Publicado en Revista Común el 10 de abril de 2020.
Este 2020 la ciudad de
Guayaquil conmemora los 200 años de su independencia del Reino de España. La
madrugada del 9 de Octubre de 1820, un grupo de guayaquileños y algunos
extranjeros asaltaron los cuarteles de las tropas españolas y apresaron al
Gobernador. La asonada inició a las dos de la mañana y concluyó, con éxito, al
alba. Según el recuerdo de uno de los extranjeros que participó en ella, el
luisianés José de Villamil: “Al aparecer el Sol en todo su brillo por sobre la
cordillera, Cordero vino a mí corriendo, y obligándome, sin mucha ceremonia, a
dar media vuelta, me dijo: mire Ud. al Sol del Sud de Colombia. ‘A Ud. en gran
medida lo debemos’, le dije. Nos abrazamos con ojos húmedos”.
El Cordero al que alude
Villamil en su relato, publicado en Lima en 1867 y titulado ‘Reseña de los acontecimientos políticos y
militares de la provincia de Guayaquil, desde 1813 hasta 1824 inclusive’,
es el venezolano León de Febres-Cordero, el verdadero héroe de la revolución
del 9 de Octubre. El orgullo de Guayaquil se debe a que una vez que se
independizó del Reino de España y pasó a ser una provincia libre y republicana,
nunca más volvió a caer en las manos de la Monarquía Católica. En esto se
diferenció de Cuenca y de Quito, las otras capitales de las provincias que, junto
con la provincia de Guayaquil, terminaron por conformar el Estado del Ecuador
en 1830. Cuenca se independizó el 3 de noviembre de 1820, pero fue recapturada
por los españoles. A Quito, en cambio, hubo que entrar a liberarla del dominio
español, liberación que sucedió tras la batalla del Pichincha, ocurrida el 24
de mayo de 1822 en las faldas del volcán de ese nombre. En la ficción que
Guayaquil ha construido sobre su gesta libertaria, la acción de los soldados guayaquileños
es decisiva para liberar a la pobre y sometida Quito ese 1822.
La creación de ficciones es
la clave para comprender a esta Guayaquil en los tiempos del coronavirus,
porque lo ocurrido en esta ciudad a inicios del año 2020 se reconduce a que su
ficción fundamental ha explotado, voló por los aires, se convirtió en confeti.
Esta ficción es el llamado modelo “exitoso” de desarrollo. Un alcalde que
administró esta ciudad por casi veinte años, Jaime Nebot, hizo popular dicha
ficción. Era su estribillo.
El problema es que era un simple
estribillo, que tenía escasa relación con la realidad. Ahora ya lo sabemos, muy
dolorosamente ya lo aprendimos: a una auténtica ciudad “exitosa” no se le muere
su gente en las calles.
*
El daño del COVID-19 en
Guayaquil ha llamado la atención en el mundo. Por estos días, los titulares son
elocuentes: ‘Coronavirus en Ecuador: el
drama de Guayaquil, que tiene más muertos por covid-19 que países enteros y
lucha a contrarreloj para darles un entierro digno’ (BBC, 1 de abril), ‘Cadáveres en las aceras: ciudad de Ecuador
es una horrible advertencia del coronavirus en la región’ (El Nuevo Herald,
2 de abril), o ‘Bodies lie in the streets
of Guayaquil, Ecuador, emerging epicenter of the coronavirus in Latin America’
(Washington Post, 3 de abril). Las noticias que recorren el mundo son
desgarradoras: se trata de una ciudad desbordada, sin la capacidad sanitaria ni
funeraria para tratar a los enfermos ni enterrar a sus muertos. A las imágenes de
los cadáveres apiñados en los pisos de los hospitales, unos sobre otros, o de
los cadáveres dispersos en las calles de la ciudad (algunos en ataúdes y otros
tirados a la maldita sea), ya no se les puede añadir nada. Se hace un nudo en
la garganta, ganas de llorar.
Guayaquil parece una zona
de guerra, pero de una guerra que se está perdiendo.
