1) El
sistema electoral ecuatoriano está corrupto; 2) El voto facultativo es un remedio para atajar su corrupción.
Estas dos oraciones son lo
que me propongo demostrar en este breve artículo.
*
Para la primera oración, aporto
como prueba el financiamiento del sistema electoral ecuatoriano.
Veamos el contexto:
Ecuador es un país pobre y periférico en el contexto mundial, desigual y
discriminador en el nacional. Equipado con estos atroces defectos, el Estado
del Ecuador le parece a la mayoría de los ecuatorianos más un estorbo que cosa
valiosa (en tiempos del COVID-19, esta sensación ha sido imposible de soslayar).
Pero este Estado (de manera inequitativa, casi desfachatadamente) le cobra
impuestos a sus habitantes. Muchos evaden los impuestos (evasión established since 1830) pero la plata
llega igual a las arcas del Estado (established
since 1830). Y ocurre que el Estado,
de cuando en vez, devuelve ese billete. No me refiero en obras, etc., sino a
unos pocos avivatos, en el marco del proceso electoral.
Que este diseño electoral está
corrupto se desprende de las recomendaciones sobre “financiamiento
político-electoral” en el informe de la Misión de Observación Electoral de la Organización
de los Estados Americanos (OEA) desplegada en el Ecuador para las elecciones
seccionales y de los integrantes del CPCCS que se realizaron el 24 de marzo de
2019. En este informe se empieza por reconocer como hechos que “la ausencia de
barreras para acceder al financiamiento público genera una enorme atomización
de la contribución estatal y un incentivo para el nacimiento de nuevas
organizaciones políticas” y que ocurre que el financiamiento privado “no es
fiscalizado durante la campaña y está sujeto a un débil escrutinio posterior
[lo que] reduce seriamente la eficacia del control existente”. Acto seguido,
esta Misión formula las siguientes recomendaciones:
Primera recomendación: “Fortalecer las capacidades del CNE para atender
las funciones que por ley le han sido asignadas en la fiscalización del
financiamiento público y privado, robusteciendo sus facultades para la
detección y sanción de infracciones”. Como en la OEA son unos burócratas de
alto coturno, se los pondré en simple: ellos quieren decir que el Estado
ecuatoriano es patéticamente ineficaz para detectar y sancionar las
infracciones en materia de financiamiento electoral… Lo que constituye un gran
incentivo para la pillería.
Segunda recomendación: “Considerar la introducción de una barrera de
acceso al FPE...” El Fondo de Promoción Electoral (FPE) es el botín que se
quieren repartir (sin controles eficaces) las organizaciones políticas. La
falta de barreras de acceso es otro gran incentivo para la pillería.
Tercera recomendación: “Incorporar en la normativa la obligatoriedad de
etiquetar parte de los recursos permanentes que se asignan a las organizaciones
para que sean destinados a la capacitación política, técnica y/o
ideológico-programática…”. Esto, simplemente pone en evidencia la real
naturaleza de nuestras organizaciones políticas: son mucho más unas maquinarias
para obtener financiamiento electoral, que unas organizaciones con una clara ideología
y un programa político. En resumen: son grupos organizados para la pillería.
Así, el sistema corrupto se
cierra. A la mayoría de la gente no le interesa votar, pero para que este
sistema corrupto subsista se requiere que ellos lo sigan haciendo, obligadamente (de ello depende la
repartija de billete). Algunos incautos creen que en esto de votar hay una
obligación “cívica” envuelta, pero eso es fundamentalmente paja. El propósito
de tener el voto obligatorio es mantener aceitada
a una maquinaria que reparte billete de vez en cuando. Es la eterna danza de los
avivatos y los incautos: una conga-line
que transita el Ecuador para perpetuar su subdesarrollo.
*
Es el momento de probar la
segunda oración. Como se probó antes, a las elecciones se las ha pervertido
hasta convertirlas en un ariete de nuestro subdesarrollo, en razón de lo cual,
algo debemos hacer al respecto. Porque como decía Einstein (un científico, no
huevadas) “locura
es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”.
Una solución, entonces, está en cortar de tajo ese incentivo perverso,
convirtiendo el voto de obligatorio a facultativo.
Doy por sentado que, si se
ha leído hasta aquí, ninguno de los lectores cree esa burrada de que obligar a
votar a la gente en el Ecuador ha servido para educarla en sus deberes, etc.
Eso se ha probado mentira, y la evidencia de 41 años consecutivos de votaciones
exime de mayor comentario.
Porque, honestamente, a la
gente no le tiene porqué importar tanto la política, eso es una ficción que nos
gusta creer, pero que es paja. Es legítimo que una persona tenga cientos de
otras cosas más importantes/interesantes/lúdicas en las que pensar e invertir
su tiempo. Esto, en el caso de que los políticos no les parezcan directamente tipos
despreciables, o vulgares ladrones, a los que ellos obligadamente tienen que ir a votar. (El número de los que creen
que el sistema está podrido –sus “desengañados”- se expresa, principalmente, en
los votos nulos –a los que también se los podría llamar “eclosión de falos en
la papeleta electoral”).
