14 de mayo de 2019

Guayaquil peruana [1829]


De la ocupación peruana de Guayaquil se recuerdan este año sus 190 años. El puerto de Guayaquil fue entregado a inicios de 1829 al Perú por el General Juan Illingworth, para que dicho país lo administre durante la guerra entre las repúblicas sudamericanas de Colombia y Perú.

Por esos días guerreaban estas nóveles repúblicas desgajadas del antiguo imperio español: el Jefe del ejército colombiano era Antonio José de Sucre y el Jefe del ejército peruano era su entonces Presidente, el general de origen cuencano y ascendencia guayaquileña, José Domingo de La Mar.* Las fuerzas de ambos países se enfrentaron un 27 de febrero de 1829 en un lugar llamado “portete” de Tarqui, a pocos kilómetros al sur de la ciudad natal del Presidente peruano.

La versión peruana ha equiparado este hecho a una escaramuza; la versión ecuatoriana lo ha convertido en la fecha conmemorativa y fundacional de nuestro Ejército nacional (?). El hecho objetivo es que a raíz de este enfrentamiento se acordó la firma del “Convenio de Girón”, del 28 de febrero de 1829.

La ocupación de Guayaquil, sin embargo, no se debió a los avances del Perú por tierra. Se dio por la ría, empezó el 22 de noviembre de 1828 y estuvo a cargo de un general inglés al servicio de la marina del Perú, a quien por allá lo recuerdan como uno de sus fundadores: el vice-almirante Martín Jorge Guise. Los porteños resistimos: una granada lo explotó a Guise el 24 de noviembre de 1828 -algunos la han atribuido al alférez José Joaquín Pareja (Aguirre Abad, p. ej.); otros, como Camilo Destruge, al general José Antonio Gómez -el mismo de la calle lateral del estadio “Capwell”. Cualquiera que haya sido su autor, el resultado final de su acción fue que el héroe de la armada del Perú quedó convertido en confeti de cadáver. Lo reemplazó a Guise su segundo, José Boterín, antiguo desertor de la marina colombiana. La ciudad aguantó su asedio por algunas semanas.

A inicios del año 1829, el puerto de Guayaquil resistía pero estaba incomunicado del resto de Colombia. El bloqueo peruano, tan prolongado, convirtió en insostenible este estado de cosas. El Comandante de la Plaza, el inglés John “Cara de plata” Illingworth, negoció con los peruanos y acordó el 19 de enero de 1829, que si en exactos 10 días no llegaban noticias de la guerra, entregaría Guayaquil a las fuerzas peruanas.

Pasó el tiempo, llegó el día 29 y no se supo nada de naiden: cumplida la condición pactada, Illingworth y su gente abandonaron la ciudad a las fuerzas invasoras del Perú. Illingworth trasladó el “gobierno” de Guayaquil, durante este exilio, a la vecina Daule.

Entonces las tropas peruanas ocuparon Guayaquil. La autoridad militar fue, obviamente, relevada: el lugar del inglés John Illingworth lo ocupó el peruano José Prieto. Dentro del primer mes de su ocupación, aconteció el enfrentamiento entre los ejércitos de Colombia y del Perú en el portete de Tarqui y la firma del “Convenio de Girón”, una de cuyas cláusulas estipulaba la devolución de Guayaquil a la República de Colombia.

En razón de este Convenio fueron comisionados por Sucre a Guayaquil, un viejo conocido de la ciudad (su primer héroe republicano) el general León de Febres-Cordero y Oberto, acompañado por el general irlandés Arthur Sandes, a fin de que a ellos se les devuelva la ciudad ocupada por el Perú. A Guayaquil arribaron el 11 de marzo, pero el jefe militar del Perú en Guayaquil, José Prieto, les hizo un feo desplante: desconoció sus instrucciones y los redujo a prisión en la corbeta peruana “Libertad”.

Perú se negaba en redondo a devolver Guayaquil. Según el Presidente La Mar, entre otras cosas de poca entidad, porque el decreto de honores de Sucre por el triunfo en el portete de Tarqui resultaba deshonroso para el Perú.

La situación entre ambos países volvía a caldearse y se estimaba pronta una nueva acción bélica. Parecían prestos estos nóveles países a fajarse en un nuevo enfrentamiento, pero un hecho superviniente lo cambió todo: un golpe de Estado en el Perú, orquestado por Agustín Gamarra y Antonio Gutiérrez de la Fuente, por el que se desconoció la Presidencia del cuencano La Mar.§

A raíz de este hecho, se volvieron a entablar las negociaciones entre Colombia y Perú, pero con un nuevo representante peruano, Francisco del Valle Riestra, que accedió a las pretensiones del representante de Colombia, entre ellas, la devolución inmediata del puerto de Guayaquil. Se firmó entonces el “Tratado de Buijo” del 27 de junio de 1829, entre el peruano del Valle Riestra y el colombiano (nacido en Venezuela) Febres-Cordero. En esta ocasión, se cumplió con la devolución inmediata del puerto.

Empezada el 29 de enero de 1829, la devolución de Guayaquil a la administración de la República de Colombia se registró el 20 de julio de ese mismo año. La ciudad demoró un total de ciento sesenta y tres días en manos peruanas.  

* N.B.: Se enfrentaron los héroes que le han dado nombre a los aeropuertos de Quito y de Cuenca, respectivamente. En el caso de Quito por carencia de héroes propios, en el caso de Cuenca porque era el más ilustre cuencano a la mano (La Mar fue el primer cuencano en ser Presidente de una de estas nacientes repúblicas, pues el primer cuencano en ser Presidente de la República del Ecuador apareció recién en 1875 y fue Antonio Borrero y Cortázar, curiosamente, un sobrino del aeroportuario José Domingo de La Mar y Cortázar, ambos descendientes del último corregidor de Guayaquil, el español José Ruiz de Cortázar, quien de acuerdo con los registros del incendio de 1764 era uno de los hombres más ricos de la ciudad a mediados del siglo XVIII (época en la que Guayaquil pasó a convertirse en Gobernación).
Es llamativo que la calle “Portete de Tarqui” en Guayaquil sea “Portete” y en Quito sea “Tarqui”.
§ José Domingo de Lamar murió en el exilio, en la ciudad de Cartago, Costa Rica, el año 1830. Ese mismo año cayó asesinado Sucre en las montañas de Berruecos, cuando iba camino a gobernar el naciente Estado del Ecuador. Y también se petateó Simón Bolívar, en la hacienda San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta. Annus horribilis para los próceres sudamericanos.

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