16 de octubre de 2016

Darwin, un muchacho inquieto


Cuando Charles Robert Darwin (1809-1882) empezó su viaje como naturalista en el bergantín ‘HMS Beagle’ contaba con apenas 22 años. Nacido en Shrewsbury, Inglaterra, el 12 de febrero de 1809 (el mismo día que en una cabaña cerca de Hodgenville, Estados Unidos, nació Abraham Lincoln), el joven Darwin zarpó del puerto de Devonport rumbo a América del Sur el 27 de diciembre de 1831. Cuatro años, nueve meses y seis días después, tras un recorrido de 40.000 millas, el bergantín Beagle atracó en el puerto de Falmouth, el 2 de octubre de 1836. Fue el único viaje que Charles Darwin hizo fuera de Inglaterra en toda su vida. 

Acuarela de Charles Darwin apenas vuelto de su viaje alrededor del mundo en el bergantín Beagle.

Por aquellos días en que permaneció en Galápagos (del 15 de septiembre al 20 de octubre de 1835), con 26 años, Charles Darwin todavía era un muchacho que quería divertirse. En Galápagos, por ejemplo, a costilla de las tortugas y otras especies:

“… El acercamiento de Darwin a su campo de estudio causaría asombro el día de hoy. Montó las tortugas gigantes cual caballos: ‘Frecuentemente me ponía en sus lomos, y golpeaba en las partes bajas de sus caparazones, se levantaban y caminaban”, escribió en su Journal of Researches. Se portó como un canalla con una iguana que se ocupaba en excavar una madriguera en Santiago: ‘La miré por un largo rato, hasta que la mitad de su cuerpo se hallaba enterrado. Entonces caminé y la jalé de la cola’. También molestaba a las iguanas marinas: ‘Más rápido permitían su captura atrapándolas por la cola que lo que saltaban al agua… A una la tiré varias veces tan lejos como pude, dentro de un piscina profunda que había dejado la marea en retirada; pero invariablemente retornaba en línea recta al lugar donde yo me encontraba’. Darwin estaba sorprendido de la mansedumbre de las aves: ‘Todas ellas se acercaban lo suficiente como para matarlas con una varita, y algunas veces, como yo mismo lo intenté, con un gorra o un sombrero. Una escopeta aquí es casi superflua; con la boca de mi cañón me volé un halcón de la rama de un árbol” (1).   

Años después, Charles Darwin le daría sentido a lo recolectado en las Galápagos. A pesar de lo que cuentan algunos despistados, Darwin no vivió un “momento Eureka” en ninguna de las cuatro islas que visitó en su periplo de cinco semanas por el archipiélago (2). Su teoría de la evolución la empezó a construir unos años después, tras comparar los picos de los pinzones que los tripulantes del Beagle habían recolectado en septiembre y octubre de 1835 (3), en una época en la que maltratar animales por propósitos “científicos” era todavía moneda común y corriente. Y en una época en la que Charles Darwin todavía era un tipo que “no sabía exactamente qué hacer con su vida, ni hacia dónde iba a caminar, no sabía lo que quería” (4).
Los 14 pinzones de las Galápagos que contribuyeron a la teoría de la evolución.

(1) Nicholls, Henry, ‘Lonesome George. The life and loves of a conservation icon’, Macmillan, New York, 2006, p. 55. El citado Journal of Researches se lo ha traducido al español como ‘Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo (en el navío de S.M. «Beagle»)’ [Trad.: Juan Mateos].
(2) Las islas que visitó Darwin, con la denominación en inglés con que Darwin las conoció: San Cristóbal (Chatham), Floreana (Charles), Isabela (Albemarle) y Santiago (James). La gente que cree en cosas como el “momento Eureka” es, casi de manera invariable, la misma que cree en la fábula de un Abdón Calderón con una bandera tricolor (?) entre los dientes, casi sin extremidades, vuelto tortuga.
(3) Si bien las Galápagos deben su nombre a las tortugas, la teoría de la evolución se vincula al estudio de los pinzones que Darwin y otros viajeros del Beagle recolectaron en las Galápagos (de hecho, fueron más útiles los pinzones de los otros viajeros, porque estaban asociados a la isla de la que se los obtuvo: Darwin, el naturalista, no había hecho eso). Ninguna tortuga llegó a Inglaterra para su posterior estudio científico, porque los 48 ejemplares que se llevaban fueron convertidos en alimento para la tripulación del Beagle en su camino a Tahití. Darwin estuvo entre los comensales. 
(4) Godfrey Merlen, citado en: Arturo Torres (ed.), ‘Tras el rastro de Charles Darwin en Galápagos’, Diario El Comercio, 22 de noviembre de 2014. Un relato interesante del periplo sudamericano de Darwin se encuentra en: Felipe Guhl, ‘Darwin en Surámerica: principio y fin’, Hipótesis, No 10 [Diciembre 2009]. Para un recuento de la evolución del pensamiento de Charles Darwin sobre su famosa teoría (en inglés), v. Frank Sulloway, ‘The evolution of Charles Darwin’, Smithsonian, Vol. 36, No. 9 [Diciembre 2005]. En la página web de Frank Sulloway existe mucha información valiosa sobre Darwin y este tema en particular.

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