Y esto ocurre porque el
“éxito” del modelo de Guayaquil está en otra parte. Su verdadero éxito está en
las ganancias del sector de la construcción. (El autor del estribillo, Jaime
Nebot, provenía él mismo de ese sector). El año 2013 un informe de expertos de
la Corporación Andina de Fomento (CAF) sobre las inundaciones en Guayaquil,
elaborado a petición de la Alcaldía de Nebot, arrojó como resultado que el
crecimiento horizontal de la ciudad aumenta en seis veces los costos de su
construcción, comparados con una estrategia integral propia de “ciudades
verdes, inclusivas y sustentables”, estrategia para la que, según estos expertos,
“Guayaquil ofrece condiciones inmejorables”. Pero que cueste más, nomás:
precisamente, es que de eso se trata.
Así, por este modelo que
beneficia a unos pocos, Guayaquil ha crecido como una mancha gris, repleta de
cemento y de adoquines. (El adoquín es el objeto fetiche del modelo “exitoso”
de desarrollo”.) El informe de la CAF del año 2013 describe muy bien el
crecimiento de la ciudad durante estos años de aplicación del modelo: “lotes
pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas
verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo
urbano”. En este informe se señala, asimismo, la falta de una intervención
integral de la alcaldía: “Se observa que el abastecimiento de agua es el primer
servicio que se atiende, seguido de alcantarillado sanitario y, finalmente,
siguiendo un enfoque tradicional ligado a la instalación exclusivamente de
obras de conducción, se atiende al drenaje pluvial”. Este “enfoque tradicional”
es el que previene que Guayaquil se convierta en una ciudad “verde, inclusiva y
sustentable” (porque ello no le conviene -$$$- a los que instalan “obras de
conducción”).
Así también, en este
informe de la CAF se advierte de la existencia de un aprovechamiento político de
la pobreza en los barrios populares, a diferencia de lo que ocurre en los
sectores regularizados de clase media: “Paradójicamente, como en otras ciudades
de la región, la expansión de la ciudad irregular ocurre en forma cuasi
organizada, generalmente por emprendedores que invaden propiedades privadas
–con o sin acuerdo del propietario de la tierra- y con ello activan un mercado
sumergido de la tierra urbana que se inicia con la ocupación ilegal de lotes
sin servicios básicos de aguas, alcantarillado y drenaje. En algunos países es
frecuente que políticos utilicen estos mismos mecanismos que promueven la
ocupación informal de la tierra para obtener réditos electorales”. Los expertos
de la CAF escogieron sus palabras, porque este informe se lo entregaron en sus
manos al alcalde Nebot, pero la obtención de estos “réditos electorales”
también ocurre en Guayaquil.
Por la impermeabilización
del suelo urbano, el llamado “efecto de isla de calor” eleva la temperatura de
Guayaquil en unos 4 ó 5 grados centígrados. Por su crecimiento horizontal, Guayaquil
es una ciudad que tiene un tráfico intenso, y mientras más se construye en ella,
más intenso se torna. Una ciudad calurosa y traficada, con escasas áreas
verdes, sin una atención integral de los servicios básicos y, en el caso de los
barrios populares, con un aprovechamiento político de sus necesidades y, en
consecuencia, con una satisfacción de ellas a cuentagotas. Si resumimos el
modelo “exitoso” en una sola frase, ella sería: “para la mayoría, los servicios
llegan tarde, pero para los más pobres, llegarán tarde y mal”.
Así, para un observador
imparcial, el hecho de vivir en una ciudad de estas características le haría
abrigar unas instantáneas dudas sobre si él está viviendo en una ciudad que
merezca el rótulo de “exitosa”. No le ocurre así al guayaquileño: de manera
generalizada, el hecho de vivir en una ciudad de esas características no es
asociado por él a una mala gestión municipal. Todo lo contrario: la
administración del alcalde Nebot, aquel promotor incansable de su estribillo, fue
ratificada varias veces en las urnas. Elegido el año 2000, Jaime Nebot fue
reelegido en el 2004, 2009 y 2014. Nunca obtuvo menos de la mitad de los votos
y siempre obtuvo la mayoría en el concejo municipal. El 2019, el pueblo de
Guayaquil eligió a quien Nebot había designado como su sucesora, Cynthia
Viteri.