Confiar que este estado de
cosas cambie por el voto constante de la población es una vana ilusión, una
torpeza. Los que he llamado “incautos”, están contento de ser así porque
(perdóneseme el francés) les vale verga
ser otra cosa. Y es la existencia de este target
en la política, el eficaz incentivo para que se mantenga la tan pervertida,
estúpida y disfuncional obligación de votar: por convenirle a unos cuantos avivatos
que se reparten el billete que es producido por el número de incautos que, obligadamente, acuden a la votación.
Si el Estado ecuatoriano abandona
la obligatoriedad del voto se unirá a la inmensa mayoría de países del mundo
que consideran a sus ciudadanos como gente con la libertad de decidir si acude
a elecciones o no. En apenas 22 países (data hasta 2013) se mantiene el
voto obligatorio y en tan solo diez de ellos, incluido el Ecuador, se tienen
sanciones por no votar (es decir, el Ecuador en esto también se pone policial, que es su estado natural). El Estado del Ecuador debería
seguir el ejemplo de países que, habiendo tenido el voto obligatorio, lo
repelieron, como Holanda (AKA “Países Bajos”), Fiji y Guatemala, entre otros
muchos.
Queda una cosa para
rebatir, después de que se probó que la obligatoriedad del voto es un burdo
incentivo para la corrupción generalizada, y es esta otra gansada, que podría
decirla, por ejemplo, uno de esos Tutankamones tipo Oswaldo Hurtado: il viti dibi sir ibliguitiri pir li
ligitimidid.
Esto de la “Legitimidad
del voto obligatorio” está en mi “Top 3” de huevadas políticas ecuatorianas con
el “Ecuador amazónico” y el “Modelo exitoso de desarrollo”. Son frases huecas,
que nunca hicieron sentido con la realidad, pero que se las creyó, e incluso
algunos despistados las siguen creyendo*.
La legitimidad, realmente,
está dada por dos factores: la universalidad de la posibilidad de votar
(Ecuador, en esto, hasta antes de esta calamidad llamada Moreno era un ejemplo
de inclusión) y el respeto a la decisión de todo ciudadano de decidir si vota o
no vota. Porque son los políticos los que tienen que ganarse nuestro respeto,
no nosotros tener la obligación de mantener su sistema corrupto.
Entonces, si a ustedes: a) No les gusta votar; b) No les gusta la corrupción; c) No les gusta el despilfarro de los
recursos públicos; o d) Todas las anteriores,
la respuesta es simple: Es el voto
facultativo, estúpido.
Y para explicar con
propiedad el punto a) (los puntos b y c ya fueron probados más atrás), ¿para qué convertir el voto
obligatorio en facultativo? Pues para que no triunfen los idiotas. Porque la
que vivimos es una democracia de idiotas.
Antes que a los
biempensantes les dé un ataque epiléptico o un patatús por este horror de
llamar a los votantes “idiotas”, es que muchos en realidad lo son, en el
sentido original de la palabra, de acuerdo con su etimología griega. En la
Grecia antigua (la vanagloriada de Sócrates, Platón y Aristóteles), un “idiota”
era aquel que se preocupaba únicamente
de sí mismo, de sus intereses privados, sin participar de los asuntos públicos o políticos.
¿Por qué dejar las
elecciones políticas fundamentales en manos de gente así? Realmente, lo
responsable es retirarles esa carga: si esa persona quiere (esa es la
universalidad del voto), ella puede, en igualdad de condiciones con el resto de
sus conciudadanos, acudir a votar y manifestar su postura. Pero si no quiere votar,
pues bien también, el Estado debe respetar que esa persona se preocupe más por
otras cosas y, lejos de ponerse policial con multas, deberían sus políticos pensar
en atraer a este electorado quechuchista
a través de una mejora sustancial en la calidad de sus discursos y de sus propuestas:
que pasen de ser sospechosos de pillería (porque los ecuatorianos no confiamos
en nuestros políticos, esa es la verdad y la crisis del COVID-19 lo ha
desnudado groseramente) a pasar a ser unos tipos decentes, unos que se merezcan
el depósito de confianza que se expresa en un voto. Así, el voto facultativo realmente
lo que pretende es pasar a los idiotas a la inactividad, hasta que
voluntariamente dejen de serlo, por incentivos positivos. Y con esta medida le
cagamos el negocio a los que sostienen este sistema corrupto con la coerción
(multas) de todos quienes lo despreciamos.
Y por eso, el título de
este breve artículo cobra total sentido: la reforma del voto facultativo es una
auténtica revolución contra la idiotez.
* Ya
cada vez más esa gente se está pareciendo a esos soldados que siguen
combatiendo en la selva, mucho después de que terminó el conflicto. Más que
náusea, dan tristeza, que diría Aute.
Pienso que este pais es como una gran hacienda, y la mayoria se estan peleandose entre ellos mismos por un trozo de esta.
ResponderEliminarQuejandose de 'esos' politicos corruptos, pero, al mismo tiempo, pasandole un billete al chapa para que no le ponga multa, o pidiendole al pana que le sople o le de hablando a su jefe cuando abran un puestito en su trabajo (como se dice coloquialmente, 'con padrino nace el guagua').
Y cuando acienden a una mejor situacion socio-economica, se olvidan del resto y de donde vinieron.
Pienso que es un espectro continuo de pillos, los mas pillos en un extremo y los un poco menos en el otro.
Pero,tambien, el lado legitimo de esta moneda es que un grado de corrupcion para los corruptos es poder traer el pan de cada dia a la mesa de sus hijos.
-imho