10 de enero de 2020

La dolarización contra las élites


Realmente, la dolarización nos terminó gustando a los ecuatorianos porque es un límite a nuestras posibilidades de hacernos daño (¡?). Es increíble cómo una medida adoptada en modo freak pudo ser tan exitosa, al punto que es la única medida económica adoptada desde la vuelta a la democracia que los ecuatorianos solemos mirar con aprecio.

El economista Pablo Lucio-Paredes, en su columna ‘La dolarización y lo social’, explica claramente las dos formas en que, desde la dolarización el año 2000, los ecuatorianos ya no podemos hacernos daño entre nosotros, tan auto-destructivos como somos.

Primero: la élite económica ya no puede abusar de su posición, pues como explica Lucio-Paredes: “Las personas de mayores ingresos tenían acceso a mejor información y mejores canales financieros que les permitían manejar sus activos en dólares y así protegerse de la pérdida de valor del sucre”, en lo que él veía como una “injusticia inaceptable, que incrementaba las brechas sociales”.

La segunda forma en que los ecuatorianos ya no podemos hacemos daño desde la adopción de la dolarización el año 2000 se debe a que la élite política perdió facultades por la pérdida de una moneda propia. Desde que la dolarización se implantó hace 20 años y un día, “hay un panorama de más estabilidad y más largo plazo” pues por ella se han evitado “pérdidas frente a devaluaciones e inflaciones no anticipadas”. Los políticos perdieron sus competencias monetaria y cambiaria: esta mutilación es lo que la gente celebra.

Así, el ecuatoriano promedio agradece la dolarización, pues limita a los otros que él percibe como fundamentalmente pillos y abusivos: las élites económica y política del Ecuador.

Su éxito, realmente, es el triunfo de la desconfianza mutua.

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