Para explicar el porqué de
esta rareza (una ciudad mal hecha, cuya administración cuenta con el aplauso de
sus habitantes) se debe acudir a la historia. Hacia el año 1992, Guayaquil había
sido devastada por las malas administraciones municipales. En 1984, Guayaquil
eligió a Abdalá Bucaram como alcalde, y en 1988, la eligió a Elsa, hermana de
Abdalá. Ninguno de los Bucaram terminó su período, y ni ellos ni sus sucesores
hicieron un buen trabajo. El saldo de estos ocho años de bucaramato fue asociar la alcaldía de Guayaquil con la ineficacia y
la corrupción. El recuerdo que se conserva de este Guayaquil de los Bucaram es
el de unas calles llenas de basura y una alcaldía repleta de “pipones”
(funcionarios que cobraban un sueldo sin hacer ninguna tarea). Frente a este
escenario de terror, en 1992 presentó su candidatura a la alcaldía un
expresidente (1984-1988), quien era, además, homónimo del héroe venezolano de
tiempos de nuestra independencia de España (descendiente de uno de sus primos):
León Febres-Cordero, rico empresario que decía tener, por mejor amigo, a su
pistola.
Febres-Cordero se lanzó a
la alcaldía de Guayaquil por el Partido Social Cristiano (PSC) ese 1992, y
arrasó: obtuvo el 65% de los votos. En un mérito que se le debe reconocer a
Febres-Cordero, él empezó un rescate administrativo de la alcaldía: eliminó a
los “pipones” y procuró imponer orden en la ciudad, fiel a su estilo, a veces
con mano dura. En todo caso, fue él quien inició los 28 años de dominio del PSC
que se han vivido en Guayaquil desde 1992: ocho años los gobernó él, entre 1992
y 2000; diecinueve Nebot, entre 2000 y 2019; uno todavía no ha cumplido su
sucesora, Cynthia Viteri. Pero este primer año de Viteri, por lo visto, bien
podría ser el principio del fin de este dominio.
El porqué se asocia el
“éxito” a la administración del PSC en Guayaquil requiere algunas
explicaciones. Una primera es que, durante demasiados años, las alcaldías
socialcristianas construyeron su imagen por contraste a las alcaldías de los
Bucaram de los años ochenta y de principios de los noventa. El recuerdo de estas
alcaldías era tan espantoso (los Bucaram tuvieron casi toda la prensa de
Guayaquil en su contra) que la actuación del PSC en el rescate de la ciudad adquirió
un estatus de cruzada cívica. Así, todo aquel que se oponía a lo que hacían los
alcaldes del PSC en Guayaquil, era considerado como persona contraria a los
intereses de la ciudad, un sectario, un aliado de los Bucaram y su aciago
recuerdo. Este recurso les funcionó durante toda la administración de Febres-Cordero
y la mayor parte de la de Nebot.
Por supuesto, esta aureola
de cruzada cívica es importante en el plano simbólico, pero es insuficiente por
sí misma: el poder real está en otras partes. El dominio socialcristiano en
Guayaquil se ha asentado en mecanismos tales como la cooptación de varios
órganos para-municipales (de la Junta Cívica a las distintas autoridades de tránsito),
en la creación de un entramado de “fundaciones” encargadas de las obras y de los
servicios (de las obras de “regeneración urbana” en el centro a la prestación
de los servicios de salud) y en el establecimiento de un sistema de
participación de los ciudadanos sometido a un control vertical, con el alcalde
en la cúspide. La opacidad en los procedimientos, el silenciamiento de las
voces críticas y la discrecionalidad en las decisiones del alcalde son los
objetivos de estos mecanismos de control.
