Hay jugadores que
disputaron miles de minutos en los mundiales de fútbol y nunca ganaron un
mundial. (Paolo Maldini, por ejemplo, disputó 2.217 minutos y se fue en
blanco.) Hay otros con fortuna inmensa, tal como Marcelo Trobbiani
(Casilda, 1955), que disputó menos de dos minutos de una final y fue campeón
del mundo.
Pasó en la final de
México ‘86, el partido iba 3 a 2, Argentina iba a campeonar y se jugaban
ya los suplementarios. Trobbiani entró al cambio por Burruchaga, autor del último
gol. Jugó apenas 88 segundos.
Pero en la única que tocó, demostró el pedazo de
crack que fue. El Diego cobró un tiro libre desde la banda izquierda con
dirección a Trobbiani (o mejor dicho, al torso de Trobbiani), quien la amainó
con el pecho y la dejó dormida a sus pies, de espaldas al arco alemán. Lo vinieron a encimar tres teutones
enseguida…
¿Cómo resuelve un crack bajo
presión? Pues con elegancia, siempre con elegancia. Este crack resolvió de
taquito:
Trobbiani se la pasó con
elegancia al Negro Enrique, que la
pifió de manera vulgar (porque si jugando arriba tenía Argentina a Gabriel Omar
Batistuta, ese animal del área, eso era gol).
Maradona supo aquilatar el
crack que fue Marcelo Antonio Trobbiani, uno de sus aliados en México, uno de los
23 campeones argentinos del mundial ‘86: “la pisaba, la amasaba, ¡y marcaba!
Aparte, un gran compañero, de esos que saben apoyar desde afuera de la cancha.
Me lo demostró en Boca ‘81 y México ‘86” (‘Yo soy el Diego de la gente’, p. 168).
Palabra de D10S.
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