Jorge Luis Borges
sentenció que un hábito de los sudamericanos en política era “conspirar, mentir
e imponerse” (1). Tener a la
imposición como un resultado (ese “quítate tú para ponerme yo”, tan madrepatrio) suele prescindir de las
razones compartidas. En nuestros países meridionales, un político se impone a
otro (típicamente) a través de actos de fuerza.
Un episodio de esta
tradición sudamericana fue retratado por el New York Times en un artículo titulado
‘¿Pisados por Keiko Fujimori?’, de autoría de Alberto Vergara. En su artículo,
Vergara relata cómo en el Perú una mayoría parlamentaria destruyó una política
educativa de calidad para satisfacer los intereses de instituciones educativas
deficientes.
La historia es como sigue:
en el Congreso Nacional peruano, 72 de los 130 parlamentarios pertenecen a las
filas del Fujimorismo (el partido alrededor de la familia Fujimori, padre e
hija, opositor al gobierno del presidente Pedro Pablo Kuzcynski). Prevalidos de
la fuerza de sus números, “es un secreto a voces”, escribió Vergara, “que
actores con intereses en la industria de la educación privada (en especial
universidades privadas de mala calidad que, además, financian políticos)
buscaban deshacerse de un ministro que empujó la necesaria regulación que el
Estado debe ejercer sobre esta educación privada”. La razón formal para
destituir al Ministro de Educación Jaime Saavedra fue, por supuesto, una distinta:
se le imputaron unos supuestos malos manejos en el ministerio (2).
El ministro
destituido pudo demostrar un buen récord. Durante su administración, el Perú
registró mejoras en los resultados de la prueba PISA, instauró una más amplia
política de becas e impulsó una regulación necesaria del sector educativo (3). Pero nada de eso le importó a la
aplanadora fujimorista, la que “humilló al ministro, no escuchó razones, y se
vanaglorió de su fuerza puramente aritmética”.
El gobierno de
Kuzcynski pudo sostener a su Ministro de Educación a través de una destitución
del Congreso y un llamado a elecciones legislativas anticipadas, pero no se
sintió en la capacidad de enfrentar al Fujimorismo. Por ende, Kuzcynski dejó
caer a su ministro Saavedra y sus políticas exitosas. Así, tras conspirar y
mentir, la oposición en el Perú se impuso, y con ella, los turbios intereses de
los homólogos peruanos de nuestra recordada Universidad Cooperativa de
Colombia.
Es decir, un
escenario clásico de pugna de poderes en el Sur de América, en confirmación de
una sentencia borgeana.
(1)
Borges describía el infierno en la obra de Swedenborg desde el punto de vista
de los bienaventurados: “Para el bienaventurado, el orbe diabólico es una
región de pantanos, de cuevas, de chozas incendiadas, de ruinas, de lupanares y
tabernas. Los réprobos no tienen cara o tienen caras mutiladas y atroces [a los
ojos de los justos], pero se creen hermosos. El ejercicio del poder y el odio
recíproco son su felicidad. Viven entregados a la política, en el sentido más
sudamericano de la palabra; es decir, viven para conspirar, mentir e imponerse.
Swedenborg cuenta que un rayo de luz celestial cayó en el fondo de los
infiernos; los réprobos lo percibieron como un hedor, una llaga ulcerante y una
tiniebla”, v. ‘Un ensayo por Borges acerca de Swedenborg’.
(2) Una
maniobra al alcance de una campaña orquestada. Que sea cierta o no, no creo que
haya sido de mayor relevancia para el Fujimorismo.
(3)
No es difícil imaginarse a los homólogos peruanos de nuestra recordada
Universidad Cooperativa de Colombia (semillero de diputados ecuatorianos)
“financiando” a los diputados peruanos a fin de mantener a la educación como un
negocio de baja calidad.
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