Una explicación última,
pero imprescindible, es la alianza entre las alcaldías socialcristianas y los
medios de comunicación de masas. Esto es particularmente cierto durante el
período de Jaime Nebot (Febres-Cordero era mucho más confrontativo con la
prensa.) El PSC es un partido de derechas, y a diferencia de los populistas Bucaram,
el PSC recibe todo el apoyo del periodismo burgués de Guayaquil, en particular,
de la televisora Ecuavisa y del diario El Universo (Ecuarrisa y El Perverso,
para los amigos), así como de numerosas radios, todas en el rol de pagos de la
alcaldía. Al PSC en Guayaquil, su alianza con los medios de comunicación le
lavaba la cara todos los días. De los errores o de las deficiencias de su
gestión, nunca se hablaba.
Este es el cóctel de
razones por las que en Guayaquil existe un “éxito” que realmente no existe. Pero hemos llegado, justo este 2020, a un
episodio de la historia en que esta ficción se ha vuelto insostenible. Los
titulares, las noticias, las imágenes de lo que ha ocurrido en Guayaquil por la
pandemia del COVID-19 son incontestables. Se ha mostrado la ciudad tal cual es,
y el COVID-19 nos obliga a hablar de lo que antes se había callado. Porque, de
súbito, en Guayaquil apareció el horror. Y este horror exige respuestas.
*
¿Por qué es Guayaquil la
ciudad epicentro del coronavirus en América latina, según dice el Washington
Post? ¿Por qué nos pasa esto a nosotros? La respuesta no puede ser episódica,
tiene que ser estructural: esto ocurre por la forma cómo hemos construido (o
permitido que se construya) Guayaquil, gracias a este modelo “exitoso” impuesto
por el PSC. Por los efectos de dicho modelo, es que el horror ha aparecido y nos
ha golpeado de la manera en que lo ha hecho.
Porque hay algunos
defensores del modelo “exitoso” (¡todavía existen!) que sostienen una postura “episódica”
en el marco de esta catástrofe, esto es, atribuyéndole la responsabilidad de
este triste episodio al viejo y confiable centralismo,
en pocas palabras, que la culpa no es del gobierno seccional de Guayaquil, sino
del gobierno nacional del Ecuador. Pero aceptar esto es buscar desentenderse de
las cifras que construyó el modelo de desarrollo del PSC: esos “lotes pequeños”
que describieron los expertos de la CAF en su informe del año 2013 se reconducen
a que en Guayaquil el 20.70% de los hogares vivan en hacinamiento, mientras que
esa cifra en Quito es del 8.25% y en Cuenca, del 9.61%. La forma en que se ha
construido la ciudad (resumida, líneas arriba, como: “para la mayoría, los
servicios llegan tarde, pero para los más pobres, llegarán tarde y mal”) tiene
su correlato en una situación de pobreza generalizada: en Guayaquil el 41.45%
de sus hogares tiene, al menos, una necesidad básica no satisfecha, lo que en
Quito es el 22.17% y en Cuenca, el 19.69%. En el hacinamiento y la pobreza
están dos claves para comprender el daño que ha causado el COVID-19 en
Guayaquil.
Parece innegable que aquel
que quiera descargar las culpas del daño hecho a Guayaquil por las alcaldías
del PSC en el gobierno nacional, o es tonto, o se hace mucho el tonto. Porque es
querer sostener una ficción de “éxito”, contra toda evidencia. Incluida la
evidencia de los muertos por esta pandemia.
Pero Guayaquil es una
ciudad que ha malvivido de ficciones. En la redacción de su historia
independentista, que viene a cuento por la celebración del bicentenario este
2020, todavía en Guayaquil se mantiene la ficción de que su lucha por
independizar a las provincias de Cuenca y de Quito sólo conoció el heroísmo
hasta la liberación de esta última. Así se lo relata, por ejemplo, en los
libros de historia financiados durante la alcaldía de Guayaquil de Jaime Nebot
como “Historia de Guayaquil”,
publicado el año 2008.
