El drama del ‘Estado del Ecuador’ en sus inicios era que quería ser colombiano. Estaba
inscrito en su escudo de armas, así: ‘El
Ecuador en Colombia’. Y esas mismas palabras se incorporaron en el Gran Sello
del Estado, ‘por unanimidad y aclamación’
de los Diputados, según se acordó en la sesión nocturna del Congreso
Constituyente del Estado del Ecuador celebrada el 21 de septiembre de 1830.
La Constitución que se aprobó en dicho Congreso Constituyente, la primera del Estado ecuatoriano, especificó claramente el tipo de vínculo que el nuevo Estado deseaba establecer con su Estado vecino del Norte. En su artículo 2, dentro de la sección ‘De las relaciones políticas del Estado del Ecuador’, se leía: ‘El Estado del Ecuador se une y confedera con los demás Estados de Colombia para formar una sola Nación con el nombre de República de Colombia’.
La Constitución que se aprobó en dicho Congreso Constituyente, la primera del Estado ecuatoriano, especificó claramente el tipo de vínculo que el nuevo Estado deseaba establecer con su Estado vecino del Norte. En su artículo 2, dentro de la sección ‘De las relaciones políticas del Estado del Ecuador’, se leía: ‘El Estado del Ecuador se une y confedera con los demás Estados de Colombia para formar una sola Nación con el nombre de República de Colombia’.
De esta manera, la propuesta del Ecuador era que la República
de Colombia pase, de haber sido un Estado centralizado dividido en tres
Distritos, a ser un Estado confederado compuesto por tres Estados
independientes. El drama del Estado del Ecuador fue que ni Colombia, ni nadie, tomó
en serio su propuesta.
Y fue la Colombia a la que
el Estado del Ecuador aspiraba a unirse, la que le marcó límites al nuevo Estado en el ‘Tratado de Pasto’ firmado el 8 de diciembre de 1832. Por este documento, Colombia le impuso unos
límites al Norte que subsisten hasta la fecha y que produjeron dos consecuencias: 1)
Terminaron, de manera definitiva, con el temprano anhelo ecuatoriano de unirse
a Colombia, y, 2) Determinaron la
pérdida, también definitiva, de Pasto, Popayán y Buenaventura, territorios
ancestralmente vinculados con Quito y sometidos a su jurisdicción en materia de
justicia*.
Los dos primeros artículos del ‘Tratado de Pasto’ reconocen la nueva
estatalidad independiente surgida de la partición de la llamada ‘Gran Colombia’ y los límites que a esta
nueva realidad le corresponden:
‘Art.
1.- Los Estados de la Nueva Granada i del
Ecuador se reconocen i respetan i se reconocerán i respetarán recíprocamente
como Estados soberanos é independientes.’
Art. 2.-
‘Los límites entre los Estados de la
Nueva Granada i del Ecuador, serán los que conforme á la lei de Colombia de
veinticinco de junio de mil ochocientos veinticuatro separaban las provincias
del antiguo departamento del Cauca de el del Ecuador, quedando por consiguiente
incorporadas á la Nueva Granada las provincias de Pasto i la Buenaventura, i al
Ecuador los pueblos que están al sur del rio Carchi, línea fijada por el
artículo veintidos de la espresada lei, entre las provincias de Pasto é
Imbabura.’
De resultas del ‘Tratado de Pasto’, Colombia (en el texto, Nueva Granada, que es el
alias con el que operó Colombia entre 1831 y 1858) impuso su ley interna de
1824 y se quedó con todo el territorio al norte del río Carchi.
Lo triste de esta historia es que, en sus orígenes, el pobre Ecuador había deseado unirse a Colombia pero que, muy lejos de aceptar la propuesta, su Estado vecino del Norte le pegó una buena trasquilada. Y fue así, roto ya su anhelo y mermado en su territorio, que el fallido Ecuador empezó su torpe andadura en el ‘concierto de las naciones’.
Lo triste de esta historia es que, en sus orígenes, el pobre Ecuador había deseado unirse a Colombia pero que, muy lejos de aceptar la propuesta, su Estado vecino del Norte le pegó una buena trasquilada. Y fue así, roto ya su anhelo y mermado en su territorio, que el fallido Ecuador empezó su torpe andadura en el ‘concierto de las naciones’.
* A
juzgar por el saldo de 190 años, de buena se libraron.
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