaquileño, pues acepta con demasiada facilidad lo que hace o
deja de hacer la autoridad que lo gobierna. Se siente cómodo y satisfecho con
una obra pública ineficaz e irresponsable, lo que pone en evidencia una ciudad
con una mayoría de personas conformistas e incapaces de utilizar su imaginación
para pensar ideas por fuera de lo que reciben (pensar “fuera de la caja”, por
así decirlo) porque simplemente lo dan por bueno sin chistar (2).
Y como la prensa de
Guayaquil ha renunciado de entrada y de manera rotunda a mantener cualquier asomo
de postura crítica frente a la administración de la Alcaldía de Guayaquil, no
ha existido jamás incentivo ninguno para que despierte la sociedad civil de su
letargo. Porque causas sobran, faltan los ciudadanos que masivamente las
empoderen.
(1)
‘Guayaquil: Ciudad para débiles’, Diario de Alpargatas, 28 de agosto de 2012.
Eso de que Guayaquil es una ciudad “donde actúan los menos” coincide con esa
ingeniosa (y tristemente cruel) observación en la película ‘Sin otoño, sin
primavera’: “Guayaquil, una ciudad de 100.000 habitantes y más de un millón y
medio de extras”.
(2) Se
podrían pensar varias políticas orientadas en un sentido opuesto al que ha impuesto
la Alcaldía de Guayaquil, por ejemplo, en materia de áreas verdes, de espacios
públicos, de participación ciudadana, de políticas para los mercados, de incentivos
para los emprendimientos económicos (de comerciantes autónomos y de todo tipo
de iniciativa, desde la popular y solidaria a la industrial), a la prevención
en la gestión de riesgos en materia de terremotos y de inundaciones… en fin,
hay varios ángulos para criticar la gestión de la Alcaldía de Guayaquil. En
este blog, bajo la etiqueta ‘Alcaldía de Guayaquil’ (en la barra derecha) se
encuentran compiladas mis publicaciones de casi diez años de crítica
fundamentada a la gestión de la Alcaldía de Guayaquil. Es necesario notar que
ONU Hábitat, el organismo especializado de las Naciones Unidas en materia de
ciudades (este año organiza su III Conferencia Mundial en Quito) ha señalado
que las ciudades de América latina en el siglo XXI deben impulsar “un modelo
centrado a la vez en el bienestar de las personas y su inclusión en la
sociedad, un modelo que privilegie el empleo local, la diversidad social y
cultural, la sostenibilidad ambiental y la reafirmación de los espacios
públicos” (‘Estado de las ciudades de América latina y el Caribe 2012. Rumbo auna nueva transición urbana’, ONU Hábitat, 2012, p. XV). Esta es una
descripción, a un mismo tiempo, de dos cosas: 1) La dirección de las políticas que las ciudades latinoamericanas deben
implementar en este siglo XXI; 2) La
dirección opuesta a esta recomendación de ONU Hábitat de las políticas que se han
emprendido en Guayaquil durante los años de la administración de Jaime Nebot. Un
estudio a profundidad de las políticas de la Alcaldía de Guayaquil durante su período
de administración (2000- ) frente a los criterios de ONU Hábitat sobre lo que
constituye una “Ciudad Próspera” sería una contribución clave para desentrañar
la ficción de éxito que sostiene la Alcaldía de Guayaquil.
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