Porque en los hechos, la
historia es muy diferente a cómo la han escrito en ese libro. Muy a vuelo de
pájaro: en los tiempos de la independencia, en Guayaquil hubo traidores, como
el Jefe Militar Gregorio Escobedo, y hubo persecuciones, como la que se emprendió
en contra del militar venezolano Febres-Cordero porque a pesar de ser él (como
lo reconoció Villamil) el “alma de la revolución”, debido a la derrota de las
tropas guayaquileñas en la batalla de Huachi en noviembre de 1820 se lo sometió
a juicio y a vejaciones, por las que él abandonó la provincia decepcionado por
el trato dispensado (luego volvería, pero se iría definitivamente a Venezuela
en 1833).
También hubo la defección
de uno de los dos batallones que componían las tropas de Guayaquil, el que
actuó en contra de su independencia en la llamada “Contrarrevolución de las
lanchas” ocurrida el 17 de julio de 1821, y más adelante (en 1826, cuando
éramos parte de Colombia), la proclamación de la dictadura de Simón Bolívar por
el concejo municipal. Pero en el libro que editó la alcaldía el año 2008 para
contarnos una historia de Guayaquil a su medida (hay que ver lo laudatorios que
se ponen sus autores cuando les llega el momento de hablar de las alcaldías de
Febres-Cordero y Nebot, es el clímax) todos estos hechos son omitidos o distorsionados,
en aras de sostener su ficción súper-heroica. El bicentenario debería ser una
ocasión para repensar y reescribir todos estos hechos, con una investigación rigurosa
y a fondo.
Pero mucho más grave que
los desvaríos de nuestra historia, como digo, es el haber permitido que se
mantenga la ficción del modelo “exitoso” de desarrollo. En Guayaquil hemos
sostenido, con aplausos, un modelo que nos ha hecho mucho daño. Hemos hecho del
que era un fresco puerto tropical surcado por brazos de mar (como una
“Ámsterdam del Pacífico”, la lisonjeaba Bolívar) un sitio caluroso, traficado,
con escasas áreas verdes y una prestación deficiente de los servicios básicos,
propensa a las inundaciones (Guayaquil, según un estudio de la revista Nature Change publicado el año 2013, es
la cuarta ciudad en el mundo con el estimado más alto de pérdidas económicas anuales
por inundaciones causadas por la elevación del nivel del mar, de entre 136
ciudades costeras sometidas a análisis –y casi nada se ha hecho al respecto), pero
por sobre todo, una ciudad que se ha construido en beneficio de los sectores
regularizados de su clase media y en perjuicio de una enorme masa de
desposeídos, que viven en situación de hacinamiento y de pobreza, sobreviviendo
al día, es decir, librados a la maldita sea, como ciudadanos de segunda clase
en su propia ciudad. Esto es lo de fondo en Guayaquil: esta es la desigualdad
cruel que está causando tantos muertos en los tiempos del coronavirus.
En Guayaquil, la ficción
de su “éxito” ha tocado fin. El conteo de sus muertos, todavía no. Y,
lamentablemente, en una ciudad tan mal hecha (he concluido este artículo la
tarde del 8 de abril), no estamos ni cerca.
Felicitaciones por la investigación realizada sobre la triste realidad de Guayaquil y su antecedente histórico. Aunque es innegable el desagrado que le profesa al modelo del PSC y sus caudillos (cuya redacción revela oportunamente), tampoco declara simpatía por algún nombre o bandera específica, lo cual le confiere cierta objetividad.
ResponderEliminarNo obstante, es destacable el valor de su análisis histórico y sociológico, que legitima el método empleado en el artículo.
Sería muy interesante revisar algo de la bibliografía que lo sustenta.
Saludos y mucho ánimo.
Muy buen artículo.
ResponderEliminarMuy interesante, nos hace ver lo que realmente está sucediendo en Guayaquil. El daño está hecho, veamos el rumbo que toma sabirndo todo esto la nueva administración.
