Cuando viví en Canberra,
aburrida capital de Australia con menos vida que Quito con lluvia, uno de los
más famosos pubs de la ciudad se
llamaba “King O’Malley”, en memoria de uno de sus creadores (Canberra
es una invención moderna, menos antigua que el colegio Cristóbal Colón o el
Tenis Club de Guayaquil: echó a andar en 1913). O’Malley fue un fulano muy famoso
en vida por su denodada lucha para que la capital de Australia sea una ciudad
libre de alcohol. Obviamente, falló. Hoy, el más vívido recuerdo de su
memoria, lo retiene este bar.
Por su parte, en los
Estados Unidos de los albores del siglo XX se conoció la furia de Carry Nation, una veterana arrecha que entraba a los bares a sacarle la chucha a
los bebedores y a destruir el establecimiento. Nada de discursos, ni
pendejadas: a los puños y los hachazos de una. Además de aguantar una severa
porción de quiños, Carry Nation perdió la batalla cultural. En Boston, un bar recuerda su nombre.
El espíritu de Capwell: "Solo vine para recordarles que el fútbol me vale verga" |
En Guayaquil tenemos un
caso similar: al gringo George Lewis Capwell le gustaban mucho muchísimos
deportes, MENOS el fútbol. Cuando construyó el estadio que hoy lleva su nombre,
no lo hizo para practicar este deporte: el primer partido que se jugó en el estadio “Capwell” fue de béisbol, entre las
novenas de Emelec y Oriente*. Por supuesto, este proyecto de Capwell naufragó
enseguida, pues el béisbol siempre fue menos frente al masivo fútbol. El
estadio pasó a ser estadio para practicar el fútbol§ y su nombre recuerda a un tipo que, sustancialmente, despreció
este deporte que se practica en el estadio al que hoy da nombre.
Para raro, su legado.
* Vasconcellos Rosado, Ricardo, ‘Historia del fútbol guayaquileño’,
Asociación de Fútbol del Guayas, Guayaquil, 2012, p. 162.
§ El
estadio “Capwell” albergó su primer partido de fútbol el 1 de diciembre de
1945, el que se disputó entre Emelec y una selección de jugadores manabitas de
Manta y Bahía de Caráquez capitaneados por Elí “Jojó” Barreiro, v. Ibíd., p.
167.
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