25 de agosto de 2019

Quito, la empleomaniaca


Contaba el afamado periodista cuencano Manuel de Jesús Calle lo siguiente de la capital, a principios del siglo pasado:

“No hay ciudad más empleomaniaca que Quito. Allí la mitad de la gente propiamente urbana, que no tiene sobre qué caerse muerta, vive del fisco; una tercera parte, de ricos, hacendados, comerciantes y pulperos, explota las necesidades del pobre, como es natural que suceda; y el resto, se dedica la mitad a la vagancia, en pleno ‘chullalevismo’, y la mitad al agio y la usura, con el concurso a veces de la tesorería de hacienda y la municipal […] Y por ello la pobreza es formidable. Quito entero quiere ser empleado. […] Y las artes del ‘palanqueo’ revisten en ocasiones, el serio carácter de una... ¿cómo diré? de una amable condescendencia. El que tiene una vecinita linda, unas primas donosas, unas hijas simpáticas, una mujercita bonita, a ellas envía en son de súplica, aunque corran el peligro de que las atiendan en forma, y tal vez por eso mismo. Lo he observado durante larguísimo tiempo, y es una vergüenza.” (‘Charlas de Ernesto Mora’, 24 de septiembre de 1911)

Lo de las “artes del palanqueo” que comercia con mujeres es historia antigua (esperemos). Pero que Quito es una ciudad empleomaniaca, claro que lo es. Si le quitas a la burocracia, como bien supo advertirlo la Guadalupe Mantilla, se parecería a Machachi.

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