ResponderEliminarYa vemos a Cinthya Viteri lanzando culpas al gobierno y liberándose de la responsabilidad de sus acciones. Empezó campaña del lavado de conciencia. Pueblo nunca olvidemos nuestro dolor y hagamos cambios. Cambios
ResponderEliminarMuchas gracias por refrescar os la memoria
Un fuerte abeazi
Oggy74
ResponderEliminarExcelente analisis. La realidad en palabras porque la práctica la estamos viviendo...Los dueños de Guayaqui, (PSC)otrora Perla del Pacifico, han fracasado, la prueba real está frente a sus ojos, seguro tambien estarán derramando lágrimas de sangre como esta sucediendo con la mayoría de los Guayaquileños...ahí el resultado de su trabajo de muchas décadas que ahora no quieren aceptar los resultados de esa ficción y sin aunar esfuerzo pretenden culpar al Gobierno Central de turno....Hasta cuando Guayaquil es de su propiedad...
Un análisis bueno lo felicito; pero, se debe tomar en cuenta sin ser xenofobo hay que hacer un análisis de que Guayaquil ha sido campo de batalla política y financiera de grupos libaneses: aniñados cómo los Nebot, Salem, Massuh, Dahiky los no tan añiñados cómo Don Buca, Abdalá, Adum. Un Saludo desde el Páramo!
ResponderEliminarUn interesante y detallado análisis histórico, político y social. Lástima que presenta limitaciones por el enfoque tricentalista, tan característico del quehacer histórico del país
ResponderEliminarExcelente, hay que preguntar, quien fue el responsable de promover las invasiones en Guayaquil, quien permitió que se construya desordenadamente, si netamente fueron los caudillos del psc en ese entonces o los Bucaram, sabiendo que Assad también estuvo en el cabildo, sería bueno refrescar el punto de inflexión en la historia de la ciudad, de un pueblo bello bañado por el río y el estero paso a ser un hacinamiento de de personas y cemento
ResponderEliminarInteresante documental sobre la historia de Guayaquil y su modelo "exitoso".
ResponderEliminarDebería ponerse fotografías de la isla de "ricachones" y de los barrios de extrema pobreza, donde la gente muere y se quedan sembrando cadáveres en las calles.
Lo felicito, Xavier, por sus realistas y brillantes artículos que nos ofrece en su blog.
Saludos cordiales
Y cómo así entonces Guayaquil es la ciudad menos inequitativa del país, la que recibe más turistas, la ciudad que alberga por lo menos millón y medio de personas que invadieron en su momento???
ResponderEliminarMe imagino que usted preferiría el modelo estatista, centralista?
O alguno que llene de empleados el municipio como era antes de la llegada de León? O quizá prefiera un modelo que depende sólo del aporte estatal? Y no le gusta el de Guayaquil que recibe sólo el 35% de sus gastos porque el 65% es auto gestión?
Me imagino que prefiere un modelo que se sume a todos los que opinan que el país debe financiar los metros de Quito y Cuenca?
Las ciudades que más han sufrido por el coronavirus son las que reciben mucha gente que por necesidad se ha visto obligada a ir a la que consideran la mejor para su futuro...
Algo similar pasa en Nueva York...Falta que diga que también ha fracasado ese modelo...Por favor...Podrá engañar algunos pero no a muchos ni a todos...
Tenemos una mala noche politica, desde que volvimos a la vida democrática, el Ecuador se ha perjudicado en cada uno de los gobiernos de turno, la clase politica es una degeneracion social, tiene que aparecer un hombre que defina la politica como un servicio de caracter comunitario y no personal como se han aprovechado, no respetan el sufrimiento de un pueblo, la corrupcion es descasrada.
ResponderEliminarNo se qué piensas pero dicen q los guayaquileños votan siempre x el PSC, les recuerdo q en el puerto, Lasso apoyado x Nebot perdió aparatosamente en 1ra y 2da vuelta.
ResponderEliminarGuayaquil NO olvida los miles de muertos de marzo y abril del 2020. El PSC perderá la Alcaldía y desaparecerán.