13 de junio de 2016

Extrema y persistente desigualdad en Guayaquil

“El principal argumento que aquí se presenta es el de la exclusión social y económica, derivada de los niveles extremos y persistentes de desigualdad, que aniquila la imparcialidad legal y provoca la invisibilidad de los sumamente pobres, la demonización de quienes cuestionan el sistema y la inmunidad de los privilegiados” (1).
En Guayaquil se cumplen las tres consecuencias de la extrema y persistente desigualdad, tal como descrita por Oscar Vilhena Vieira en su luminoso artículo ‘Desigualdad estructural y Estado de derecho’:

A) Los sumamente pobres son invisibilizados: el Alcalde de Guayaquil puede declarar en una sesión de concejo:
 
“Yo he tomado la decisión de que aquí no vamos a legalizar un terreno ni vamos a poner una volqueta de cascajo ni un metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería de alcantarillado de agua potable más allá de la Sergio Toral” (2). 
Un mapa permite visualizar el tamaño de esta exclusión:
 
En Monte Sinaí, Trinidad de Dios y Voluntad de Dios viven personas en extrema pobreza. La razón de su invisibilidad.
 
Todo lo que está a la izquierda de la línea roja no tendrán obras ni servicios públicos, por decisión del Alcalde. Nadie se ha preocupado de cuestionar esta decisión de la máxima autoridad de la ciudad: las personas a quienes esta decisión afecta son invisibles a los ojos del resto de la sociedad. 

B) Los que cuestionan el sistema son demonizados: el caso típico de esta práctica en Guayaquil son los comerciantes autónomos. No importa que tengan propuestas concretas para mejorar su situación: en alguna ocasión le solicitaron a la autoridad “definir zonas de trabajo, los productos que se puedan vender, otorgar permisos de funcionamiento y creación de un programa de capacitación con temas como atención al cliente, manejo de negocios y tributación” para recibir por respuesta que “todo lo que venga de ellos va al archivo” (3).

En el discurso de la Alcaldía de Guayaquil, los comerciantes autónomos son siempre los “vándalos”, los que “insultan y pretenden tomarse las calles”, los que quieren traer “de vuelta al caos”: los comerciantes autónomos nunca tienen discurso propio, lo que se sabe de ellos es lo que se ha construido sobre ellos: por ello son siempre los otros malos (4).

La prensa privada de Guayaquil es cómplice de esto, pues lo apoya con la contribución decidida de sus columnistas de opinión y con los silencios de sus servicios de información. Por otra parte, los mecanismos de participación institucional son controlados por la cúpula de la Alcaldía. Así lo reconoció sin empacho el secretario municipal, Vicente Taiano, cuando comentó que el diseño escogido de participación ciudadana servía “para evitar intromisiones en las gestiones del Alcalde” (5). En definitiva, el diseño de participación no es realmente para que los ciudadanos participen, sino para que no estorben. Y si alguien “estorba”, como en el caso de los comerciantes autónomos, lo demonizan, pues así ya no importa realmente la opinión de quien se opone, pues dicha opinión ya no merece ser escuchada: es el castigo por ser la opinión de un malo.

C) Los privilegiados son inmunes. El statu quo en la administración de la Alcaldía de Guayaquil tiene notorios beneficiarios, de los que existe muy poco escrutinio público. La Alcaldía de Guayaquil distribuye dineros y prebendas de una manera discrecional porque las disposiciones del Alcalde siempre son cumplidas sin chistar por los concejales de su agrupación política (auténticos ‘alzamanos’) sin que jamás se discuta en la esfera pública la pertinencia de tales asignaciones ni el procedimiento para su aprobación.

El mexicano Saúl López Noriega ha explicado cómo funciona el poder de los medios de comunicación:
 
“Es cierto que los medios influyen en las creencias, actitudes y opiniones de las personas, mas no son omnipotentes. Más que decirle a los individuos qué pensar, los medios deciden en qué podemos pensar. Los medios tienen el poder de definir la agenda. La capacidad de dirigir la atención del público hacia ciertos conflictos, determinar las prioridades atribuidas por las personas a los problemas nacionales, enumerar los temas que se mascullan en la vida pública. Son capaces de todo esto porque construyen la realidad” (6).
En Guayaquil, las inmunidades no se discuten, ni mucho menos se revierten por lo que la prensa local critica. Todo lo contrario: se perpetúan por lo que esa prensa silencia. La dócil sociedad guayaquileña lo es, en gran medida, por la falta de información. Esta carencia está en la base de nuestra crisis más profunda: el conformarnos con poco, el naturalizar las deficiencias de una gestión sin planificación y orientada a la satisfacción de intereses corporativos y, sobre todo, nuestra falta de imaginación para pensar y proponer una sociedad organizada con criterios de inclusión y prosperidad (7). Somos muy provincianos (8).

