12 de agosto de 2020

Contra los blancos


El tomo ‘Prosistas de la Colonia’, editado en la Biblioteca Mínima Ecuatoriana (Puebla, 1960), trae un sabroso discurso de Juan de León y Larrea, a mayores señas un riobambeño de fines del siglo XVII, en el que defiende a los indios mediante un ataque a los blancos. El discurso del friombabeño León y Larrea se titula ‘Sobre la injusta dominación de los indios, es decir el maltrato que hacemos de estos individuos de nuestra misma naturaleza’ (pp. 347-352). Y no tiene pérdida.

En la parte de sus pullas contra el zapallento, el buen León y Larrea defiende al indio de la acusación de embriaguez, no porque el indio no sea borracho, que lo es, sino porque el blanco es peor: ‘Los vinos generosos, las mistelas dulces, los rossolis, los ponches, las que llaman tumbagas, la chicha misma, se bebe a mares, ya se hace gala la embriaguez, ya no se ven por las calles sino hombres beodos, perdida la noble parte de la racionalidad…’.

Sobre la acusación de ociosidad, además de desmentirla para el indio, se la imputa al blanco. Dice León y Larrea: ‘Veamos ahora, las ocupaciones de los blancos: la mesa, el paseo, el baile, el juego, los espectáculos, son los más de los días su más seria ocupación, y muchos de ellos en menos, pues no hacen nada; proyectistas, elocuentes de boca, pero nada en la práctica’.

Y ya se pudre todo, cuando León y Larrea se refiere a los vicios del indio en los poblados de los blancos (porque en tiempos coloniales, los indios fueron reducidos a vivir en guettos que pasaron a la historia como ‘república de los indios’) y dice que los indios ‘son voluptuosos, estos mienten y trampean, estos engañan, estos roban, pero, ¿por qué?’ Eso ocurre, de acuerdo con el riobambeño León y Larrea, por una razón obvia: por la unión con los blancos. Por experiencia, los que no tienen tal comercio, los que viven en los retiros, en los páramos, son unos hombres sencillos, humildes, de buena ley, y con excelentes virtudes morales’. Los blancos los jodieron.

Y, claro, no fuckin’ wonder: cruzaron el Océano Atlántico para ocupar su territorio y convertirlos en mano de obra barata para beodos y proyectistas de pálida piel. Les impusieron sus curas y su cruz.

Lo intuye León y Larrea, uno de su especie: el blanco, en la América hispana, fue la peste.

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