Faltaban quince largos
años para que se funde la ciudad de Santiago de Guayaquil cuando el extremeño Hernán
Cortés empezó, el año de N. S. de 1519, la conquista de México. En esta
empresa, Cortés se adelantó al Gobernador de Cuba, Diego Velásquez, en atacar Tierra
Firme. Su audacia le rindió frutos, porque el resto resulta historia más o
menos conocida: quemar las naves, Malinche, Moctezuma, la Noche Triste, el
triunfo postrero de los invasores castellanos. Lejos de convertirse en un bandido,
en 1522 el Rey Carlos I de Castilla lo premió a Cortés con el nombramiento de
Gobernador de la Nueva España, el primero en una larga lista de funcionarios que
se extendió casi por tres siglos hasta la independencia del Reino.
En 1532, otro extremeño, Francisco
Pizarro, acometió la conquista del Perú. Por las capitulaciones de Toledo
firmados con la Corona de Castilla, Pizarro se convirtió en Gobernador de los
territorios que iba a descubrir, con el membrete de Gobernador de Nueva Castilla.
La historia que sigue es, también, harto conocida: la entrada de las tropas
castellanas en Cajamarca, la trampa y ejecución del inca Atahualpa, la
ocupación del Cuzco, la negociación con Pedro de Alvarado, la fundación de la
Ciudad de los Reyes (Lima), capital del Virreinato del Perú desde 1542 hasta su
disolución por la independencia del Reino. Pizarro residió en la ciudad de Lima
(por él fundada) hasta que fue muerto en 1541 por los “almagristas”, partidarios
de Diego de Almagro (quien fuera el fundador en 1534 de la ciudad de Santiago
de Quito –postrer Santiago de Guayaquil- y de la villa de San Francisco de Quito) que se vengaron así de la muerte de Almagro, ordenada
por los “pizarristas” y llevada a cabo en la Plaza de Armas del Cuzco el 8 de
julio de 1538.
El caso, muy de entrecasa,
es que Cortés y Pizarro fueron dos parientes (tío lejano Pizarro de Cortés,
primo segundo de su madre) que habitaban más allá del río Duero (extrema Dorii, “Extremadura”) y que viajaron
a la América a tentar su suerte y resultaron los principales agentes de la
conquista castellana en el nuevo continente, esos hombres a quienes el Rey Carlos
I de Castilla (un fulano nacido en Gante, que no hablaba el idioma de Castilla
y que explotaba estas tierras en beneficio de la Casa de Austria, en su otra
faceta de Carlos V Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) confió, en
gran medida, la tarea de perpetrar la sangrienta conquista de sus nuevos e
inmensos territorios allende el Atlántico.
Hernán Cortés lo sobrevivió
a su tío Pizarro por seis años. Murió en Castilleja de la Cuesta, el año de N.
S. de 1547, mismo año en que la ciudad de Santiago de Guayaquil se asentó de
manera definitiva en el Cerrito Verde, con vista a un caudaloso río.
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