Este calamitoso año 2020 empezó
con una noticia turra para el guayaco: el peaje de la “Vía a la Costa”,
concesionado a una empresa privada, había subido desde el último viernes del
2019 de sus tradicionales 0.25 USD a la ida y 0.00 USD la vuelta a Guayaquil, a
1.00 USD por la ida y otro 1.00 USD por la vuelta. La empresa privada a cargo
es una vieja conocida de los maridajes con el Estado: Verdú (vinculada en el
proceso “Arroz Verde”, después conocido como “Sobornos 2012-2016”, luego como
“Bochornos 2012-2016”).
Esta empresa Verdú ha
hecho posible lo que por muchos años fue imposible: subir el costo del peaje de
la “Vía a la Costa” y multiplicarlo por ocho, si el destino es a Playas o
Posorja, y dada la instalación de un peaje adicional en la ruta a Santa Elena
con un idéntico costo, si el destino es Salinas o la Ruta del Spondylus, por dieciséis.
Ahora, el cobrar dieciséis
veces más no garantiza un buen servicio, esto es claro. El primer día que entró
a funcionar la segunda caseta de peaje, ello causó que el viaje de regreso de
Salinas a Guayaquil demore tres horas, o incluso más. Este primer
experimento, visto desde la perspectiva de un viajero random, se reduciría al siguiente enunciado: “Tras que me cobras mucho más, me causas demoras. Vales verga al
cuadrado”.
Porque hasta que el
coronavirus volvió superfluo el uso de las carreteras en el Ecuador, lo que había
cambiado en la “Vía a la Costa” es que ahora costaba dieciséis veces más un viaje
ida y vuelta de Guayaquil a Santa Elena, recibiendo a cambio un pésimo servicio
de la concesionaria privada, todo alcahueteado por un Estado capturado por
tiburones de los negocios. Me lo recuerda mucho al Estado ecuatoriano de los
noventas, tan disfuncional para sus habitantes en general, tan servil a sus
banqueros (+ adinerados) en particular.
Para el 2020, este Ecuador
90’s ya había vuelto, in full swing,
y así nos agarró la pandemia...
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