2 de noviembre de 2020

Las claves de nuestro subdesarrollo

En su libro ‘Ecuador. Escenas de la vida en América del Sur’, el escritor lituano Alexandre Holinski distingue entre los Estados Unidos de América y los países originados en la América del Sur tras su independencia del reino de España, razonando el diferente tipo de desarrollo de cada uno en los siguientes términos:

 

El poder relativo del que gozan hoy en día [los Estados Unidos] se explica fácilmente: lo deben, en primer lugar, a su punto de partida, tan favorable por lo demás. Proscritos políticos y religiosos, los hombres más inteligentes de Inglaterra fueron los colonizadores de lo que hoy en día llamamos los Estados Unidos. Bajo la teología protestante, importaron en su exilio el dogma fecundo de la libertad de conciencia; la metrópoli les permitió desarrollar los principios del auto-gobierno y la soberanía popular. Así, cuando obtuvieron la independencia, disponían de instituciones democráticas y sólo tuvieron que declarar un hecho consumado.’ (p. 134)

 

Por oposición, en los países sudamericanos…

 

Soldados aventureros, los hombres más ignorantes de España conquistaron para el rey los vastos territorios que hoy en día se han desmembrado en una quincena de repúblicas bajo la forma del catolicismo romano. En el suelo arrancado a los indios plantaron la opresión del pensamiento. La metrópolis, celosa del poder de sus colonias, les impidió tener relación alguna con naciones extranjeras y les puso bajo un control que paralizó toda forma de desarrollo. Cuando prematuramente llegó la independencia, si alguna vez llegó de verdad, las provincias insurgentes tomaron el nombre de repúblicas pero siguieron siendo monarquías por su religión y su ignorancia’. (pp. 134-5)

 

Entrando en materia del Ecuador, Holinski explica ‘por qué el Ecuador está rezagado con relación a la mayoría de repúblicas americanas’. Lo hace de la siguiente manera:

 

Cinco de siete provincias están encerradas en un laberinto de montañas que las aíslan del mundo. Para llegar a la capital, las ideas, al igual que los viajeros, deben atravesar senderos fatigosos, estrechos, clausurados buena parte del año. Un océano está a ocho horas de distancia del centro del país mientras que otro está un mes. La dificultad excesiva de la comunicación impide que el comercio prospere: y sin comercio no hay trabajo, y sin trabajo no hay progreso. Cercado por una espesa muralla, también Quito presenta la extraña anomalía de una ciudad española, con los muros, la cultura y las ingenuidades del siglo dieciséis.’ (p. 136)

 

Y la educación, ya eso es lo peor:

 

‘… en toda la Sierra, y se podría decir en todo el Ecuador, la educación pública, bajo la tutela de los sacerdotes, no es sino el sostén de la ignorancia. El catecismo es la base de esta educación, y en él se agota la enseñanza para la inmensa mayoría de sus habitantes. [] Una educación basada en la razón, que señale a cada uno sus derechos y sus deberes, destruiría enseguida semejante estado de cosas. Pero los sacerdotes están allí para impedirlo, como lo están también para adormecer a los criollos emancipados en una beata credulidad medieval’ (pp. 136-7)  

 

Entre los países sudamericanos, el Ecuador es el más rezagado, y eso se explica por el origen común con el resto de las repúblicas (su conquista por hordas de bárbaros e ignorantes, que oprimieron a los habitantes originarios y los aislaron del resto del mundo), que se agrava por el enclaustramiento de su capital y por la hosca geografía del país, así como por la sumisión de sus élites y de la inmensa mayoría de sus habitantes a los dictados de la Puta de Babilonia. (Por eso, nunca hay que olvidarlo: el desarrollo es imposible sino aplastamos a la infame.)

 

El libro de Alexandre Holinski se publicó el año 1861. Con el punto de partida por él descrito en su obra, cinco o seis generaciones después de su publicación, es apenas lógico que sigamos chapoteando en las procelosas aguas del subdesarrollo y la miseria generalizada.

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