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Así las cosas, también se perpetúa la extrema desigualdad, cuyas más graves consecuencias las padecen cotidianamente (usualmente a través de la violencia impune de la Policía Metropolitana) los invisibilizados y los demonizados de siempre, esos sobre los que los demás suelen justificar la violencia que recae sobre ellos porque algo habrán hecho, sin nunca precisar muy bien qué. Y de eso va, precisamente, la desigualdad estructural.

(1) Vilhena Vieira, Oscar, ‘Desigualdad estructural y Estado de derecho’, en: Rodríguez Garavito, César (coord.) 2011, ‘El derecho en América Latina. Un mapa para el pensamiento jurídico del siglo XXI’, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, pp. 25-46.
(3)Discusión de fondo’, Xavier Flores Aguirre, 14 de junio de 2008.
(4) Uno de los pocos esfuerzos para comprender el fenómeno informal es el documental ‘Guayaquil Informal’ de Ernesto Yitux y Andrés Loor.
(5) Municipio tendrá mayoría en la Asamblea Ciudadana’, Diario El telégrafo, 30 de septiembre de 2011.
(6) López Noriega, Saúl, ‘Democracia, poder y medios de comunicación’, Distribuciones Fontamara, México, D.F., 2009, p. 109.
(7) ONU Hábitat ha construido un Índice de la Ciudad Próspera [“City Prosperity Index”] para una “ciudad del siglo 21”. Se compone de cinco dimensiones, todas con indicadores medibles: productividad, desarrollo de infraestructura, calidad de vida, equidad e inclusión social, sostenibilidad ambiental. Contrastar las ideas y propuestas de estas cinco dimensiones de la prosperidad frente a la realidad de la gestión socialcristiana de Guayaquil tras casi un cuarto de siglo en la Alcaldía, nos dará la medida de nuestro retraso: v. UN Habitat, 'State of the world's cities. Prosperity of cities' [2012].
(8) Esta frase tiene relación con esa mentalidad de patria chica (“my city, right or wrong”) que es una renuncia a pensar y a salirse del guion trazado por la Alcaldía, por falta de información suficiente y docilidad/temor reverencial/complicidad frente a la autoridad local. Y con el hecho de que la “capitalidad” de Guayaquil siempre estuvo basada en su fortaleza económica (“Quito capital administrativa, Guayaquil capital económica”: todas las diatribas anti-kikuyos se originaron en esta dualidad); “capitalidad” que recientemente hemos perdido. La falta de prosperidad podrán encubrirla los que están en el ajo, pero para un observador guayaquileño e independiente como el economista Walter Spurrier: “La capital de la república puede oficialmente reclamar el título de ser también capital económica. Esto, a pesar de que Quito tiene sólo 1,9 millones de habitantes y Guayaquil 2,6 millones. El PIB per cápita quiteño era sustancialmente superior al guayaquileño”: Walter Spurrier Baquerizo, ‘Las economías de Guayaquil y Quito’, Diario El Universo, 11 de agosto de 2013. En un artículo posterior, Spurrier precisa: “Entre el 2007 y 2011 Guayaquil pierde 0,8% de participación de la economía, mientras que Quito la aumenta ligeramente, en 0,2 de punto. Guayaquil pasa a 23,9% de la economía nacional, casi dos puntos porcentuales menos que Quito. Nos quedamos atrás: Quito, capital económica indiscutible […]. ¿Qué pasó con Guayaquil? Pierde fuertemente en actividades profesionales e inmobiliarias, la mitad de lo que tenía antes. Todo el resto del país gana participación a expensas de Guayaquil. ¿Estamos perdiendo servicios profesionales? Debe ser causa de preocupación puesto que el futuro está en el conocimiento”: Walter Spurrier Baquerizo, ‘Guayaquil se rezaga’, Diario El Universo, 22 de febrero de 2015 (el resaltado no es del original).   

2 comentarios:

  1. Hola Xavier, siempre te leo con atención. Crecí mirando sólo el lado de la gestión de la Alcaldía y me cuesta cambiar el chip, pero trato de escuchar y entender. De todos modos, lo que quiero decir es más simple: aunque pareces criticar el pensamiento religioso y lo que suene curuchupa, tu manera de mirar la ciudad me parece, las más de las veces, religiosa y curuchupa. No somos una raza especial y estúpida (¿no te parece rara esa manera de pensar si te detienes un momento?, ¿por qué habríamos de ser diferentes del resto de seres humanos en el mundo? como si fuéramos malditos o algo por el estilo). Creo que sólo somos un puñado de gente acostumbrada a mirar para otro lado, como bien dices, pero no creo que se deba sólo a estupidez sino a la falta de generación de nuevas prácticas en nuevos espacios (precisamente por parte de la gente que percibe que algo está mal). Los caminos nuevos parece que siempre son negativos en primera instancia...

    Lo errado de la manera en que te aproximas a este punto es lo que parece ser tu creencia de que a fuerza de decirle a la gente lo estúpida y pasiva que es la vas a cambiar. Personalmente creo que eso le sobra a Guayaquil (sólo que en versiones menos informadas y perseverantes). Inclusive me parece algo muy conservador. Parece que la lógica en eso sigue siendo hablar a gente en cierto nivel de poder esperando que cambie (culminando en una repetida y aburrida pelea entre espadachines las más de las veces), pero sigue siendo la misma gente aquella con la que se habla y piensa. A veces pareciera un problema de idiosincrasia, ciega a sí misma pero emperrada en seguir jugando juegos de lenguaje entre los mismos grupos sólo que con disfraces diferentes.

    En lo personal creo que hace falta crear caminos entre sectores y que falta un montón de gente haciendo eso. Allá no se llega pidiendo por favor a la gente, ciertamente, pero tampoco creo que se llega sólo señalando la torpeza de los demás. Creo que se aborda mejor abriendo caminos desde prácticas nuevas y caminadas (pues la pura novedad tampoco sirve de mucho, otro de nuestros errores).

    En fin, lo digo porque no es la primera vez que me das esa impresión. Tal vez me falte abrir la cabeza a mí o sea un tema de talantes, pero prefiero decirte lo que veo y me parece equivocado en tu modo de proceder. Creo que se pierde mucho en tener a alguien tan crítico e informado procediendo repetidamente así (por no decir tozudamente así).

    De yapa me parece antropológicamente pesimista. No soy pedagogo, pero de lo poco que he dado clases, si se atina con el método, objeto o camino, los seres humanos comenzamos a caminar. Aquí, por supuesto, tenemos un problema social.

    Sobra decirlo pero se sobreentiende que el ejercicio crítico es importante y se debe mantener más allá de lo que creo que es errado en tu modo de mirar o proceder.

    Saludos.

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  2. Fernando, te agradezco mucho la sinceridad de tu opinión. Creo que las particularidades del caso de Guayaquil se deben, no a ninguna habilidad o deficiencia congénita, sino a la forma cómo hemos construido las relaciones en nuestra sociedad. Al día de hoy, creo que existe una argolla en la administración de Guayaquil, sobre la que (increíblemente) casi nunca ha existido una crítica. En particular, nunca ha habido un interés de los medios de comunicación locales para tener unos habitantes informados. El guayaquileño ha sido una persona acostumbrada a razonar con herramientas pobres (principalmente, por desinformación de los asuntos públicos locales) cuando se trata de la Alcaldía de Guayaquil. Pero no ha sido solo desinformación, sino una campaña para hacer de la Alcaldía un ente "cívico" (para consolidar de esa manera un liderazgo indiscutible) en vez de uno político. Una campaña que resultó exitosa, y que aunada a la falta de información, es una mezcla que agrava la manera en que los habitantes piensan sobre la gestión de la Alcaldía, que blinda a muchos de los que tienen tu "chip" de la posibilidad de cambiar. Ahora, ¿cómo procurar ese cambio? Empezando por informarnos sobre lo que pasa de interés público en la ciudad, con prolijidad en los hechos y con rigor. Luego, abriendo la cabeza para entender nuestro lugar en el mundo, en contraste con indicadores medibles. Y finalmente, sacando la conclusión obvia: lo estamos haciendo mal. Por ello, hay que despertar a los que están dormidos. Puede que no te guste el tono en el que digo esto, pero esa es una discusión de rango menor (a ti no te gusta, a otro le gusta, pero lo realmente importante es que me gusta a mí). Saludos.

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